Han pasado 13 años desde la última vez que vimos a Sylvester Stallone enfundarse los guantes de boxeador. 'Rocky Balboa', la sexta entrega de la franquicia 'Rocky', fue la despedida perfecta para el personaje, lo que hizo que más de un fan se preocupara cuando se anunció el reboot de la saga, una nueva secuela centrada en la figura del hijo de Apollo Creed (Carl Weathers). Sin embargo, las dudas de los aficionados se esfumaron con el estreno de 'Creed. La leyenda de Rocky', que resultó ser un éxito de taquilla y crítica y una victoria más para la saga. Ahora es el turno de 'Creed II: La leyenda de Rocky', la octava de la franquicia y toca preguntarse si con más de 42 años a sus espaldas puede la saga 'Rocky' seguir sorprendiendo y cautivando a la audiencia. La respuesta rápida es "sí", la respuesta larga es "sí, pero..."
Con esta película, Stallone y compañía vuelven a la carga, trayendo de vuelta a Ivan Drago (Dolph Lundgren) y presentando a su hijo, Viktor Drago (Florian Munteanu), dos personajes tan protagonistas como Adonis y Balboa, algo que queda claro desde la escena inicial, que abre la película mostrando el día a día de los Drago. En la película, se presentan ambos lados del conflicto desde una perspectiva humana, quizás por primera vez en la saga. Tanto Viktor como Adonis son héroes de su propia historia, evitando caer en la simplificación excesiva de tener un protagonista heroico e inmaculado y un villano completamente malvado.
Además, ambos personajes tienen más en común de lo que se podría parecer a simple vista. Sus vidas han estado marcadas por la tragedia, Creed creció sin un padre y vivió deshonrado por ser el hijo ilegítimo de Apollo, lo que le llevó a tener que luchar por su apellido en 'Creed', en una pelea interna por la reivindicación de su propia identidad. Mientras que Drago creció sin una madre, la mujer que lo abandonó a él y a su padre cuando este perdió el combate más importante de su vida. Al igual que Creed, Drago ha crecido en la deshonra, por ser el hijo del hombre que perdió.
Sin lugar a dudas, el aspecto más positivo de la cinta es su intención de humanizar a los antagonistas, que no villanos, mediante un sorprendentemente complejo guion. En 'Creed II', aquella máquina de matar rusa sin sentimientos de 'Rocky IV' se muestra como un personaje mucho más complejo, gracias a la dramática interpretación de Lundgren, que consigue que el espectador simpatice con Ivan Drago, un hombre que tras ser derrotado por Rocky lo perdió todo: su dinero, el respeto de su país y a su mujer.
Aunque el tiempo haya pasado para Balboa, que parece haber dejado atrás aquella noche, Drago ha vivido durante décadas motivado por el rencor y la sed de venganza, combustibles con los que ha alimentado a su hijo, convirtiéndole en poco más que un instrumento de venganza para su causa, casi como un arma. Sin embargo, ambos personajes se redimen a media que avanza la película, hasta llegar a un emotivo final que demuestra que existe algo más allá del odio.
Viktor Drago está interpretado por el actor novel Florian Munteanu, boxeador amateur que cumple con su papel gracias a su presencia física en pantalla, pero cuya inexperiencia se hace patente en los momentos más dramáticos del metraje. Por suerte, Lundgren consigue llevar el peso de la dinámica padre e hijo y el director, Steven Caple Jr., hace un muy buen trabajo con Munteanu, explotando los puntos fuertes del actor y ocultando sus puntos débiles.
Una historia de padres e hijos
La relación paterno-filial de los Drago no es la única subtrama que ahonda sobre esta temática en el film. Al igual que en 'Creed', Adonis tiene que volver a hacer frente a sus demonios, reflexionando acerca de la figura de su padre, Apollo, un hombre al que nunca conoció y su motivación para ser boxeador. Pero en esta ocasión, Creed también tiene que lidiar con su otra figura paterna, Rocky. La misma venganza que obsesiona a los Drago también se ha apoderado de Adonis, una motivación que le lleva a aceptar la pelea con Viktor en un intento de "reescribir la historia" y vengar la memoria de su padre. Pero Balboa no está dispuesto a apoyar su decisión, el personaje de Stallone ha convivido con aquella decisión de no tirar la toalla durante la pelea de 'Rocky IV', un error que llevó a Apollo a la tumba. Su propia culpabilidad le empuja a abandonar a Adonis en su intento de ganar a Viktor, temeroso de que la historia vuelva a repetirse. El conflicto entre ambos personajes es una compleja representación de su relación, uno de ellos quiere una cosa, el otro se la desaconseja; este choque de intereses y preocupaciones está plasmado magistralmente por ambos actores, cuya dinámica interpretativa ya quedó más que patente en 'Creed'.
Aunque para química, la que existe entre B. Jordan y Tessa Thompson. En 'Creed II' la relación entre Adonis y Bianca da un importante paso adelante, ambos son padres por primera vez, un momento que cambia la vida del protagonista para siempre, puesto que ahora, cuando Adonis se sube al ring, todo el peso de su familia lo hace con él. Otra subtrama más acerca de la paternidad que se vuelve aún más dramática cuando Bianca, que tiene una discapacidad auditiva, tiene que lidiar con la preocupación de que su hija pueda heredar su enfermedad.
Por su parte, Balboa se pregunta qué ha sido de su vida al ver como Creed está comenzando a labrarse una historia propia más allá de su relación entrenador-boxeador, pasando de niño a hombre y abandonando la comodidad de su conexión. Envejecido y solitario, el antiguo boxeador es perseguido por la idea de no haber mantenido el contacto con su hijo Robert (Milo Ventimiglia). Una subtrama que queda relegada a un segundo plano, pero que consigue una gran potencia dramática.
A pesar de todas las cosas buenas del guion de 'Creed II', el libreto es demasiado reiterativo en cuanto a ciertos temas y tramas. La idea de caída y redención del protagonista es obvia y redundante, especialmente por sus similitudes con 'Rocky III'. El mejor ejemplo ocurre durante una de las imprescindibles escenas de entrenamiento marca de la casa. Una metáfora dolorosamente obvia en la que Creed cae al suelo absolutamente agotado, para después tener que levantarse mientras Rocky, desde la distancia, se dice para si mismo: "Vamos chico, levántate". Una escena llena de recargado melodrama que, a pesar de su buena intención, termina evidenciando su afán por generar una reacción emocional, todo esto acompañado por una banda sonora que no ayuda nada a la película.
Y es que no se puede hablar de una película de 'Rocky' sin hacer mención a la banda sonora, porque esta saga cuenta con algunos de los temas originales más icónicos de la historia del cine. En 'Creed II' el trabajo de Ludwig Göransson es excesivo y roza el histrionismo, lo que supone un paso atrás especialmente si se compara con su propio trabajo en la anterior entrega. Tal vez intentando superarse a sí mismo, Göransson trata de añadir toda la épica posible a las escenas mediante el acompañamiento musical, pero se olvida de que la banda sonora debe ser eso mismo, un acompañamiento, y que la música debería ir subordinada a la imagen. A pesar de su intención de dotar de grandiosidad a la película, la banda sonora de Göransson es grandilocuente y redundante, puesto que las imágenes que Caple Jr. crea con su cámara son lo suficientemente potentes como para generar una sensación de épica, y la historia ya es emotiva por si misma.
Sale Coogler, entra Caple Jr.
El cambio de director es, con mucha diferencia, el aspecto más negativo de la película. Aunque Steven Caple Jr. se defiende, en especial en lo que a la dirección de actores respecta, la ausencia de Coogler detrás de la cámara es palpable en todo momento, lo que hace 'Creed II' salga perdiendo en la inevitable comparación con su antecesora. Algunas de las mejores partes de 'Creed II', sus temas y tramas, son trabajo de Coogler, que firma el libreto además de producir.
Caple Jr. no mueve la cámara de la misma forma que lo hacía Coogler en 'Creed' (cómo superar aquel soberbio plano secuencia en la segunda pelea de Adonis). Tal vez por una falta de imaginación o por la ausencia de pasión o conocimiento del deporte y la saga. En pos de mejorar la sensación de realismo de las escenas de combate, Coogler se apoyó en la figura del boxeador profesional Andre Ward, que tiene un cameo tanto en 'Creed' como en 'Creed II'.
Sin embargo, la película es casi perfecta desde un punto de vista técnico. El primer encuentro entre Adonis y Viktor es una clase magistral de cómo filmar la acción. La forma en la que Caple Jr. coloca la cámara detrás de Munteanu, a la altura de los ojos de Michael B. Jordan, genera una representación completamente desproporcionada de ambos hombres, algo que añade una sensación de impotencia e inevitabilidad cuando Creed trata de hacer frente a Drago. La cámara tiembla con cada golpe del boxeador ruso y, gracias a la edición de sonido, cada puñetazo suena de forma atronadora, lo que genera en la audiencia una imagen sobrehumana del personaje de Munteanu, casi como si Creed hubiera subido al ring tratando de pelear contra una fuerza de la naturaleza.
La fórmula, ¿agotada?
En resumen, 'Creed II' es una muy digna sucesora de la saga 'Rocky' que hará las delicias de los fans de la franquicia de Stallone. Sin embargo, algunos de sus clichés y tropos más manidos vuelven a hacer acto de presencia en una trama que parece una mezcla de lo que ya se vio en 'Rocky III' y la sombra de 'Rocky IV'.
Aunque la fórmula vuelve a funcionar una vez más, el final de 'Creed II' sugiere una pregunta de difícil respuesta: "¿Qué hacer con esta saga en el futuro?". Tal vez haya llegado la hora de dejar descansar a los boxeadores un tiempo. Pero si las ganas y la intención aún siguen ahí, quizás sería recomendable esperar a la vuelta de Ryan Coogler, que ha demostrado ser el auténtico responsable del éxito de 'Creed'.
Nota: 8
Lo mejor: Cómo humaniza la figura de Ivan Drago y la forma en la que presenta sus temas y conflictos.
Lo peor: El cambio en la dirección y la inevitable comparación con 'Creed'.