'Perdida' fue uno de los títulos de la última temporada, y no fueron pocos (entre los que me incluyo) los que hablaron maravillas de aquel, destacando no solo la labor de David Fincher o la de Rosamund Pike, sino también la del rara vez defendido Ben Affleck y una desconocida para el gran público, Gillian Flynn, la autora del libreto y de la novela en que se basaba.
Tantos elogios a la escritora hicieron que, aparecida una nueva adaptación de su obra, 'Dark Places', rápidamente se despertara nuestro interés. Más aún cuando en su reparto, encabezado por Charlize Theron, encontramos nombres como los de Nicholas Hoult o Christina Hendricks. Craso error.
No nos vamos a ir por las ramas. 'Dark Places' es una propuesta fallida. Cuando el guion no funciona, como es el caso, ni el cásting más llamativo puede levantar el proyecto. La historia tiene un planteamiento de lo más interesante, y propone algunas ideas bastante atractivas, pero todo resulta tan forzado e inverosímil que por momentos parece que sus responsables se están riendo del espectador, especialmente con un desenlace sin pies ni cabeza.
La pereza del artista
Gilles Paquet-Brenner, el director de la cinta, es un tipo siempre a la caza de novelas que adaptar a la gran pantalla y que rara vez logra resultados óptimos. Bien es cierto que desde 'La llave de Sarah' (lo más interesante de su filmografía), han pasado cinco años, pero ahí sigue.
La película nos presenta a Libby, sobreviviente de una masacre en su casa que, muchos años después, accede a ayudar a un grupo de frikis de los asesinatos para descubrir la verdad de su caso, ya que existen ciertas incongruencias. Como decíamos, hay varios puntos de interés en su premisa inicial: desde la figura protagonista, una mujer atormentada que ha de revivir una traumática experiencia de la que solo guarda los recuerdos de una niña pequeña, a esa búsqueda de la verdad con la dificultad agravada de que han pasado varias décadas desde que acontecieron los hechos.
El principal problema de la película es que no resulta creíble. No se cree ni a sí misma. Pongamos como ejemplo uno de los conceptos más locos y atrevidos que tiene el film: una convención de crímenes y asesinos en serie. Emulando cualquier convención sci-fi o comiquera (tipo Expocómic aquí en España o la Comic-Con de San Diego, EEUU), en 'Dark Places' se nos vende este evento que reúne a fans de este tipo de asuntos, con sus coloquios, recreaciones y demás actividades. Pero nos lo presentan como algo clandestino y vergonzoso, se mantiene en secreto y tiene lugar en un espacio oscuro y tétrico. Libby, como estrella invitada de la convención, atenderá a los fans en una suerte de conferencia o mesa redonda. La acción se traslada a un escenario plenamente iluminado y que se asemeja a unas oficinas. Y lo que tendría que ser algo más o menos divulgativo, con sus preguntas y respuestas para satisfacer la morbosa curiosidad, se convierte en un tercer grado en toda regla, con la protagonista acosada y acusada por sus interlocutores.
Concretando: se nos vende la idea de un evento inofensivo para amantes del misterio y lo que vemos es un club de perversión. La protagonista va a relatar su experiencia a los presentes y se ve envuelta en juicio contra ella. El director y guionista va dando palos de ciego. No resulta creíble porque no sabe hacia dónde va y sus propuestas argumentales son, cuanto menos, rocambolescas. Este ejemplo de la convención, sirve para ilustrar la tónica general de la cinta. Y es que el villano, literalmente, es alguien que pasaba por allí.
'Dark Places' quiere ser tan enrevesada para así enganchar a los seguidores del género y quedarse con todos que al final lo único que logra es desconectar a ese mismo público; olvida la historia y se obsesiona con sus trucos narrativos.
Quizás lo más reseñable de esta propuesta, por acabar con una nota positiva, sea el personaje interpretado por Christina Hendricks, Patty Day. La madre de Libby presenta unas circunstancias personales que bien darían para un convincente drama humano, con un contexto idóneo para profundizar en los grises de una familia desestructurada y una sociedad desesperanzada. Lástima.