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CRÍTICA

'Canción sin nombre': Las sombras del Perú de los 80

La peruana Melina León nos traslada a la dura realidad de la Perú de los ochenta en esta contemplativa cinta que homenajea el oficio de su padre periodista.

Por José Asensio Vizcaíno 2 de Octubre 2020 | 08:00

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La peruana Melina León homenajea el oficio de su padre periodista inspirándose en una oscura realidad en el Perú de finales de los años ochenta en 'Canción sin nombre'; ópera prima que fue presentada en la Quincena de Realizadores del festival de Cannes del año pasado. Y que además pudo verse en el festival de Huelva y en el REC de Tarragona.

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La convicción de dos individuos invisibles

Melina León nos lleva al Perú de 1988, tal y como exponen sus créditos iniciales; una época con una incontrolada economía, conflictos políticos y el ascenso de grupos violentos como Sendero Luminoso. En ese contexto conocemos a Georgina (Pamela Mendoza), una joven indígena que vive a las afueras de Lima junto a su marido Leo (Lucio Rojas). En la radio escucha el anuncio de una clínica que aporta asistencia gratuita en el parto. Tras dar a luz en esa clínica, Georgina despierta percatandose de que han secuestrado a su hijo recién nacido y ver cómo las instituciones no hacen mucho caso a sus denuncias.

El único cómplice que encontrará será Pedro Campos (Tommy Párraga), un discreto periodista del diario de la ciudad que decide ayudarla en la investigación y ver qué se esconde tras ese secuestro. Dos almas solitarias, invisibles en una Perú conservadora y llena de conflictos e intereses políticos, que se ayudan para poder seguir adelante y mirar de destapar las oscuridades del país.

Memoria y compromiso

'Canción sin nombre' se adscribe en la línea de otras películas de la cinematografía sudamericana que exploran las dictaduras recientes y los contextos de crisis que han vivido países como Chile, Argentina o Colombia. Además, la película teje similitudes con 'Roma' de Alfonso Cuarón, al presentar una historia íntima de búsqueda de una madre sufridora que de paso retrata con eficacia la época en la que se ambienta.

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Aunque en el caso de la cinta de Melina León, formalmente cambia el Cinemascope de la oscarizada cinta de Cuarón por el formato cuadrado con bordes redondeados; que remite al cine primitivo y a la televisión y fotografías de los periódicos de la época en la que la historia sucede. Aprovechando la verticalidad del plano y el contemplativo ritmo, aunque sin la fijación estética del Pawel Pawlikowski de 'Cold War'.

Un homenaje al oficio periodístico

Pero si algo ha alimentado a León para contar esta historia fue su padre Ismael y su trabajo como periodista. Su padre fundó en 1981 "La República", uno de los diarios más importantes del país y que en uno de sus primeros artículos destapó la historia de niño robados y vendidos a familias estadounidenses y europeas.

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Por tanto, su principal ancla acaba inscribiéndose a otros poderosos e inspiradores homenajes al periodismo que el cine ha brindado, como 'Todos los hombres del presidente' y la oscarizada 'Spotlight'. Como el oficio periodístico puede ayudar a mejorar las cosas destapando la verdad y apelando a su rol y compromiso social.

Nota: 7

Lo mejor: Su homenaje a la labor del periodista y su compromiso en retratar la realidad reciente del Perú, al igual que otras notables cintas del cine latinoamericano.

Lo peor: Su ritmo contemplativo y estética harán que algunos la vean como una obra inaccesible o para muy pocos.

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