'Tenet', esa experiencia diferente, novedosa, con un pie en el futuro y otro en la actualidad, supone un reto para el espectador y se transforma en una película completamente distinta una vez pasa a formar parte del imaginario de cada uno. Esto, unido a la impresionante pirotecnia visual, la convierte en una propuesta única y en un paso más tanto para su director, Christopher Nolan, como para el cine en sí. El argumento, ambicioso como pocos pero nada lastrado por ese ego de autor tan inherente a la mayoría de los mejores cineastas de cada generación, está planteado y desarrollado por Nolan en su totalidad y esto es una de las cosas que más sorprenden.
Donde uno podría imaginar una sala entera de guionistas y consultores planteando las líneas temporales para que la cosa quede concisa y entendible, tenemos a Nolan en soledad (con el visto bueno del físico Kip Thorne sobre el guion terminado), ni siquiera en compañía de su hermano Jonathan Nolan, como ocurriese en 'Interstellar'; trazando ese camino imposiblemente enrevesado que recorremos de la mano de un John David Washington, actor que da vida a un personaje que la mitad del tiempo está tan confuso como el espectador, y que además reacciona ante ese no entender nada como a Nolan le gustaría que reaccionase su público: dejándose llevar.
Es hasta cómico, sobre todo en retrospectiva, cómo este cineasta saca una vena autoconsciente muy poco propia de él, para hacerse cómplice del espectador con una línea de diálogo, directamente. "No intentes entenderlo, siéntelo", le dice la científica interpretada por Clémence Poésy al personaje de Washington en la única escena en la que vemos a esta actriz.
Las explicaciones son breves porque la acción es trepidante, algo que genera confusión y, ¿llega a frustrar? Esto depende de cómo lo enfoque cada uno. El que haya seguido la filmografía de Nolan sabrá que con 'Origen' ya nos quiso generar debate a la salida del cine, con 'Interstellar', apostó por una desorientación durante y un debate posterior más centrado en gustos que en incógnitas, y ahora con 'Tenet' la cosa se complica aún más. Durante no da tiempo literal a dar demasiadas vueltas al asunto, de hecho el ritmo de la película invita a disfrutar de la espectacularidad cinematográfica nacida de esa propuesta invertida y a ir captando pistas.
Los guiños, absolutamente visuales, son como pequeñas cintas rojas señalando el camino en un bosque poblado. Mientras estas inmerso en la acción no tienes ni idea del recorrido que estás haciendo, no hay perspectiva, pero cuando llegas a la meta y coges distancia, tu subconsciente te proporciona cada uno de esos hilos para que la visión de conjunto sea más nítida. Exactamente como sucede con 'Interstellar', pero un pelin más complicado porque la coexistencia de dos líneas temporales desarrollándose en sentidos opuestos, es un concepto que a la mayoría nos resulta tan ajeno, que es imposible que no te sangre el cerebro si lo piensas demasiado.
Ahora bien, nos enteremos más o menos durante el viaje, el planteamiento es nítido, algo que se aprecia especialmente en las interpretaciones de cada uno de los protagonistas. Los personajes están perfilados de tal manera que se comportan dentro de su propio recuadro en todo momento, sujetos a la información con la que cuentan y cómo la procesan. Resulta absolutamente admirable porque, teniendo en cuenta cómo el ser humano está diseñado para adaptarse y tiene ese instinto de supervivencia tan innato, no es difícil imaginar que en la vida reaccionaríamos así ante la situación: la inversión temporal está pasando, la entienda o no, ¿cómo encajo yo en el puzzle?
John David Washington es nuestro espejo, todo el rato corriendo hacia delante e intentando descifrar de qué va la vaina, Robert Pattinson es la incógnita y la sorpresa, de ahí que su característica poker face le venga como anillo al dedo al personaje, y Elizabeth Debicki se mueve entorno a un centro gravitacional propio: su hijo. Todo esto se entrelaza y funciona en su conjunto, pero lo hace precisamente porque cuenta con unos límites muy marcados. Luego ya lo de Kenneth Branagh es harina de otro costal (en el mejor de los sentidos) más por trasfondo del personaje que por interpretación.
Tan marcados están esos límites que los vínculos entre los personajes no terminan de formarse para el espectador hasta que uno no sale de la sala, lo cual afecta a la emotividad que, como pasa con el entendimiento, si llega, funcionará en retrospectiva. Todo está planteado de esta forma. Es como una película partida en dos. Cuando la estás viendo, te alucina el concepto y flipas enormemente con lo que supone, por ejemplo, para las peleas cuerpo a cuerpo o las persecuciones, las coreografías te vuelan la cabeza y te pasas las 2 horas y media entre alucinado y registrando información, viviendo algo que subraya lo potentísima que puede ser aún esa magia que solo se palpa en el cine. Entonces, cuando la montaña rusa acaba, sientes el impacto de todo lo que le ha pasado al protagonista y empiezas a responder preguntas. Es algo muy diferente a lo que estamos acostumbrados, pero precisamente eso es lo que lo hace tan merecedor de reconocimiento. Aquí las normas son otras. Pero es que además si al salir de la sala para ti no hay más lectura o no cambia tu concepto de lo que has visto, igualmente te has llevado un espectacular blockbuster, uno muy notable si se aprecia desde el punto de vista del entretenimiento.
Dos películas desde el punto de vista de la experiencia, pero a la hora de digerir, eso de compartimentar se agradece lo primero, y luego es genial porque permite apreciar más detalles. Al ir desgranando el recorrido de cada personaje de manera individual, se descubre más de lo que empuja a cada uno y cómo sus motivaciones funcionan cuál efecto mariposa. Además se hace visible el gusto de Nolan por redondear cada una de las piezas de su puzzle con pequeños detalles sobre los deseos de los personajes, tengan el protagonismo que tengan.
¡Cuidado SPOILER!
* No vamos a desvelar nada vital de la trama, pero si mencionamos un instante que puede cambiar tu concepción de la película.
La escena de la pizarrita
Menuda carcajada involuntaria. Qué momento más maravilloso y qué manera tan cómica de vacilar al espectador que no se está enterando de nada. Hacia el final de la película, un soldado interpretado por Aaron Taylor-Johnson se planta ante una pizarra para explicar a su batallón cuál será la estrategia en el campo de batalla. Flechas, circulitos, aspas, línea pa' arriba, línea pa' abajo... Todos los miembros de la misión se están enterando menos, como no, El Protagonista. El personaje al que da vida David Washington, al que efectivamente en una apuesta nada sutil se hace referencia como El Protagonista, lo está flipando como tú o más. O sea, no se entera. Pero lo mejor es que luego va a preguntar a Taylor-Johnson a ver si pilla un poco más la onda, y el jefe de la misión le contesta que si no va a captar el concepto pa' qué va. Glorioso ese instante que abre la puerta a la escena más enrevesada de la película, una secuencia bélica como nunca antes habíamos visto en la que los acontecimientos se desarrollan a la vez en dos sentidos temporales opuestos.
Es el camino al climax más nudoso y extraño que uno se pueda imaginar. Y luego llegas a esa escena cumbre y ahí es cuando todo empieza a verse algo más claro. A la vez te da por pensar en que 'Tenet' es un palíndromo y en que este experimento fascinante de Nolan alcanzaría la absoluta perfección si este cineasta nos da una segunda película desde el punto de vista de Pattinson. O-ja-lá. También nos la podemos montar en nuestra cabeza intentando digerir semejante viaje.
Nolan es único, para bien o para mal, por lo que si dos horas y media de confusión y acción trepidante no es algo que te llame, esta película no es para ti. Eso si, si te van las nuevas experiencias cinéfilas y tienes paciencia y ganas de darle al coco, prepárate, 'Tenet' es mucho, mucho en su justa medida.
Nota: 9
Lo mejor: Lo espectacular visualmente hablando que es el concepto de las líneas temporales invertidas y lo que da de si para debatir. Una gozada.
Lo peor: Que la confusión pese y te ponga de los nervios no enterarte de nada; o que alguna escena de acción se te haga larga simplemente porque quieres avanzar en la trama para responder incógnitas.