El nombre de Sergei Polunin fue habitual en los titulares de los informativos y tabloides británicos por los motivos equivocados. Las sucesivas polémicas surgidas alrededor del bailarín principal más joven de la historia del Royal Ballet de Londres le granjearon el apodo de "chico malo" del ballet, hasta que en febrero de 2015 su coreografía de 'Take Me To Church' de Hozier se hizo viral. El vídeo, que a día de hoy cuenta con 20 millones de visitas en Youtube, (re)descubría a un artista tan asombroso como torturado, que al liberarse de la rigidez de su profesión por fin encontraba una manera de compartir su angustia a un público que sabría apreciarle mejor que el de la televisión rusa, donde tras su insólita marcha del Royal Ballet se había convertido en la estrella de un reality de talentos que no estaba a la altura del suyo.
En consecuencia, no parece casual que la primera escena de 'Dancer' sea un fragmento del vídeo dirigido por el rompedor fotógrafo y realizador norteamericano David LaChapelle, amigo íntimo del bailarín ucraniano y uno de los principales culpables de su renacer artístico. Concretamente el instante final tras la actuación, donde vemos a Polunin arrodillarse con la mirada perdida, agotado, rendido. Un gesto de derrota que también escondía cierto alivio, ya que aunque finalmente se arrepintiera, tenía decidida su retirada después del rodaje para dedicarse a estudiar interpretación en Los Ángeles. ¿Cómo llegó a este límite una de las grandes promesas del mundo del ballet? Esa es la pregunta que trata de responder el documental dirigido por Steven Cantor, que recorre su vida mediante una ingente cantidad de material de archivo y entrevistas con sus familiares, compañeros y amigos.
El duro camino al éxito
La tesis que plantea la película para explicar el trauma que sacudió a Sergei Polunin cuando alcanzó el éxito se asemeja demasiado a una decisión de guionista, la clase de coartada cinematográfica con la que empatizar fácilmente con el espectador, evitando así sus claroscuros y su convulsa inquietud artística. Podemos imaginar su historia, la de una familia que sacrificó todo, incluso a sí misma, para que su hijo de ocho años alcanzara el éxito. Su madre se mudó a Kiev con él, aunque posteriormente le dejaría solo en Londres, su padre se marchó a Portugal para trabajar y su abuela hizo lo propio hacia Grecia con el fin de costear su educación. Esta circunstancia, sus largas temporadas distanciados, probablemente fuera el motivo por el que decidieran registrar sus clases y progresos como bailarín con una cámara. Imágenes que cobran ahora un notable valor documental y que nos permiten atisbar su evolución personal y artística de forma genuina, pero que Steven Cantor integra de manera poco arriesgada y convencional, abusando de la banda sonora y las declaraciones de sus familiares como hilo conductor dramático.
La particularidad de 'Dancer' reside en que pese a que Sergei Polunin haya sido considerado un rebelde iconoclasta en un mundo tan tradicional como el del ballet, merced en gran medida a sus innumerables tatuajes, entre ellos varias marcas de cicatrices en el pecho y el Joker de Heath Ledger en el hombro, en cambio nos es presentado como un chico inocente y tímido, consciente de su talento pero en busca de su auténtica forma de expresión. El problema es que Steven Cantor no llega a profundizar en sus motivaciones artísticas ni conflictos interiores, evita exponerle y reserva a nuestro protagonista a un extraño segundo plano. El mismo lugar al que margina la danza, que pese a su dureza y la estricta preparación que requiere, Polunin reconoce no podría abandonar "por ese momento en el que te suspendes en el aire". Una sensación que el documental nunca se esfuerza por transmitir en sus imágenes, carentes de la rigurosa planificación del ballet y alejadas de la vanguardia de la danza contemporánea.
Como señala acertadamente Gia Kourlas en su crítica publicada en The New York Times, cabe entonces preguntarse si el auténtico protagonista de 'Dancer' es el propio Sergei Polunin o si en cambio se trata del video que le lanzó a la fama y convirtió en un icono, incluido de forma íntegra en el punto más álgido del metraje. En ese sentido, no cuesta interpretar el documental como un vehículo con el que relanzar su carrera y edulcorar su pasado, atravesando de puntillas por sus adicciones y su comportamiento errático y poco profesional. El fin no es otro que el de reforzar su provocadora figura, vendiendo esa imagen de forma lucrativa. No en vano, a partir de ahora le veremos de forma asidua en pequeños roles para la gran pantalla. De momento tiene pendiente de estreno 'The White Crow', biopic del legendario bailarín Rudolf Nureyev, la nueva versión de 'Asesinato en el Orient Express' dirigida por Kenneth Branagh y 'Red Sparrow'. La leyenda ya está impresa, ahora es el momento de hacerla volar.
Nota: 5
Lo mejor: El ingente material de archivo del que se nutre el film, que nos permite ver crecer y evolucionar a Sergei Polunin desde su infancia hasta la actualidad.
Lo peor: La inevitable sensación de que el documental obedece a una estrategia de marketing para relanzar su carrera.
- Año: 2016
- 85 min. Reino Unido Documental Drama Música
- Reparto: Steven Cantor Sergei Polunin