El séptimo arte ha servido como expresión sobre el amor desde su concepción. A ello puede sumarse una vertiente en la que distintos cineastas han aprovechado para reflexionar a través de relatos diferentes alrededor de las relaciones conyugales. Desde un aspecto ensayístico en la Nouvelle vague con François Truffaut o Alain Resnais a otro más cercano a lo filosófico con Ingmar Bergman. Por supuesto, en estas menciones no puede faltar Woody Allen, uno de los que más ha reflexionado sobre el fenómeno amoroso y la pareja.
En ese aspecto, parece que el francés Emmanuel Mouret apuesta por perfilarse como un heredero tanto de Allen como de Resnais o Truffaut en materia sentimental. El cineasta ya mostró sus pinitos en forma de comedias románticas y de enredo con títulos como 'Cambio de dirección', 'Bésame, por favor' o 'El arte de amar'. El realizador ya comenzó a cambiar de tercio con 'Caprice', su primera intentona de entremezcla enredos amorosos, comedia romántica y el tono intelectual propio del realizador francés al más puro estilo Assayas o Desplechin.
Tras probar suerte con el cine de época con 'Mademoiselle de Joncquières', Mouret llegó al culmen con la que es su película más alabada y una auténtica delicia cinematográfica, la espléndida 'Las cosas que decimos, las cosas que hacemos', nominada a 13 Premios César. Ahora llega otro reto, estrenar tras haber tocado la cúspide. Ahora bien, 'Crónica de un amor efímero', mostrada en la sección Cannes Première del 75 Festival de Cannes y nominada a un César, logra asentar del todo el planteamiento que Mouret había plasmado en sus últimos largometrajes.
Mouret enfoca su historia en un amantazgo, una relación entre Charlotte (Sandrine Kiberlain) una mujer divorciada que no busca compromisos, y Simon (Vincent Macaigne), un hombre casado quien le ha sido infiel, por primera vez, a su esposa. Lejos de mostrar algo sórdido, se aprecia un relato en el que la infidelidad termina derivando en una serie de discusiones y reflexiones que muestran que la traición sentimental está más enlazada en compartir una serie de sentimientos y experiencias. Es más, las escenas de cama quedan fuera de plano.
Emmanuel Mouret se consolida como sucesor espiritual de Woody Allen
En cierta forma, puede interpretarse a 'Crónica de un amor efímero' como un apéndice de lo que fue 'Las cosas que decimos, las cosas que hacemos', dado que ahonda en la aventura de los dos protagonistas. Es fascinante cómo Mouret, quien firma el guion junto con Pierre Giraud, explora cómo la aparente ligereza de la infidelidad se tuerce en algo más profundo que ninguno de los amantes se atreve a confesar, provocando así que el juego banal del inicio se tuerza en algo más serio.
Y ahí, Mouret es un experto. También atrapan los diálogos intelectuales entre Charlotte y Simon, de cómo parlamentan sobre arte, cultura o temas sociales. Todo en medio de salas de exposición, bistrós y cafés parisinos, que convierten a la capital francesa en una cómplice de esta deslealtad conyugal, provocando así también que el público sea el otro partícipe de este desliz.
Por otro lado, es imposible no dejarse llevar por este idilio gracias al savoir-faire de su tándem protagónico. Vincent Macaigne es un habitual del cine de Mouret y este sabe cómo convertirlo en el clásico hombre incapaz de tomar una decisión, lo que provoca una frustración personal que se evidencia cuando no puede reconocer que siente algo más por Charlotte. La que brilla espléndidamente es Sandrine Kiberlain, en un personaje atípico que hay que aplaudir, al ser una mujer con las ideas claras.
'Crónica de un amor efímero' es un perfecto ejercicio de mantenimiento de un cineasta que parece haber encontrado ya su equilibrio. Un relato con ese encanto propio de las historias de enredos y conflictos sentimentales envueltos en ese toque intelectual y burgués propio del cine galo. Como si fuese una copa de vino de un Burdeos crianza, se deleita poco a poco, dejando un poco profundo y disfrutón.