Un clímax innegable, de esos que provocan la revaluación de toda la película, es lo más característico de 'John Wick 4', cuya última secuencia de acción se corona a base de carga metafórica, trasfondo emocional y atractivo visual. Pero el viaje hasta ese punto no carece de altibajos en lo que al ritmo se refiere, y sufre con un argumento construido citando a la Alta Mesa pero manteniendo su impunidad, lo cual resulta un tanto decepcionante. Estos elementos controvertidos dentro de la construcción narrativa de la película se compensan, eso sí, con unos cuerpo a cuerpo más que estimulantes y una acción enfocada desde el sentimiento de culmen de la franquicia.
Es tremendamente destacable el trabajo de Donnie Yen y Hiroyuki Sanada, incorporaciones cuya maestría brilla por encima de todo lo demás. Es un absoluto placer verles ejecutar una coreografía a la que no le pueden sacar más jugo. Su trabajo en equipo es excelso, pero lo más llamativo es cómo mantienen un estilo propio aún inmersos en el ojo de la pelea, siendo sus personajes una adición de lujo.
Sanada encarna a Shimazu, el dueño del Continental de Osaka, uno de los escenarios mejor planteados y que cuenta además con Rina Sawayama en la piel de Akira, hija de Shimazu y conserje del hotel. Sanada tiene su experiencia como herramienta, una carrera centrada desde mediados de los 60 en plasmar debidamente las artes marciales en el cine, lo cual contrasta con el saber hacer de Sawayama, cantante cuyo primer papel con chicha es este que encarna en 'John Wick 4'. Es fascinante hasta que punto da Sawayama en el clavo teniendo en cuenta su falta de recorrido en la pantalla, cualquiera diría que los escenarios son la mejor escuela de interpretación.
En cuanto a Yen, este actor se mueve a otro nivel en parte por los pormenores de su Caine, pero también por ese empeño que asegura haber puesto en apuntalar a dicho personaje desde una huida de los estereotipos. Cuando dijo sí al papel pidió que nada de llamar a su asesino "Shang o Chang" y que el vestuario debía ir en la línea de la saga, no de lo típicamente esperado en los perfiles asiáticos. Con esa occidentalización y una actuación inmejorable desde el punto de vista de la ceguera de Caine, Yen se corona incuestionablemente. Además, precisamente por la mencionada discapacidad visual, sus secuencias de acción son excepcionalmente espectaculares, con una representación sólida de esa manera de luchar supeditada a una falta de visión, y un uso inteligente de los gadgets, en su justa medida.
Cerrando los acertados nuevos fichajes, Bill Skarsgård y Shamier Anderson representan a un par de jugadores cuyo estilo dentro de la cuenta atrás que tiene a Wick luchando por su vida, no tiene nada que ver con una lucha de tú a tú. Tracker, asesino a suelo encarnado por Anderson, presume de una habilidad especial para dar caza a sus objetivos y cuenta con un icónico as en la manga: su perrita. Este recurso, que podría haberse percibido como facilón, se construye con tiento resultando en un aporte interesante a la persecución, un precioso guiño a la saga y para los fans, y una conexión imprescindible entre Tracker y Wick. La dinámica entre el mercenario de Anderson y su leal acompañante funciona tan bien dados los requerimientos de una película de este estilo, que este personaje pide más tiempo en pantalla (como pasa igualmente aunque por otros motivos con la Akira de Sawayama).
Por su parte Skarsgård hace el trabajazo que tiene que hacer sacando partido a su puntito siniestro y compensando ese planteamiento un tanto insulso en torno a la rebelión frente a la Alta Mesa. Su villano se presenta de la mejor forma, y de dicha introducción bebe el Marquis de Skarsgård hasta el final, retratándose como un antagonista tan letal como arrogante que trata de compensar con dinero y músculo a sueldo algo que no se puede comprar: la agudeza mental de su verdadero rival en esta cuarta entrega. Y es que mientras Wick se pasa todo el film con una diana en la espalda, con quién verdaderamente se bate Marquis es con Winston, veterano de la saga ante el que se hace justicia.
Lance Reddick en la piel de Charon y bastante más Ian McShane como Winston, se enfrentan en el arranque de la película a una pérdida inconmensurable, elemento clave dentro de las motivaciones del personaje de McShane que termina buscando venganza por agravios mucho más serios. Así, con el Rey del Bowery (Laurence Fishburne) enfadadísimo por lo suyo, y Winston sobrepasando el límite de su paciencia, uno esperaría un fuerte golpe encima de esa Alta Mesa a la que verdaderamente no termina de afectarle el conflicto. Esta es precisamente la parte menos sólida del argumento, que no acaba de sacudir en condiciones a los máximos exponentes de este mundo de asesinos pensando en, ¿los spin-offs? ¿La continuación de la saga?
Todo más y, ¿mejor?
La acción, elemento primordial de 'John Wick' que ha convertido en icónica su aportación al género gracias a la originalidad, brutalidad y consistencia de sus secuencias a lo largo de toda la franquicia, se perfila pensando en ese más y mejor asociado a las continuaciones. Construyendo sobre sus casi 10 años de presencia en la gran pantalla, varias piezas espectaculares vertebran 'John Wick 4'.
Mientras algunas funcionan prácticamente como un reloj, otras abusan de esa suspensión de la credibilidad que no llega a funcionar del todo cuando se extiende al entorno de Wick, pero todas sufren en mayor o menor medida como consecuencia de un ritmo irregular víctima de esa generosidad con las duraciones que se ha puesto tan de moda. 2h 49min se toma Chad Stahelski para desarrollar argumental y visualmente una historia que, según él, necesita ese tiempo, pero que a la hora de la verdad pide recortes.
Pide tijera especialmente en las grandes secuencias que, unido a su espectacularidad, vienen con decisiones creativas difíciles de abrazar. La representación de todo lo que rodea a Wick y sus perseguidores tanto en la pieza principal ambientada en Berlín como en la rápida y furiosa situada en Paris, pide un salto de fe incómodo, algo nuevo dentro de la saga.
Se siente la presión asumida por Stahelski a la hora de ser original visual y coreográficamente hablando, lo que denota un éxito moderado en ambos campos, por mucho que el diseño de producción siga siendo una maravilla. Hay tiros de cámara que lo mismo fuesen espectaculares en su cabeza y planos que David Leitch, que fuera productor y especialista en la saga, ha enfocado mucho mejor en sus desventuras alejado de Wick, como 'Atómica'. Lo que conceptualmente hablando quizá no era mala idea, no acaba de fluir a la práctica en algunos casos, como un llamativo cenital que saca bastante del film. En lo relativo al libreto, lo peor es el planteamiento del conflicto con la Alta Mesa, pero en general se echa en falta a Derek Kolstad, guionista que esta vez se ha quedado al margen.
Keanu y un clímax perfecto
Definitivamente, con sus aciertos por delante y sus fallitos en el retrovisor, 'John Wick 4' queda por encima de nuevo gracias a Keanu Reeves y muy distintivamente de la mano de su clímax, resolución del arco con la que se conquista inexorablemente al espectador porque no solo supone una guinda a esta película, sino a lo recorrido en toda la saga.
Reeves encaja otra vez los golpes como solo John Wick sabe, dándolo todo cuando no queda otra y cargando con el peso del dolor y los años en los brevísimos momentos de descanso. Su figura como hombre de pocas palabras se mantiene, lo que acentúa el considerable aumento de la cháchara en otros personajes sobre los que cae el peso de esa trama con la Alta Mesa que pasa por repescar el pasado de Wick con la Ruska Roma. La mitología que tanto interesa a Stahelski queda relegada a un segundo plano ante el gancho mucho más firme de otros elementos de la película que, lógicamente, se siente más cómoda abrazando ese lenguaje tanto físico como violento.
Cierto es que mientras las normas y devenires de la Alta Mesa flojean, las conexiones entre los personajes, ancladas en en el plano emocional tirando de elementos como el respeto o la admiración, se plantean con mucho más gusto, lo cual ayuda a la última gran secuencia de acción y al tenso clímax. Estructurada en torno a la subida de la calle Foyatier, ampliamente recorrida por conectar Saint-Pierre con el Sacré-Coeur, dicha escena es un regalo absoluto para los fans que gozan a la par de un uso inteligente del escenario natural que supone la ciudad del amor para este film, y de la mezcla de motivaciones e intenciones que se han planteado a lo largo de la historia y se atan de cara a la despedida.
Del desenlace es mejor no mencionar nada. Con decir que la elección creativa que lo sostiene es redonda, justa, emotiva y clave: es suficiente. De nuevo hay cierto detalle de composición que podría estar algo más cuidado, pero es un asunto anecdótico que se olvida bajo el peso conmovedor del instante, un momento visualmente precioso que reitera el marco de excepción que supone París a la par que recuerda cuan mágicos pueden llegar a ser los finales cinematográficos. Un cierre para vivirse en los cines, sin duda.
'John Wick 4' es la primera entrega de la saga que ha apostado por incluir una escena post-créditos, y se estrena solo en cines el próximo 24 de marzo.