El cine como arte en el que expresar reflexiones, ensayos y planteamientos sobre el amor y las relaciones conyugales ha sido una constante que ha permitido disfrutar de títulos como 'Jules y Jim', 'Secretos de un matrimonio', 'Manhattan', 'El apartamento' o 'Deseando amar' y a cineastas como François Truffaut, Alain Resnais o Ingmar Bergman, que han ofrecido su mirada sobre el deseo amoroso, la ausencia de este o cómo las parejas y la concepción que se tiene sobre los sentimientos amorosos pueden partir de una teoría que, en la práctica, resulta más compleja.
En cierta manera, es lo que le sucede a Emmanuel Mouret. El cineasta francés es muy ducho en lo referente a reflexionar sobre el amor, la pasión y las relaciones sentimentales, títulos como 'Cambio de dirección', 'Bésame, por favor' o 'El arte de amar' dan buena fe de ello. De hecho, ya en estos largometrajes, el realizador -protagonista también en algunos de ellos- ya mostraba inspiración en el cine de Woody Allen o Éric Rohmer. Tras probar con el cine de época con 'Mademoiselle de Joncquières', el marsellés ofrece su propuesta más ambiciosa hasta el momento, 'Las cosas que decimos, las cosas que hacemos', sello Selección Oficial del Festival de Cannes 2020 y ganadora del César a la mejor actriz de reparto (aunque aspiró a 13, incluyendo mejor película, mejor dirección y mejor guion original).
Su propio título ya hace alusión a la dicotomía que existe sobre lo que uno expresa sobre su concepción del amor y la forma de convivir en pareja. Palabras contra hechos. Al contrario de lo que podría pensarse, Mouret, quien también el guion, rehúye de exponer teorías y análisis psicológicos a través de sus personajes. El realizador opta por enfocarse en la manera de actuar de sus protagonistas, como si fuese testigo de la propia vida misma e invitando al público a serlo, sin juzgar las acciones de cada uno. En cierta manera, es una oda a la propia inconstancia del ser humano y a sus propias contradicciones.
Una exposición de las contradicciones del ser humano. Un largometraje excepcional
Y eso lo expresa en un largometraje que, en el fondo, guarda varios cortos entrelazados dentro él. Aunque las conversaciones de Niels Schneider y Camélia Jordana en la Provenza sean el eje vertebrador, el filme tiene alma de drama romántico coral, al narrar los distintos antecedentes amorosos del huésped y la anfitriona, así como también ambos han terminado reunidos en la campiña y alejados del mundanal ruido de París. Aprovechando esas narraciones, Mouret configura una serie de situaciones que expone la complejidad de las relaciones sentimentales actuales, en las que conceptos como fidelidad, comunicación, intereses en común o perspectiva de futura son cambiantes según la persona y su momento vital.
De esta forma, Mouret crea un poliédrico retrato del amor y las relaciones sentimentales. Todo ello a través del prisma del cineasta burgués parisino, dándole ese toque de pedigrí y elegancia con el que realza al largometraje. En cada narración, el cineasta crea escenarios ideales para este tipo de reflexiones, intercalando la calma que da la Provenza con conversaciones en exposiciones de arte contemporáneo, en cafés y restaurantes del Distrito II, en salas de cine de autor, en librerías donde poder citas a autores e intelectuales, dando largos paseos alrededor del Sena o en calles de Pigalle. Sin faltar música de Vivaldi, Mozart, Debussy o Chopin como banda sonora que saben transmitir las emociones y sensaciones que viven los protagonistas en cada secuencia.
Aunque Mouret ya se había acercado a este tipo de producciones con 'Caprice', es ahora cuando abraza únicamente su faceta como cineasta -en esta ocasión, no aparece frente a las cámaras- cuando mejor brilla (ayuda también que esta propuesta tenga personajes femeninos protagonistas mejor perfilados). Aunque parece haberse inspirado en Resnais, Truffaut, Woody Allen (también cita a Rossellini), su estilo y forma evocan más al cine de Arnaud Desplechin o Valeria Bruni Tedeschi. No obstante, como experto historias sobre el amor, Mouret muestra haber afinado magníficamente su propio sello, realizando un filme excepcional, de esos que muestra que el cine de autor francés continúa ofreciendo obras maestras, de esas que engatusan con un aura única.
Nota: 9
Lo mejor: La química del reparto coral, la espontaneidad que plasma Mouret en la forma en la que surgen las relaciones sentimentales.
Lo peor: Que la pandemia no haya permitido que fuese parte del palmarés de Cannes.