Aproximarse a 'Barbie' desde una perspectiva crítica después del omnipresente despliegue promocional y su constante viralidad en redes es una tarea difícil. Me acerco a la película con ideas preconcebidas y habiendo visto ya una buena porción de su metraje en avances, por lo que me arriesgo a que el resultado en pantalla no coincida con lo que había imaginado. Pero afortunadamente, la película de Greta Gerwig consigue alzarse fácilmente por encima de las enormes expectativas de las que viene precedida para darnos una experiencia cinematográfica completamente satisfactoria, divertida y trascendental que reinventa a la muñeca de Mattel como símbolo y referente para nuestro tiempo.
Gerwig tuvo una visión. Y qué visión. Con su anterior trabajo, 'Mujercitas', la audaz cineasta de Sacramento logró presentarnos una obra que creíamos conocer perfectamente, y que había sido adaptada en múltiples ocasiones, desde una mirada fresca y diferente. Y eso es justo lo que hace con Barbie, uno de los juguetes más icónicos de la historia, cuya influencia en la sociedad (para bien y para mal) sirve a la directora, y a su coguionista y pareja artística y sentimental, Noah Baumbach ('Historia de un matrimonio), para confeccionar un universo propio que nos muestra a la muñeca rubia desde una perspectiva inédita, para trazar con ella una reflexión actual y muy oportuna sobre el papel de la mujer en la sociedad y nuestra propia naturaleza humana.
Barbie, interpretada por Margot Robbie en lo que viene siendo el paradigma del casting redondo (no podía ser otra), vive una vida apacible e idílica en Barbie Land, donde todos los días son perfectos, todo el mundo está de buen humor y las mujeres controlan la sociedad. Sin embargo, un día, Barbie empieza a notar que las cosas empiezan a fallar a su alrededor y sentimientos que hasta ahora nunca había tenido, como la ansiedad o el miedo a la muerte, invaden su cabeza, por lo que decide adentrarse en el mundo real para averiguar qué pasa, provocando sin darse cuenta un efecto inesperado en su mundo.
El primer tramo de la película transcurre en Barbie Land, un lugar de optimismo imposible que nos recuerda a 'El show de Truman' o 'Las mujeres perfectas' (sin el giro siniestro), que nos invade de color y felicidad desde el momento en que ponemos un pie en él. Y que se imbuye de un espíritu musical que contagia toda la película y marca el ritmo, invitando a bailar.
La construcción del mundo de Barbie es de un detallismo apabullante en lo estético y visual, con impresionantes decorados reales en tonos pastel y acabado plástico, que nos dan un respiro de tanta saturación digital, y un vibrante diseño de vestuario que reivindica a Barbie como icono de moda. Pero también en lo narrativo, donde Gerwig y Baumbach levantan un universo con reglas que adaptan la lógica -y los sinsentidos- de la vida real (cómo las niñas juegan con la muñeca, cómo se mueven, cómo funciona la física a su alrededor) de la forma más ingeniosa y autoconsciente posible, con mucho humor meta y guiños directos al espectador. El trabajo que llevan a cabo, en el que no dejan nada al azar, es puro y delicioso world building.
En esa primera mitad, 'Barbie' es una fiesta de humor desenfadado, juerga y disparate, pero Gerwig ha creado una película que es mucho más que diversión, logrando un equilibrio muy difícil entre comedia inteligentemente tontorrona, crítica social y emoción para dar con una afiladísima fábula satírica. De la misma manera, el film es una celebración de Barbie que rinde homenaje a la historia de la muñeca, a la que profesa verdadero cariño y devoción, así como a su impacto en las niñas y su influencia en la sociedad. Pero lo mejor es que no lo hace desde una perspectiva idealista, sino que afronta de manera valiente las problemáticas alrededor de la muñeca (principalmente la cosificación y su influencia negativa como estándar de físico y belleza) para invitar a reflexionar sobre ella y mostrar su evolución hasta reinventarse como icono feminista que ha pasado por todas las profesiones, representa a un espectro femenino más amplio y se vale por sí misma: "Ella lo es todo".
Así, 'Barbie' se construye sorprendentemente (o no tanto, si conocemos a las mentes pensantes que hay detrás) como un tratado existencialista y muy feminista (aunque el marketing lo haya disimulado un poco) que habla sobre lo que significa ser humano, y concretamente, sobre lo que es ser mujer y crecer en el patriarcado. Sin abandonar en ningún momento el carácter lúdico y las ganas de divertir y hacer reír, el film elabora un manifiesto rosa que pone a Barbie en el espejo de nuestra sociedad y nos recuerda que lo suyo es un ideal inalcanzable, obligando por tanto a repensar toda su existencia.
Otra osadía de 'Barbie' es introducir a la propia Mattel en la historia, dibujando a la compañía como un ente villanesco que quiere devolver a Barbie a su caja y que representa ese patriarcado que invade y controla todo. Sorprende ver cómo Gerwig se ha salido con la suya caracterizando así a la corporación, y cómo algunos chistes han pasado la criba. Aunque también puede llegar a chirriar la contradicción que supone criticar al capitalismo en una película como esta, que no solo está basada en uno de los productos más vendidos de la historia, sino que además está generando una desbordante cantidad de nueva mercadotecnia inspirada en ella.
Y al igual que Mattel se presenta desde ese punto de vista (auto)crítico, el papel de Ken en la película toma cariz de antagonista que representa la masculinidad frágil y arcaica, otra decisión arriesgada que sale bien parada porque, como ocurre con Barbie, Gerwig acaba humanizándolo también a él. Si Margot Robbie está absolutamente perfecta en todos los sentidos como Barbie, Ryan Gosling llega a todas las notas como Ken (literal y figuradamente), en una interpretación que marca un antes y un después en su carrera. Ken es el papel de su vida y da gusto verlo desatar por completo su vena cómica, una faceta que no suele explorar tanto en pantalla y que nos da aquí uno de sus mejores trabajos. Gosling se ríe de sí mismo -y de todos los hombres- en un papel en el que más de uno no soportará verse reflejado, pero que en definitiva es un triunfo de la caracterización: sirve la función de "malo de la película", pero es tan gracioso y adorable que es inevitable amarlo.
Pero que la Kenergy no nos nuble la vista, porque Robbie es quien lleva el peso de la película sobre sus hombros, y lo hace con otra interpretación de una afinación escalofriante. 'Barbie', en la que también ejerce como productora, es un vehículo que le permite soltarse en un terreno menos explorado por ella, el de la comedia física, pero que además le da la oportunidad de volver a demostrar la enorme actriz dramática que es con un trabajo de gran precisión y profundidad, rebosante de matices: no hay gesto, mirada, lágrima o palabra que no esté donde tiene que estar.
Del resto del reparto, que incluye a medio Hollywood y destaca por su inclusividad y diversidad (hay Barbies de diferentes etnias, tallas, una Barbie trans, otra en silla de ruedas, representación LGBTQ+), hay que destacar a un hilarante Simu Liu, que forma con Gosling un dúo cómico muy divertido, a una acertadísima Kate McKinnon, como el oráculo Barbie Rara, o Michael Cera, que tiene un par de momentos inesperadamente geniales como Allan, el mejor amigo olvidado de Ken. Pero si hay alguien que merece mención aparte es America Ferrera, que es el corazón real que bombea la historia y contrarresta la excentricidad de los habitantes de Barbie Land. Ella hace suyo uno de los momentos más memorables de la película, un monólogo sobre lo que significa ser mujer y ser madre que engloba el mensaje de 'Barbie' y su voluntad inspiradora y empoderante. Y que será sin duda una de las escenas que van a calar más hondo en el público.
Mirando a los ojos de Barbie
Que 'Barbie' cayera en manos de Greta Gerwig y Margot Robbie es lo mejor que podía haber pasado. La primera brilla con una dirección exacta y minuciosa en la que vuelca numerosos referentes cinematográficos (de 'El mago de Oz' al cine de Jacques Demy o '2001: Una odisea del espacio' y 'Grease') y saca lo mejor de los actores. La segunda personifica el espíritu del personaje en un ejemplo magistral de simbiosis. Juntas llevan a cabo un auténtico acto de amor hacia la muñeca, pero también, y sobre todo, hacia la mujer y la sororidad.
Todo en la película está medido al milímetro, una puesta en escena impecable, una banda sonora cuidadosamente seleccionada para redondear cada momento, un casting inmejorable, un guion inspiradísimo y un mensaje hilado con pasión y mucha inteligencia. Y emoción. Mucha emoción. Porque no habría sido difícil que la historia se perdiera entre tanta idiosincrasia y humor autorreferencial, pero Gerwig se mantiene firme en su visión personal en todo momento, impidiendo que el cinismo se apodere de la historia y la convierta en un simple chiste meta, hablándonos claramente desde la experiencia, como la niña que fue y la mujer que es. Y dejando que la mirada de Margot Robbie nos diga el resto.
'Barbie' es divertidísima y su energía es irresistible, sí, pero también es importante, conmovedora y está llena de momentos preciosos que nos recuerdan lo bonito que es vivir en el mundo, por muy desastroso que sea y por difícil que pueda ser a veces. Es mucho más que una película, es una tesis sobre el impacto de la muñeca en la sociedad, es una celebración inclusiva de la humanidad y la mujer, es un canto a la igualdad y un llamamiento a la revolución rosa, es un momento cultural y un evento cinematográfico y social. Efectivamente, Barbie lo es todo.
Lo mejor: Robbie y Gosling. Su ingenio puro. Su reparto perfecto. Su diseño de producción. Su sentido del humor. Su descaro y atrevimiento. Su precisión y detallismo. Todo.
Lo peor: Algún mensaje contradictorio. Su excentricidad puede no ser para todo el mundo.