Las fábulas del personalísimo Tim Burton suelen estar protagonizadas por personajes que se quieren poco a sí mismos; gente con un talento y potencial enorme que no sabe explotar por culpa de sus propios miedos. Y aunque hay excepciones como la de Ed Wood (cuya historia guionizaron los mismos que 'Big Eyes', Scott Alexander y Larry Karaszewski), la Margaret Keane de esta historia encaja perfectamente en el universo "burtoniano".
'Big Eyes' es un proyecto de largo recorrido, una vida (no olvidemos que estamos ante un biopic) que ha estado rondando por la mente del cineasta californiano durante largo tiempo. Tanto que hace ya un lustro parecía que el proyecto vería la luz con Reese Witherspoon y Ryan Reynolds; unos nombres que finalmente han sido sustituidos por unos Christoph Waltz y Amy Adams fantásticos, como casi siempre.
Tal como ocurriera con la citada 'Ed Wood', de primeras, por la forma en que está concebida la película, sin demasiadas florituras visuales ni una evidente inclinación por explorar mundos oníricos o que trasciendan nuestra realidad más inmediata (aunque no faltan los fragmentos en los que la imaginación le juega malas pasadas a Margaret Keane; e incluso la fotografía de Bruno Delbonnel con sus colores saturados invita a pensar en cierto aire de cuento), podría pensarse que 'Big Eyes' está lejos de lo que consideraríamos el imaginario de Burton. Algo que, si nos ponemos en plan expertos, también se podría decir de su primer 'Batman' o, sobre todo, su infravalorada visión de 'El planeta de los simios' con Mark Wahlberg.
Más convencional (o clásica, como se quiera decir) en cuanto a su puesta en escena que sus últimos films, 'Big Eyes' es puro Tim Burton. Y no solo porque Danny Elfman componga la banda sonora. Desde el concepto artístico de Margaret Keane (con esos niños apesadumbrados de enormes ojos) a su propia vida, "condenada" a ver como su marido se llevaba la gloria (también las críticas) de su obra, maltratada psicológicamente por este y "escondida" del mundo, esta mujer incomprendida en su época (Woody Allen usa su obra a modo de burla en 'El dormilón') ha acabado siendo un referente de culto y, hasta cierto punto, un símbolo a reivindicar por las corrientes feministas (la película ha sido nominada por el Círculo de Críticas a algo así como "peor visión de un hombre en una película").
Fuera corsés
En 'Big Eyes', es cierto, Tim Burton parece tender a la contención, ata en corto a sus personajes -al menos durante sus dos primeros actos- con el objetivo de profundizar en la descripción de la época y en retratar, como si de un relato costumbrista se tratara, las vidas de la pareja protagonista a través, siempre, desde el punto de vista de Margaret. Siguiéndola a ella es como descubrimos la escena artística de San Francisco y caemos rendidos a los encantos del que será su esposo y sanguijuela, Walter. Pero a medida que avanza el metraje los personajes se quitan los corsés (especialmente el señor Christoph Waltz, ofreciéndonos momentos impagables) y dejan salir sus auténticos yoes, permitiendo al director, ahora sí, lucirse y jugar como un niño. En este sentido destacan sobremanera dos escenas: una en el lujoso hogar de los Keane que podría formar parte de cualquier film de terror con un desquiciado Walter, y otra en un juzgado en la que el director coquetea con la comedia más absurda.
Entre el reparto de secundarios destacan nombres como los del mítico Jon Polito, la novísima heroina marvelita Krysten Ritter (quien interpretará a Jessica Jones en la pequeña pantalla) o un solvente Danny Huston, aunque todos trabajan en favor de la pareja protagonista (ambos con sendas nominaciones a la mejor interpretación en los Globos de Oro).