CRÍTICA

'María Callas': La resurrección y la vida de una mujer atrapada

Angelina Jolie protagoniza el remate de la 'Trilogía del poder femenino' de Pablo Larraín, un biopic que revive a la soprano María Callas en sus últimos días de vida en París.

Por Juan Pablo Bargueño Galeano Más 7 de Febrero 2025 | 10:10
Redactor y crítico en constante aprendizaje. El cine me ha enseñado a vivir.

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Angelina Jolie en 'María Callas'
Angelina Jolie en 'María Callas' (Diamond Films)

Las trilogías heterodoxas abundan en la historia del cine y, por regla general, resultan más memorables que las convencionales. Sergio Leone se ganó un hueco en la eternidad con la 'Trilogía del dólar', Park Chan-Wook redefinió el género de la vendetta con la 'Trilogía de la venganza', Paul Schrader actualizó los códigos de la salvación bressoniana con la 'Trilogía de la redención' e Ingmar Bergman manifestó su propia crisis espiritual con la 'Trilogía de la fe'. Ahora, Pablo Larraín pasa a formar parte de esta tendencia autoral con su particular conjunto de obras desheredadas sobre mujeres en el poder que culmina con 'María Callas', un biopic de la soprano más encumbrada del mundo.

'María Callas' supone uno de los papeles más interesantes de Angelina Jolie, que se desenvuelve con grandeza como La Divina
'María Callas' supone uno de los papeles más interesantes de Angelina Jolie, que se desenvuelve con grandeza como La Divina (Diamond Films)

Sus antecesoras, 'Jackie' y 'Spencer', se centran en la maldición de la desposesión del poder de figuras femeninas históricas del ámbito político. Sin embargo, en 'María Callas' la tragedia nace de la belleza y el talento de quien fuera bautizada como "La Divina". Entre mitos y leyendas, Callas, a la que da vida Angelina Jolie, vive sus últimos días en una lujosa casa de París. Crecen los rumores de su regreso al escenario, aunque sus problemas de salud y los años inactivos supondrán un desenlace anunciado por el recuerdo febril de una vida proverbial.

La vida de Callas está eclipsada por la incertidumbre del rumor. Por esta razón, la película, que se estrena el 7 de febrero en cines, comienza con la única certeza de su historia: la muerte de la operista. Con esta decisión surge el milagro de la resurrección, bendito sea el montaje cinematográfico, y se invoca a la artista, que se presenta a través de un canto de otro mundo. Así, con la manifestación de su poderoso aliento, una explosión de memorias desordenadas ilustran la grandeza de una deidad obligada a revivir su tragedia.

En este fenómeno, Larraín ejerce sus cualidades nigrománticas y consigue colarse en el flujo de las vivencias de Callas, donde intenta poner orden a las razones de su desdicha. De esta forma, el director chileno se topa con tres distinguidos escenarios que conforman al filme: el de los recuerdos, el de los sueños y el de la realidad. En el primero las imágenes son delatoras de la poca precisión y credibilidad de la mente, divagando con una libertad evocadora del estilo contemporáneo de Terrence Malick y sirviéndose del blanco y negro, o de distintos formatos como el 16mm y el Super 8mm.

Larraín explora las desdichas de María Callas a través de la memoria, los sueños y la realidad
Larraín explora las desdichas de María Callas a través de la memoria, los sueños y la realidad (Diamond Films)

Por otro lado, en el escenario del sueño, correspondiente a las alucinaciones provocadas por la medicación de Callas, se exploran los códigos del musical con intensas piezas donde la banda sonora, compuesta por una exuberante selección del instrumental más reconocible de la cultura operística, es capaz de despertar emociones reprimidas. Además, el desenfreno y la locura provocados por el Mandrax están a la altura de los sueños de Guido Anselmi en 'Fellini, ocho y medio', en los que abundan el descontrol y la ironía trágica. Larraín retoma la narrativa del artista en crisis y parte de las ensoñaciones, como lo haría Federico Fellini, para adentrarse en lo más profundo del personaje; en su verdaderas motivaciones y arrepentimientos.

De hecho, es en lo onírico donde Callas se desnuda ante el espectador con sinceridad, mientras que en los recuerdos y en el presente deambula como un fantasma inalcanzable; un reflejo lejano. Su porte, aferrado al mito, es poseído por la excelencia de Angelina Jolie, quien somete a la cantante a una versión afable de Norma Desmond. No le hace falta, pero aquí, en el que podría ser el papel de su carrera, la actriz estadounidense vuelve a demostrar por qué es una estrella de cine (en otra época Jolie habría sido inspiración para el mármol de templos y estatuas, y anhelo de héroes y dioses). Es capaz de ser vulnerable y, al mismo tiempo, desenvolverse con dignidad y escepticismo ante la altanería que le rodea. Incluso, dota de gran complejidad al trastorno final de Callas, al que transforma en una especie de mecanismo de defensa contra la crueldad del mundo. Y es ahí, en lo irreal, donde Jolie se deshace de las caretas y se hunde con intensidad en un estallido de emociones frustradas.

En el reino de la realidad

Resistirse a la dolorosa verdad de la vida, aquella que señala con malicia el hecho de que son más abundantes las desventuras que los paroxismos hedonistas, puede ser una necedad o, con mayor probabilidad, una táctica inteligente. Sea como fuere, para Callas, al igual que para cualquiera de nosotros, la realidad es imperfecta. En particular, la soprano greco-estadounidense arrastra una mala relación con su familia, su matrimonio es infeliz y el hombre del que se enamora opta por casarse con Jacqueline Kennedy. No obstante, aunque estos episodios están presentes en la película, carecen de la profundidad necesaria. El poco riesgo del guion de Steven Knight y la aséptica aproximación de Larraín no consiguen hender entre las líneas de la prensa del corazón.

Es innegable que se aborda con respeto el desenlace de Callas, pero su representación de la cotidianidad inscribe a la cantante desde una distancia tan lejana que es imposible dar con la respuesta de lo que ya era un misterio. Este aspecto concluye con la difuminación de la figura de Callas, siempre encuadrada en ventanas, entre pilares y marcos de puertas, como si su imagen mitológica le persiguiera incluso en la soledad de su casa. Callas lamenta ser alguien que no puede escapar de su propio relato a pesar de tenerlo todo y, aun así, Larraín se las apaña para que tampoco lo pueda hacer en la cinta.

En 'María Callas', Pablo Larraín encuadra a la diva de la ópera desde una distancia demasiado prudente
En 'María Callas', Pablo Larraín encuadra a la diva de la ópera desde una distancia demasiado prudente (Diamond Films)

Como resultado, 'María Callas' regresa al punto de partida sin nada que ofrecer. Muere al principio, muere al final, y su regreso a la vida, convertido en una simple excusa para echar la vista atrás por última vez, se dirige, relamiéndose, hacia su particular Vía Dolorosa. Podríamos estar ante un capricho divino con estilo y gracia; un experimento emocionante que, llegado a su punto final, sucumbe ante la inacción de su imaginador.

6
Lo mejor: El ingenioso tratamiento narrativo del reino de los sueños y las alucinaciones de Callas, y el trabajo sublime de Angelina Jolie.
Lo peor: El guion de Steven Knight, carente de riesgo, y, en ocasiones, la fría aproximación de Larraín a la figura mitológica de Callas.