El estreno de 'Campeones' en 2018 fue tal acontecimiento para el cine patrio que se mantuvo durante 12 semanas en el top 10 de la taquilla, llegando a echarle un pulso a la todopoderosa 'Vengadores: Infinity War'. Más allá de los espectaculares casi 20 millones de euros que logró recaudar y de los premios (Forqué, Feroz y hasta el Goya a mejor película que se lo arrebató a 'El Reino', de Rodrigo Sorogoyen), el papel de la película fue clave en la inclusión de personas con discapacidad intelectual, así como de su representación en la pantalla grande. Con una película de estas características, tan gigantesca a niveles económicos, políticos y de entretenimiento, ¿Cómo haces una secuela de ello?
Eso se debió preguntar Javier Fesser. El director madrileño tiene una trayectoria suficiente como para no tener que recordar que maneja tan bien el drama ('Camino') como la comedia ('La gran aventura de Mortadelo y Filemón'), pero en esta última se desenvuelve especialmente bien, demostrando una plasticidad en su slapstick tan certera como su timing cómico. La tarea para hacer una secuela de tamaño éxito era ardua, por lo que Fesser aplicó todas sus tablas para construir (con sus aciertos y sus errores) 'Campeonex', una repetición de la fórmula con genuino encanto pero de mecha corta.
Esta vez, la misión hercúlea de sustituir a Javier Gutiérrez (algo ya de por sí completamente imposible), recae en la debutante Elisa Hipólito, que hace un trabajo solvente como nueva entrenadora del equipo de baloncesto 'Los amigos', formado por prácticamente los mismos miembros que la primera película. Sin embargo, Fesser, queriendo desmarcarse de la antecesora, aplica en 'Campeonex' dos claves diferenciadoras: elige a un pseudoprotagonista y cambia de deporte.
Aunque el reparto se mantiene muy coral, esta vez buena parte del peso dramático recae en Sergio Olmo ya que, debido a un incidente que protagoniza al principio de la cinta, el equipo se verá perjudicado por su decisión, llevándoles al desastre. Dos años después, Cecilia (Hipólito) les inscribe por error en un torneo de atletismo, provocando en el equipo un cambio de deporte que afectará a las dinámicas entre todos.
Comedia adorable que naufraga
Como con su predecesora, 'Campeonex' tiene ese toque 'Made in Fesser' de comedia absolutamente adorable, tan bonachona y noble como sus protagonistas, pero que también sabe poner los puntos sobre las íes e incidir en temas sociales escabrosos. En este último aspecto, quizá por lo pionero de 'Campeones', esta continuación no destaca tanto, pero sí que lo hace al abrazar nuevos fichajes totalmente arrebatadores. Si en la primera, el entrenador de Gutiérrez era un tío venido a menos que aprende el significado de la humildad, en esta, la entrenadora de Hipólito quiere superar traumas recientes sintiéndose válida.
Lo curioso, más allá del componente cómico que también tiene el personaje de Hipólito, es lo bien que resuena en ella toda la reflexión en contra de los prejuicios y la autosuperación. La película adquiere un positivismo exacerbado que contagia todos los aspectos, llevando a la secuela por casi los mismos derroteros que la película original, tanto para bien como para mal, esto es, una feel-good movie asegurada pero también terriblemente previsible. En este caso, además, la intencionalidad del último acto es la de virar hacia las generaciones más jóvenes ya que, sin revelar nada, el clímax de la película simula un evento de la Liga Profesional de Videojuegos, retransmitida a través de twitch y con un sucedáneo de Ibai Llanos hablando su misma jerga.
A pesar de este sonrojante y extendido final que casi echa por tierra e invalida os dos primeros actos, 'Campeonex' sigue la estela del éxito original, repitiendo esquemas, sumando fichajes carismáticos y metiendo aire fresco con cambios importantes. La solvencia de esta sólida secuela podría prever más continuaciones para la saga de Fesser y compañía, a pesar de los numerosos remakes internacionales que se encuentran en desarrollo y que demuestran, una vez más, lo universal de un relato sobre representaciones y diversidades.
Lo mejor: La comedia de Fesser sigue funcionando a las mil maravillas. Los cambios introducidos respecto a la original.
Lo peor: La fórmula es la misma. El bochornoso tercer acto.
