Tras su paso por la Seminci y haber conseguido el premio al Mejor Actor en Cannes para Marcello Fonte, la nueva propuesta de Matteo Garrone llega dispuesta a realizar un retrato de los suburbios napolitanos a través de la mirada de un humilde personaje que, como si hubiese sido extraído de un cuento de la tradición europea, deberá lidiar con sus propios miedos para afrontar el valor que le imponen las vicisitudes de una cotidianidad vestida de tremendo drama violento.
Ha pasado una década desde que el cineasta italiano firmase una de sus grandes obras cinematográficas, 'Gomorra', en la que adaptaba la novela de Roberto Saviano y filmaba con ímpetu uno de los títulos sobre la mafia y un Nápoles podrido por la corrupción, algo que parece haber tenido de nuevo presente a la hora de construir una historia cuyo guion firma el propio director junto a varios guionistas, y en el que la recreación del espacio como entidad propia es la principal baza sobre la que se construye 'Dogman'.
Marcello, el protagonista, dibujado cual máxima representación de la humildad, se convertirá en una suerte de elemento catalizador sobre el que se reflejará la violencia de la comunidad, representada en su totalidad por el personaje de Simone (Edoardo Pesce), un tipo sin moral ni código ético propio que arrastrará a Marcello hacia un infierno del que le costará recomponerse.
Partiendo de la base de uno de los arquetipos universales de la literatura universal, no es de extrañar que la obra de Garrone beba directamente del mito de David y Goliat, aquel que en la Biblia venía a contar el triunfo de un hombre con todas las de perder contra un el despiadado gigante que había arruinado su vida. La astucia y valentía adquirida a modo de desesperación, serán los factores sobre los que nuestro David, aquí llamado Marcello y propietario de una modesta peluquería canina, se envalentonará para acabar abrazando una violencia adquirida como costumbre y sobre la que Garrone realiza su propia tesis en torno al mito.
Una historia de violencia
El director, quien ya apostase por la representación del folclore clásico en su vertiente más violenta (y poética) con 'El cuento de los cuentos', antología barroca que adaptaba Giambattista Basile y sobre la que configuraba su visión acerca de los tópicos de las leyendas populares, se sirve ahora de un espacio contemporáneo. Para ello, el Napóles de finales de los ochenta se representa cual espacio inhóspito que bien podría ser el lugar en el que el héroe de un western está dispuesto a la redención.
No es de extrañar que, en esa configuración de los espacios y por la forma en la que perfila el arco argumental del protagonista, ese abrazo a la violencia venga a recordar a la forma en la que otros cineastas actuales han reflejado la desesperación. Salvando las distancias, y teniendo en cuenta esa ley del ojo por ojo que Jim Mickle o Jeremy Saulnier perfilaron en 'Frío en julio' y 'Blue Ruin', podemos dictaminar que Garrone convierte su 'Dogman' en su personal tesis en torno a la violencia en un ambiente alejado de la metrópolis y donde la ley divina (de ahí la asociación al concepto bíblico de David contra Goliat) perdura sobre la moral, a la que el ansia de venganza acaba poseyendo para dejar claro que los hombres buenos a veces requieren de medidas desesperadas para encontrar el camino a la salvación.
Nota: 7
Lo mejor: La brutal y desgarradora presencia de Fonte en pantalla.
Lo peor: Algunas decisiones del personaje parecen demasiado forzadas para el devenir de la historia.