El paso del tiempo ha hecho que el cine en clave LGBT haya evolucionado en las diversas miradas que han plasmado diferentes cineastas. Desde el enfoque más reivindicativo, como los de Céline Sciamma o Robin Campillo, a otro más estético como el de Luca Guadagnino. Ahora bien, de tanto en tanto, llegan propuestas que realizan un ejercicio de memoria histórica. Es el caso de 'Blue Jean', ópera prima de la británica Georgia Oakley, mostrada en la sección Jornadas de Autores del 79 Festival de Venecia, nominada al BAFTA al mejor debut y ganadora de cuatro Premios BIFA, incluido el de mejor actriz.
'Blue Jean' se sitúa en el año 1988, en un barrio de extrarradio de Newcastle, en una aparente normalidad, la de una profesora de educación física (cuyo nombre da título a la cinta) que trabaja dando clase en un instituto. Su vida se basa en preparar las clases para el día siguiente y ver un programa de citas llamado 'Blind Date'. Todo aparenta ser convencional, hasta el punto de que no se inmuta ante las noticias que escucha por la radio mientras desayuna, en las que anuncian la aprobación del Artículo 28, por el que el gobierno de Margaret Thatcher prohibía hablar de homosexualidad en los colegios e institutos, ley que fue revocada en Escocia en 2000 y en el resto del Reino Unido en 2003.
Y es en ese momento cuando el público ve que su rutina es pura fachada, que esa profesora de educación física finge tener una vida de cara a su faceta profesional y que, por las noches, suele ir a bares de ambiente donde se relaciona con otras mujeres lesbianas como ella, además de tener una relación sentimental que oculta a buena parte de su entorno. Oakley, quien también firma el guion, refleja una situación que era tremendamente real y habitual en el colectivo homosexual.
La situación hubiera podido ser una mera crónica en la que Oakley, además, visibiliza el movimiento lésbico. Pero decide dar un paso más y confrontar a la generación de treintañeros de finales de los 80 con la nueva generación, esa cuya juventud comenzó a aflorar a mediados de los 90 y que fue el germen del resurgir del movimiento LGBT, en un momento fuertemente estigmatizado por la epidemia del sida. Lo hace con la introducción de una nueva alumna del instituto que se encontrará con su profesora en ese bar de ambiente.
Una sólida ópera prima que retrata la realidad LGBT de finales de los 80
Aquí Oakley huye de los clichés, evitando cualquier tipo de tensión de índole sexual, para crear una especie de 'Eva al desnudo' en el que la profesora se ve reflejada en esa alumna que está descubriendo su sexualidad y cómo lo vive de una manera muy distinta a cómo ella lo vivió (Jean tuvo que casarse y pasar por el consiguiente divorcio). En ese juego, la cineasta hace una feroz crítica social al instinto de supervivencia y de cómo la homofobia tanto social como interiorizada es capaz de sacar la peor versión de uno mismo. En el caso de Jean, hasta niveles propios de la paranoia.
Convierte así Oakley su drama con tintes sociales en un angustioso thriller psicológico que nunca olvida cuales son sus intenciones, la de denuncia y memoria. Bajo ese aspecto, resulta fascinante cómo se crea un vínculo entre profesora y alumna que hace honor a los propios entre un mentor y un pupilo. Algo que logra transmitirse a la perfección con las interpretaciones de sus actrices. Rosy McEwen consigue producir la sensación constante de angustia y contradicción, enfrentándose a sus propios demonios y mostrando un pánico natural con el que Oakley parece haber tomado como referencias a la clásica 'La calumnia' de William Wyler.
McEwen tiene dos fantásticas contrarrespuestas en Kerrie Hayes y Lucy Halliday. La primera muestra a aquellas mujeres lesbianas que nunca pudieron ocultarse, que tuvieron que luchar y que recuerdan que el solo mero hecho de que dos mujeres se besen públicamente era considerado ya un acto político. La segunda refleja el cambio generacional, dando una mirada esperanzadora en la parte final del film. Aunque la parte interpretativa resulta magnífica, es su fotografía, con un estilo degradado, la que provoca la sensación de estar viendo una cinta de 1988, recordando así a títulos recientes como 'Verano del 85' de François Ozon o '1985' de Yen Tan.
'Blue Jean' resulta un formidable debut cinematográfico, de una cineasta cuya mirada recuerda a la potencia de cineastas como Catherine Corsini o Andrew Haigh. Un largometraje que recuerda por cuánto se ha luchado y de dónde se ha venido. Con el incentivo de reflejarlo desde esa realidad tan poco bien mostrada en la gran pantalla como es la de las lesbianas. Un título solemne que sabe llegar al público.