Ya en 2019, en plena promoción de 'Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho... ahora?', Philippe de Chauveron ya comentó sus planes de realizar una tercera entrega de esta particular saga cómica, una de las más exitosas de la industria francesa actual, la cual ha logrado traspasar fronteras y darse su lugar en el mercado internacional, con un Christian Clavier ya reconocido más allá de su Francia natal. Tras un ligero retraso debido a la pandemia del coronavirus, llega a los cines 'Dios mío, ¿pero qué nos has hecho?', la que aspira a ser el broche de oro para una trilogía que ha ido cercando su público objetivo a sus fans más acérrimos.
La primera entrega fue una propuesta sumamente ácida, la cual dejaba cierto aroma a humor negro en medio de situaciones puramente comerciales, en una especie de hiperbólica 'Adivina quién viene esta noche', en la que los yernos étnicamente diversos se multiplicaban por cuatro. Salió bien, gracias a un humor maliciosamente divertido y políticamente incorrecto, que mostraba los complejos de una sociedad francesa que, de cara para fuera, recuerda que es el país europeo con mayor número de matrimonios mixtos, aunque, de puertas para adentro, más de un padre o madre haya hecho una mueca cuando se enteraba que su futuro yerno o nuera proviene de una cultura o etnia diferente a la suya.
Un alegato que, dentro de lo incorrecto que era, apostaba por la concordia y la ruptura de prejuicios. Su secuela cometió el error de ser más de lo mismo, lo que hizo que perdiese muchos puntos respecto a la primera entrega, especialmente porque no se sentía del todo justificada y la supuesta trama central, el amor entre la cuñada senegalesa de una de las hijas protagonistas y su novia, quedaba en un discreto segundo plano, sintiéndose que el alegato a favor del matrimonio homosexual era una mera excusa para introducir chistes que comenzaban a sonar a humor rancio y trasnochado.
Una fórmula ya gastada
Desafortunadamente, la tercera entrega no solo es más de lo mismo, sino que peor. En esta ocasión, es la llegada de los consuegros la excusa para volver a juntar a toda la familia. Sí, ciertamente, la premisa parecía más propensa a situaciones que podrían retrotraer al público a la misma ironía de la primera entrega... pero no. El filme se pierde en una serie de secuencias de crisis de mediana edad con un humor demasiado blando y con tramas predecibles que buscan dejar atrás la fórmula de burlarse del racismo o xenofobia social.
El resultado es una comedia de sobremesa del montón, con uno reparto coral muy desaprovechado. Los consuegros son mero atrezzo, pues solo siguen funcionando el matrimonio protagonista encarnado por Christian Clavier y Chantal Lauby y, por supuesto, los Koffi, formado por Pascal Nzonzi y Salimata Kamate, quienes vuelven a servir de contrapunto. Sin embargo, de nada sirve que tengan algunas secuencias con un comentario ingenioso, si se tiene en cuenta que la cinta dura 98 minutos. El guion que firma el propio Chauveron junto con Guy Laurent es tremendamente perezoso, como si confiase en que la cinta va a ser un éxito sea como sea.
Y sí, en Francia ha arrasado, es la película francesa más taquillera de 2022 y una de las diez más vistas a nivel general. Sin embargo, eso no quita en que es una comedia con una premisa desaprovechada, un humor mucho más trasnochado que en las dos anteriores entregas y un reparto demasiado grande para lo que, al final, es la historia. Con esto, recuerda que, a pesar de que la industria gala produce comedias feel-good con pedigrí y propuestas comerciales divertida y de calidad, también lanza propuestas que representan el peor cliché del humor francés, como es el caso.
Nota: 4
Lo mejor: Las escenas de los Koffi.
Lo peor: Un humor que ya no hace gracia y una trama que parece estar hecho con el piloto automático.