Un policía que lleva años dejándose consumir por la culpa, se lanza a dar caza al criminal que ha marcado su carrera cuando un nuevo asesinato revive el caso. Así podría resumirse (mucho) 'Destroyer: Una mujer herida'. Ahora cambiemos ese policía por una Nicole Kidman soberbia en la piel de este personaje que bien podría haber caído en las manos del mejor Al Pacino... La historia es tan diferente que asusta. Empezando por la esencia de esta grandísima actriz que no representa un papel masculino en la piel de una mujer afeada para la ocasión, sino que abraza toda la brutalidad del corazón y la determinación femeninas que encajan como un guante en este personaje que hasta hace dos días habría sido para un hombre.
La detective Erin Bell (Kidman) es un desastre que se mueve dando tumbos entre el alcohol y la falta de sueño. La cosa cambia en el momento en que reaparece un criminal con el que lleva años queriendo saldar cuentas. Es entonces cuando su meta se vuelve clara y todo comienza a precipitarse hacia el final. O hacia un final, el que sea. Así la historia comienza a dar saltos en el tiempo mientras se choca con todas las esquinas, bastante en la línea de su protagonista, que aprovecha cada rincón de esa sala en la que parece estar solo ella para brillar. Y claro, fascinante es el adjetivo que destaca por encima de todos los demás porque ver a Kidman, a sus cincuenta y dos años, dejándose la piel en un papel sin límites, con todas las aristas posibles y alguna más, es un goce indescriptible; sobre todo si recordamos que hasta hace dos días la fecha de caducidad de las interpretes y su acceso a ciertos papeles era como para despertar, ciertamente, una vena destroyer incontrolable.
La Erin de Kidman es tan peculiar como excesivamente demacrada en un intento de subrayar las consecuencias del paso del tiempo cuando uno se deja ir, algo que no daña su interpretación pero tampoco la eleva, como verdaderamente deberían hacer las prótesis en estos casos. Eso sí, la determinación de la actriz es tan brutal que nada ensombrece su propuesta, que funciona a la perfección gracias también a la dirección sólida e inteligente de Karyn Kusama, una cineasta que sabe aprovechar a la increíble intérprete que tiene entre manos para abrazar los planos cortos a modo de contención ante tanto salto temporal.
Y es que al final la historia, firmada por Phil Hay y Matt Manfredi, no es más que un thriller con giro inesperado incluido que gana en la piel de su estrella, como no, y en lo tangible de su violencia. Este es un punto muy a favor de 'Destroyer' porque contrarresta completamente el efecto torpe de la prótesis y ayuda a Kidman a reforzar la humanidad de su personaje.
Especial mención merece en este apartado la simple existencia del personaje interpretado por Tatiana Maslany, Petra, una mujer que también lucha en un mundo de hombres pero desde una posición completamente opuesta a la de Erin. Es maravilloso presenciar la pelea encarnizada entre ambas, pero aún mejor es verlas rendirse ante las consecuencias del maltrato que han sufrido a manos de Silas (Toby Kebbell), una que creyó haber escapado a sus garras sin llegar a superar nunca el trauma; y la otra consciente de que es un juguete roto. Esa mirada perdida tras el abuso que muestra Petra y ese fuego que obliga a Erin a seguir escapando hacia delante, representan dos fases de la desintoxicación de una manera indirecta pero muy efectiva. En este sentido el guion de Hay y Manfredi funciona, algo que destaca en la desorientación que transmite la película en su nudo, y se une al atractivo de la estructura de la cinta, que se redime justo al final en un momento tan tardío que no termina de asentarse como para encandilar al espectador.
Un estilo a considerar
Pocas ínfulas y mucho talento luce Kusama, en un papel aplaudido de manera habitual cuando lo encarnan sus colegas masculinos, que en este caso para ella ha pasado sin pena ni gloria. Ese es el nivel de pérdida de interés que ha sufrido Destroyer a lo largo de una reñida carrera de premios que, reiteramos (lo contamos en un artículo acerca de la candidatura a Mejor Dirección), sigue rindiéndose únicamente ante la genialidad y mediocridad masculinas. Sus indirectos y recurrentes guiños al ocaso y ese papel de acompañante, de testigo, que adopta la cámara en todo momento, se convierten en un vehículo generoso con Kidman, que como veterana de la labor, lo aprovecha de manera más que notable.
Al lado de Kidman y Maslany, el personaje idealizado de Sebastian Stan, cuya romantización se destaca en la caricia de cada plano, funciona como puerta a otro rincón del corazón de Erin, encarnando el lado más sentimental de este personaje, base al final de todo lo demás: su deseo de venganza, su ansia de redención, su determinación inquebrantable. Stan sabe cual es su papel y aporta lo que tiene que aportar a su compañera de reparto, apuntalando el protagonismo absoluto de Kidman sin intentar brillar por su cuenta. Esta es una de las cuestiones que marcan la diferencia: la manera en la que el amor termina mutando en tantas otras cuestiones. El amor como gasolina para el ansia de sangre me parece perfecto para este tipo de personaje, y fluye de manera muy natural cuando va de la mano de una psicología femenina.
En definitiva 'Destroyer' si flaquea lo hace de guion a medio camino, pero esto no tendría que influir en el reconocimiento de dos mujeres que hacen un trabajo notable en el caso de Kusuma y sobresaliente en el de Kidman.
Nota: 7
Lo mejor: Kidman. A pesar del afeamiento poco acertado.
Lo peor: El nudo de la película y que se haya desinflado en la temporada de premios.