Durante un tiempo Peter Berg no demostró ser más que un realizador efectivo a la espera del siguiente blockbuster libre. Tras encadenar las cuestionables 'Hancock', 'La caza del reino' y la especialmente irrisoria 'Battleship', apenas se postulaba como un innecesario relevo de Michael Bay dentro del negocio. En cambio, a continuación adaptó con 'El único superviviente' y 'Marea negra' sendos hechos reales que nos permitían vislumbrar el potencial de un cineasta con discurso propio, un artesano entregado a sus historias de forma vehemente y rigurosa, aunque fuera a costa del maniqueísmo de sus personajes o de escupir un mensaje sin aristas. Pulidos esos defectos y aumentando considerablemente sus virtudes, con su última película culmina esta etapa creativa, 'Día de patriotas' ofrece razones suficientes para creer que su exhaustiva reconstrucción del atentado de la maratón de Boston de 2013 es uno de los proyectos surgidos de Hollywood más estimulantes y atípicos del año.
La estrategia narrativa y el dispositivo cinematográfico que lleva a cabo Peter Berg resultan dignos de mérito. No solo por saber distanciarse de las convenciones y transmitir una autenticidad insólita en una película de sus características, sino por insuflar emoción a lo que no deja de ser un gran homenaje a la ciudad de Boston, de la que Mark Wahlberg es uno de sus hijos predilectos. Es la tercera ocasión consecutiva que el actor y el director de 'Very Bad Things' colaboran, y aunque su protagonismo es compartido en el seno de una historia coral (junto a Kevin Bacon, John Goodman, Michelle Monaghan o J.K. Simmons, entre otros), al mismo tiempo su presencia cobra mayor relevancia como símbolo, dado el sentimiento de respeto y admiración que guarda entre sus conciudadanos y por evocar a todo el cuerpo de policía de Boston y sus habitantes.
Una minuciosa reconstrucción del atentado
El gran acierto de 'Día de patriotas' es ofrecer una mirada impresionista a los hechos reales, que aborda con enorme precisión y fidelidad. Pero también hacia las vidas de aquellas personas involucradas en el atentado, formando un caleidoscopio de los héroes anónimos, las víctimas e incluso de los culpables, los hermanos de origen checheno Tamerlán y Dzhojar Tsarnaev que hicieron explotar dos artefactos caseros llenos de metralla con los que causaron cientos de heridos y tres muertes. Si los prolegómenos al atentado demuestran sutileza y sensibilidad, la persecución para detenerlos está filmada con pulso de hierro, sin caer en juicios morales ni arquetipos fáciles, desembocando en la portentosa secuencia de acción de la emboscada nocturna, donde Berg enriquece su dispositivo audiovisual usando cámaras GoPro en los tiroteos con un buen gusto y estilo que no se recordaba desde Michael Mann.
Con reminiscencias a las partituras de Explosions in the Sky y David Wingo en anteriores colaboraciones junto al propio Berg o David Gordon Green, la banda sonora de Trent Reznor y Atticus Ross se ajusta desde sus fríos sonidos electrónicos con la misma intensidad al thriller como a los alivios emocionales que requiere el tono de la película. Ya desde el inicio, Peter Berg se detiene gracias al uso de la música en pequeños gestos, apenas trazos de la vida de sus personajes, que no sabemos en qué punto ni de qué manera se cruzará para siempre con el atentado, que prácticamente detalla a tiempo real. Esta multiplicidad de puntos de vista genera una tensión latente, hasta el punto de que toda la película podría entenderse como un gran clímax de dos horas a la espera de resolución.
En ese sentido, solo '24' alcanzó un grado de verismo, tensión y tridimensionalidad en sus personajes semejante. Por momentos la película se puede leer como si se tratara de un episodio independiente de la serie protagonizada por Kiefer Sutherland. Esto se debe a su minuciosa construcción narrativa alrededor del paso del tiempo, pero también gracias a su inmersivo seguimiento de la investigación y a la loable intención de adentrarse en las motivaciones de los terroristas, atreviéndose a sembrar tantas dudas en el espectador como certezas acerca de la idoneidad de su modo de vida.
El uso del archivo de vídeo que registraron las cámaras de vigilancia durante el atentado, así como diverso material documental procedente de teléfonos móviles o la televisión, convierten el metraje en un artefacto hiperrealista que ofrece otras posibilidades de abordar el horror, alejadas de maniqueísmos y capaces de reflexionar sobre las imágenes y el nuevo paradigma en el que nos encontramos como sociedad. Decisión que encaja con la puesta en escena cámara en mano de Peter Berg, siempre en movimiento y atenta a la acción, pero a su vez capaz de ordenar los acontecimientos con la suficiente contundencia y complejidad.
Consciente de que el terrorismo no deja de ser un asunto sobre el que evitar emitir conclusiones, la película se centra en el lado luminoso del atentado, afrontando el trauma desde la catarsis colectiva. Peter Berg recupera el candor del sentimiento de comunidad y la diversidad de estilos formales que pusiera en práctica en 'Friday Night Lights', logrando gracias a su exhaustiva reconstrucción un thriller notable y a la vez una rara avis dentro de la industria, con la que reivindica la voz del pueblo norteamericano en su conjunto ante la falta de auténticos patriotas que lo representen.
Nota: 7
Lo mejor: Su coralidad y que sea capaz de integrar material documental procedente de cámaras de vigilancia o teléfonos móviles en beneficio de la tensión narrativa.
Lo peor: Como en toda representación explícita del horror, hay un grado de afectación en las imágenes que puede resultar conflictivo.