En diciembre de 2014 llegó a España la comedia francesa 'Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?', con la que aprovechaba una serie de tópicos de la sociedad gala (Francia es el país con mayor de matrimonios mixtos de toda Europa) para hacer un humor comercial, en el que, con una mirada ácida, se muestra una mirada amable de esa realidad. Cinco años después, llega su secuela, que es una extensión de lo ya visto en la primera entrega y que sirve como nexo de lo que será la tercera, puesto que su director, Philippe de Chauveron, ya tiene en mente una entrega más.
El matrimonio Verneuil no ha cambiado, sigue siendo una pareja conservadora que lleva como puede que sus cuatro hijas se hayan casado con un judío, un musulmán, un asiático y un africano. Con lo cual, cabe preguntarse qué novedad va a presentar esta segunda parte respecto a lo que ya se conoce de la primera entrega. Ahí es donde está el primer error de esta secuela, en no plantear una trama que haga que se sienta que valga la pena volver a ver las desventuras de la familia Verneuil, ¿dónde queda el chiste, zafio cierto, del clan Benetton?
Una secuela donde se ha perdido el momento incómodo
El gran problema es que lo que hubiera podido ser una trama interesante, especialmente porque en el cartel original se incide en la trama de Viviane, la hermana de Charles, el yerno de Costa de Marfil cuyos padres, André y Madeleine, fueron unos estupendos coprotagonistas de la cinta original. Finalmente, tanto su trama, como el matrimonio Koffi, quedan con meros comparsas de los Verneuil, que acaban acaparando la película de una forma 'menos justificable' que en la primera película.
Porque lo que comienza siendo una trama banal que debe ir ascendiendo para volver a dejar en evidencia los prejuicios que existen en cada una de las partes mostradas en la cinta, acaba quedándose solo en eso, en el chiste fácil, en los comentarios políticamente incorrectos que buscan la gracia, notándose demasiado. Todo para hacer un alegato nacionalista, en el que se reivindica lo positivo de la Francia actual. Un mensaje que, bien llevado, no hubiera quedado mal pero que, este caso, huele a rancio.
En esta segunda parte no hay momentos incómodos, no hay situaciones digna de la serie 'Vergüenza', todo lo ácido e irónico que pudo verse en la primera película desaparece, para mostrar una comedia ligera en la que se siente que todo está visto, en la que no hay nada nuevo que aportar y que la cuota de diversidad, en la que hubiera podido verse una interesante historia de amor de dos mujeres africanas, queda enterrada en un relato de cómo provocar en los yernos el amor por Francia.
Hecha para hacer caja
Los actores aprueban, eso sí, raspado. Destaca especialmente el matrimonio Verneuil, con interpretaciones correctas de Christian Clavier y Chantal Lauby. Aun así, en esta segunda entrega no tienen esos momentos brillantes, de humor negro y risa incontenible. Quizás en lo que gana es que en esta secuela hay varias escenas cercanas a los Castillos del Loira y sus pueblos. Pero, quitando eso, no hay mucho que destacar.
Finalmente, 'Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho... ahora?' es una comedia demasiado ligera, teniendo en cuenta de donde partía, cuya motivación es hacer caja. Ha salido regular, puesto que sí, ha tenido siete millones de espectadores y está siendo una de las comedias del año, pero en medio se ha dejado cinco millones de espectadores (la primera entrega tuvo 12 millones) y, lo más probable, es que la anunciada tercera parte pierda unos cuantos más si Philippe de Chauveron no trae una trama que atraiga más.
Nota: 5
Lo mejor: Christian Clavier, Chantal Lauby y las escenas en los pueblos cercanos a los Castillos del Loira.
Lo peor: Que la trama LGBT quede enterrada en un alegato rancio (y masculino) nacionalista.