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CRÍTICA

'Las cartas de amor no existen': Los fracasos sentimentales frente al espejo

Crítica de 'Las cartas de amor no existen', dirigida y escrita por Jérôme Bonnell. Protagonizada por Grégory Montel, mostrada en la sección Premières Internacionales del 25 Festival de Málaga.

Por Miguel Ángel Pizarro Más 8 de Abril 2022 | 08:35
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Tras jugar con un triángulo amoroso en 'A la de tres', Jérôme Bonnell regresa al relato íntimo con 'Las cartas de amor no existen', un largometraje con el que el cineasta vuelve a los espacios concretos, en los que siente frente al espejo a los fracasos sentimentales, invitándoles a reflexionar las relaciones y las pasiones amorosas a través de Grégory Montel, la estrella de 'Call My Agent'. Un filme que fue uno de los seleccionados de la recién estrenada categoría Premières Internacionales de la 25ª edición del Festival de Málaga.

Las cartas de amor no existen

En cierta manera, 'Las cartas de amor no existen' recuerda bastante al último largometraje que Bonnell estrenó en cines en España, 'El tiempo de los amantes'. Si el filme protagonizado por Emmanuelle Devos y Gabriel Byrne era un homenaje a 'Breve encuentro' de David Lean; esta propuesta elegante, parisina y con pedigrí evoca a los clásicos del wéstern al estar enfocada la trama en un escenario principal: el pintoresco bistró Capri's situado en el distrito XII de la capital gala.

Con escenarios reales, pues el café existe y puede degustarse un ristretto acompañado con música de jazz, Bonnell crea uno de sus largometrajes más cómplices, en los que vuelve a mostrar cómo es capaz de crear una simbiosis entre sus protagonistas y los escenarios donde trascurren las tramas, con el París confidente de 'El tiempo de los amantes'. En este caso, la intersección de las calles Capri y Wattignies, cerca del Bosque de Vincennes, se convierte en ese lugar donde un hombre se enfrenta a sus cuentas pendientes y lo que aparenta ser una comedia romántica termina derivando en una reflexión sobre la vida, la autoestima y la masculinidad tóxica.

Las cartas de amor no existen

Tras quedarse dormido en un cóctel hasta las tantas, Jonas, empresario cuarentón con problemas financieros, decide romper con su agenda prevista para el día siguiente, en la que tenía que arreglar un asunto con un socio que le ha estafado, para encararse a Léa, su amante, con la que ha tenido una relación llena de altibajos. Bonnell juega al despiste al mostrar a un hombre que opta por quedarse en la cafetería que está enfrente del apartamento de la mujer y que decide escribir una carta de amor con motivo de doble filo: despedirse y cerrar una etapa, pero a la vez intentar retomar la relación.

La ambivalencia de su decisión permite al director, que también firma el guion, de enfrentar al protagonista a sus propios demonios, a cómo esos vaivenes sentimentales plantean la cuestión de qué es realmente el amor y qué significar querer a otra persona. Por otro lado, Bonnell plasma los peligros de volverse adictos a la pasión, efímera como los cerezos en flor en primavera. No obstante, va más allá de la mirada sentimental, al poner patas arriba toda la vida de su protagonista, pues los problemas financieros y laborales irrumpen como elefante en una chatarrería.

Las cartas de amor no existen

Un relato elegante y con pedigrí que invita a la reflexión sobre la pasión amorosa

Bonnell no evita cierta situaciones incómodas, en las que su protagonista opta por el acoso. Lejos de justificarlas, sirven para poner en evidencia cómo el ridículo no conoce límites y solamente cuando alguien le dice al rey que va desnudo es cuando se da cuenta de su necedad. En ese aspecto, solamente Grégory Montel era capaz de darle algo de carisma a un personaje complejo y difícil de comprender hasta el último acto, quizás el más revelador. Ducho en personas desesperantes, su Gabriel Sarda en 'Call My Agent' podría ser el primo de Jonas, el intérprete brilla con un papel desafiante en el que también juegan un lugar fundamental los secundarios.

Todos los personajes secundarios tienen sus momentos para lucirse, desde Anaïs Demoustier, magnética y camaleónica en el papel de una soprano que lucha contra sus propios problemas sentimentales y de dependencia emocional; hasta los breves instantes de Léa Drucker como la esposa del protagonista, la cual desmonta rápidamente el victimismo de su futuro exmarido; Nadège Beausson-Diagne, espléndida como ejemplo de mujer libre y de cómo esa independencia es referente también para sus contrapartes masculinas; o Pablo Pauly como la otra pareja sentimental del personaje de Demoustier, el primero en poner frente al espejo al protagonista con alma de tunante.

Las cartas de amor no existen

No osbtante, quien se luce realmente es Grégory Gadebois. El actor de 'Todo ha ido bien' y 'Delicioso' se muestra como el confidente psicoanalista que no tiene contemplaciones con su paciente, mostrando también el poder que tienen los bares, los bistrós, como lugares de encuentro y confidencias, algo muy parisino, pero, afortunadamente, también muy español y universal en sí. Es él el que, finalmente, invita a reflexionar al protagonista, el cual evoluciona conforme va pasando esa jornada en la que rompe con su agenda y que sirve de recordatorio que es posible aprender de los errores, solo cuando se ha dejado tiempo para meditarlos. Por otro parte, es fascinante cómo esa declaración escrita de Jonas termina siendo un Macguffin mucho más importante de lo que aparentaba ser al inicio.

Con 'Las cartas de amor no existen', Jérôme Bonnell demuestra ser un magnífico narrador de lo íntimo, un relato sobre el amor propio, que tan necesario es tenerlo para poder querer a otros. Una invitación a la mirada masculina a reflexionar sobre sus actos y a enmendar sus errores. Un largometraje elegante, mucho más cercano al drama que a la comedia pero que su aparente ligereza sirve para traer un relato de esos que consigue atrapar gracias a esa sensación cómplice que dan los espacios reales y cotidianos. Un nuevo logro tras la delicada 'El tiempo de los amantes', que muestra que aún hay espacio para historias así en la gran pantalla.

Nota: 8

Lo mejor: Sus escenarios naturales y cómo el protagonista aprende de sus errores. Los personajes secundarios tienen encanto y son esenciales para la trama.

Lo peor: Ciertas acciones de su protagonista cuesta mucho comprenderlas aunque sea ficción.