Cuatro años después de que debutase por todo lo alto con la polémica 'Girl', el belga Lukas Dhont consigue consagrarse del todo con su segundo largometraje, 'Close'. Ganador del Gran Premio del Jurado en la 75ª edición del Festival de Cannes -ex aequo con 'Stars at Noon' de Claire Denis-; así como del Gran Premio del Jurado y Premio al mejor actor en el 19 Festival de Sevilla; cinco nominaciones a los Premios del Cine Europeo y elegida por Bélgica para representar al país en la categoría de mejor film internacional en los 95 Premios Oscar.
Con todas esas referencias, es imposible no generar expectación sobre un cineasta aún joven, de solo 31 años, quien parece haber buscado en 'Close' un relato más ligado a su propias referencias personales que su controvertida ópera prima. En ese sentido, Dhont, quien vuelve a contar con Angelo Tijssens en la escritura del guion, opta por atreverse en mostrar uno de los lados más crueles de la infancia y cómo la presión social y colectiva dentro de ese cosmos propio que es el colegio puede transformarse en un auténtico infierno para a aquellos niños varones que tengan un tipo de masculinidad diferente a la convencional.
Realmente, ese es el foco principal, con el que Dhont planta una semilla cuyas ramificaciones provocan que 'Close' sea un ejercicio más sutil y complejo que 'Girl'. En este caso, se trata de cómo algo tan puro como la inocencia y la amistad se resquebrajan por una pregunta aparentemente inofensiva, pero que guarda una terrible carga de prejuicios sobre lo que deben ser los chicos: "¿Vosotros sois novios?". Una cuestión que le increpa una compañera de clase a los dos protagonistas, Léo y Rémi. Ambos son amigos de toda la vida, cuyo vínculo personal sobrepasa el concepto de la amistad y al que es complicado calificar -especialmente, porque Dhont juega con la ambigüedad de la relación-.
Es aquí donde, con ligeros movimientos, Dhont perfila un relato en el que recuerda ese famoso comentario de cómo hay niños que son acosados en clase por tener una sensibilidad diferente, la cual les cataloga de una forma de la que ni ellos mismos son conscientes aún. El cineasta lo hace de manera tremendamente sutil, pero a la vez directa, con Léo y Rémi compartiendo cama a la hora de dormir, con sus respectivas madres comentando que sienten al otro como un hijo más, con escenas llenas de intimidad. Es un gesto cariñoso en clase o en el patio del colegio lo que desata los comentarios del resto de sus compañeros y, por supuesto, el inicio del acoso escolar.
Dhont retrata magníficamente (pero también de manera desgarradora) cómo uno de los protagonistas cede ante la presión social, dañando irreparablemente esa amistad especial (la cual, huelga decir, resulta difícil de catalogar como un incipiente amor o un sentimiento de fraternidad profundo, dejando al público a la libre interpretación y permitiendo así a sus protagonistas expresarse emocionalmente sin necesidad de prejuicio). Es ahí donde Dhont pone el ojo, con una sutileza a la hora de plasmar el cambio de parecer del joven Léo que provoca la sensación de estar presente ante un documental.
La despiadada mirada a aquella masculinidad que se sale de lo convencional
La fricción y consiguiente enemistad, Dhont la configura como si de una tragedia griega se tratase. El realizador acierta a la hora de crear la sensación de elipsis y de unir el devenir de la historia a las estaciones del año. Precisamente esto abre la puerta a la interpretación de lo que está viviendo a solas Rémi, el otro protagonista, ve desconcertado como su mejor amigo de toda la vida deja de compartir cama a la hora de dormir juntos o cómo rehuye cualquier gesto cariñoso; a la vez de que es testigo de cómo Léo opta por callar su propia sensibilidad y abrazar la brutalidad y violencia que, supuestamente, debe tener en base a su sexo.
Todo ello provoca una cuestión profunda en el público, especialmente al ver cómo se educa esa masculinidad tóxica desde temprana edad y de cómo esta puede destruir la más cándida de las sensibilidades. En ese sentido, Dhont vuelve a hacer alarde de un estilo cinematográfico cercano al cine social, pero abordándolo desde una perspectiva personal (en cierto forma hay un estilo parecido al de los Dardenne, pero sin incidir tanto en el aspecto social). A diferencia de 'Girl', 'Close' se acerca más a esa magnífica película titulada 'Un pequeño mundo', ópera prima de Laura Wandel, compatriota de Dhont.
Aunque Dhont tiene una virtud excepcional para relatar a base de pequeños gestos, movimientos con la cabeza, miradas o expresiones faciales; esto no hubiera sido posible sin sus protagonistas. Eden Dambrine muestra a la perfección esa inocencia quebrada y en cómo el pequeño Léo opta por una huida hacia delante que se le torna en contra y se transforma en un terrible sentimiento de culpa. El joven intérprete demuestra tener una madurez actoral extraordinaria, todo un prodigio, de esos que atrapa desde el primer momento, como ha pasado recientemente con Carla Quílez en 'La maternal' o Joely Mbundu en 'Tori y Lokita'. A su lado, un correcto Gustav de Waele como Rémi, quien sabe mostrar ese desconcierto que se transforma en furia y tristeza. Ambos vienen muy acompañados por Émilie Dequenne y Léa Drucker. Destaca especialmente la actriz de 'Rosetta', quien representa muy bien la mirada del duelo.
'Close' cautiva por la habilidad de Dhont de crear la sensación de estar presenciando un relato tremendamente íntimo y personal, que fascina pero que también aterra. Una joya cinematográfica que demuestra que el cineasta tiene una mirada única a la hora de plasmar las emociones (habrá que ver si la mantiene para sus siguientes trabajos, pues las intenciones del director para sus próximos proyectos son menos locales y más de proyección internacional). Sin duda, uno de los largometrajes imprescindibles de este 2022 que va acercándose peligrosamente a su final.
Nota: 9
Lo mejor: La sensibilidad que plasma Dhont a la hora de filmar a sus protagonistas.
Lo peor: Su segunda parte puede interpretarse de manera errónea.