En 2013 Paolo Virzì presentaba 'El capital humano', adaptación de la novela homónima de Stephen Amidon en la que una serie de historias cruzadas se presentaban dentro del marco de la implacable crisis financiera iniciada en 2008. En aquel título, el término económico del "capital humano" se reflejaba a la perfección para dejar claro el hecho de que, para una empresa, todos aquellos recursos humanos que formaban parte de ella no eran más que las marionetas de un sistema donde las personas son despojadas de su esencia para acabar siendo simples peones con los que jugar dentro del conglomerado de la economía.
Cinco años más tarde, y sin estar ya presente el fantasma de la crisis, 'Corporate' viene a recordarnos que en el mundo de las finanzas nadie está salvo de convertirse en un número más, y nos lleva hasta la oficina de una prestigiosa empresa de dudosos valores éticos, donde el futuro laboral de los trabajadores se juega a modo de manipulación psicológica y acoso continuado en el tiempo.
Nicolas Silhol debuta como director gracias a un título que bien podría ser el reflejo del día a día en el trabajo del siglo XXI, donde el espíritu como marca de una compañía se antepone a las necesidades del trabajador, dejando a un lado aquella máxima de que "un empleado contento es más productivo", y convirtiéndose en una clara representación del mobbing laboral.
Recursos (in)humanos
El peso de la trama recaerá sobre el personaje interpretado por Céline Sallette ('De óxido y hueso', 'Casa de tolerancia'), Emilie, la responsable de Recursos Humanos en Esen. Ella será la mano ejecutora del programa que lleva a cabo su empresa, el cual lleva con total impunidad debido a que fue contratada para el puesto por su falta de escrúpulos. Hasta aquí, no parece extraño el hecho de asociar a la persona encargada del departamento de recursos humanos de una multinacional dedicada a las finanzas, a una carencia total de empatía para con los empleados, quienes recordemos que no son más que ese capital humano que se menciona en las teorías económicas.
El conflicto vendrá cuando uno de los trabajadores al cargo de Emilie, asediado por el método que se está empleando contra él con el único fin de que él mismo dimita (ahí es donde radica el supuesto éxito del método, en hacer que sea el propio trabajador quien renuncie a su puesto de trabajo), acabará por suicidarse lanzándose desde el terrado de su oficina. Será entonces cuando la protagonista vea peligrar su puesto de trabajo con la llegada de la pertinente inspección laboral.
Lo que bien comienza como un drama laboral que refleja los vicios de un sistema harto podrido por la falta de ética, pronto irá derivando hacia un film con tintes de thriller psicológico, en el que la tensa relación entre Emilie y Marie Borrel (Violaine Fumeau), la inspectora de trabajo asignada al caso, pasará de ser un juego del gato y el ratón a un tira y afloja por desenmascarar los intereses ocultos de la compañía, reflejados a la perfección en Stéphane Froncart, la figura del jefe que lleva a cabo de forma brillante Lambert Wilson.
Nota: 6
Lo mejor: La forma pausada en la que se va adentrando en el thriller.
Lo peor: Que cuando más interesante se vuelve, acaba.