Con más risas de las esperadas y menos violencia de lo acostumbrado nos llega 'Barry Seal: El traficante', cinta de acción más que solvente que además cuenta con el sello de Doug Liman y la suerte de poder ser vendida como "lo último de Tom Cruise". Este film biográfico narra las desventuras de Barry Seal, un dotado piloto que termina envuelto en un jardín imposible, con un pie en cada tiesto, y jugándose la vida por hacerse rico a costa de la CIA y el cartel de Medellín. A muchos les sonará este personaje porque recientemente hemos podido verlo en la exitosa serie de Netflix 'Narcos', una ficción cuyas primeras temporadas se centraron en profundizar en la figura del traficante Pablo Escobar, impredecible criminal al que también podemos ver en esta propuesta.
Eso sí, más allá de las pinceladas caprichosas con las que se nos presenta a Escobar, poco más vemos de esta figura que termina dando los problemas justos a Seal. Mauricio Mejía da vida a este narcotraficante que se mimetiza con el entorno, quizá no tanto como lo hacen el resto de los miembros del equipo de Seal, a los que no llegamos a conocer en absoluto, pero sí lo suficiente para que termines pintando su personalidad a base de tirar de archivo, recurriendo a cosas que traes sabidas de casa. Ese es quizá uno de los puntos algo reprochables de la película, el absoluto protagonismo de una estrella que lo mismo habría quedado algo mejor vestida si se hubiese dado cancha a otros elementos. A pesar de esto la cinta funciona bastante bien, gracias a un ritmo sólido que se agradece, sobre todo teniendo en cuenta que nos encontramos frente a dos horas de locura.
Lo mejor de esta propuesta es sin duda el montaje y la dirección, Liman sabe lo que se hace y no oculta una preferencia cómica en este caso. El problema es que termina un poco en tierra de nadie al no apostar por el lado más oscuro de Seal ni abrazar completamente el estilo cómico. Eso sí, no se puede evitar la carcajada en numerosas ocasiones, algo que hace ameno un viaje cargado de cosas que contar, y con un ritmo trepidante de los de avanzar sin freno. Esa sensación de vértigo y adrenalina apuntalada en un estilo cinematográfico más que vivo, combina a la perfección con lo que fue la vida del propio Seal, un hombre que se estaba muriendo poco a poco en una rutina que lo convirtió en una de esas personas que prefiere vivir a lo grande mientras pueda, sin miedo a nada, a pesar de que la debacle resultante de ese dejarse llevar este condenada a alcanzarle más pronto que tarde.
Tom Cruise se luce poniéndose en la piel de Seal aunque no acaba de plasmar el lado más feo de un personaje del que no vemos las entrañas. Presenciamos como salta de una decisión más que cuestionable a otra mucho peor, pero sin demasiado sufrimiento y con mucho glamour, con todo el glamour de las bolsas de dinero que le salían por las orejas. El único problema de esta imagen no demasiado manchada del tráfico de armas y drogas, o de los tratos más que cuestionables con la CIA, es que en el momento en que le proponen el enésimo trato desdeñable, uno que podría convertirle en héroe nacional; da el salto sin ninguna dificultad. Vamos, que se nota demasiado que lo de Cruise son los agentes secretos. De hecho, en ningún momento se ensucia las manos, lo que provoca que los giros más crueles nos lleguen a través de personajes en los que no se profundiza... Todo muy blanco.
Peor para los personajes femeninos
Cruise acapara cada rincón de 'Barry Seal' hasta empachar completamente al espectador. Puede ser comprensible que una biografía se enfoque de esta forma pero, el resultado siempre suele ser mejor cuando en vez de centrarse únicamente en el personaje que vertebra la historia, se recurre a su entorno para completar el relato. Así la sobredosis de Cruise pasa factura al resto del reparto que poco pueden aportar, esto es algo que afecta a todos los personajes, pero que sin duda pasa especial factura a los femeninos.
La primera perjudicada es Sarah Wright ('Parks and Recreation'), actriz que da vida a la esposa de Barry, Lucy Seal, una mujer que se deja arrastrar por la vorágine de vuelos de moralidad cuestionable que terminan por cambiar de manera radical la vida de ambos. Solo hay una escena en la que Wright tiene un poco más de libertad para sacar a relucir el disgusto de su personaje por tener que seguir a ciegas a su marido, lo que sin duda sabe a muy poco. La otra interprete que tiene unos instantes de protagonismo es Jayma Mays ('Glee'), una actriz que parece haber sido elegida para encarnar el papel de una mujer en el poder solo por completar la cuota femenina que en este caso es ciertamente maltratada.
Muy deprisa y tan despacio
La película al final es una absoluta locura, tiene un ritmo imposible y narra una cantidad de acontecimientos en dos horas como para aburrir, aún así se siente cada uno de los minutos. No es porque baje la intensidad sino más bien al contrario, al final uno acaba exhausto como si le pesasen un poquito los años naturales de la vida de Barry. Es esa constante huida hacia delante, ese sentimiento de velocidad y acontecimientos que se precipitan, ese increíble torrente de información... Lo que te deja seco.
Y es que el entramado que se organiza en torno a Barry es tal que las más que bien escogidas ayudas visuales no son suficientes para moverse entre los intereses de la CIA, los dirigentes corruptos, los líderes del narcotráfico, la DEA... Demasiado. ¿Lo mejor? Que a pesar de la necesidad de plasmar tantísimas cosas y dar una cantidad incalculable de saltos, las risas acompañan en prácticamente todo momento, porque si Barry tiene que parecerse a algo es más un lobo de Wall Street que ninguna otra cosa.
Nota: 7
Lo mejor: El ritmo trepidante y los mejores momentos cómicos.
Lo peor: La poca cancha que se da a los personajes secundarios.