Desde que revolucionó el cine documental, al apostar por narrar sus recuerdos de la Masacre de Sabra y Chatila con la aplaudida 'Vals con Bashir', el israelí Ari Folman se ha erigido como uno de los cineastas más experimentales en materia de animación, expresión artísticas que llevó a los límites con 'El congreso' y que ahora lleva a un terreno más intimista y comprometido con '¿Dónde está Anne Frank?', segundo largometraje de animación sobre la adolescente judeoalemana, quien se escondió junto con su familia y otros conocidos en el anexo de la antigua empresa de su progenitor.
Aunque ha habido varias adaptaciones tanto del Diario de Ana Frank como de los libros biográficos sobre la niña escritos por autores como Melissa Müller, la película dirigida por George Stevens en 1959, la cinta de animación japonesa de Akinori Nagaoka de 1995 o la miniserie 'La historia de Ana Frank' de 2001 son buen ejemplo de ello; lo cierto es que nunca se había abordado desde la perspectiva del paso del tiempo, de su legado, de lo sucedió varios años después, de lo que queda de su ejemplo de vida. Esto hace que la propuesta sea diferente a lo narrado anteriormente, una historia conocida por buena parte del público que, ahora, cobra un enfoque diferente.
Proyecto propuesto por la fundación Anne Frank Fonds Basel, fundada por Otto Frank en 1963, y desarrollada en colaboración con la UNESCO, la Conferencia de Reclamaciones, la Fundación de la Memoria de la Shoah, entre organizaciones, que acercan el filme a una nueva generación, con el que se aprovecha para concienciar a los jóvenes de hoy sobre el legado de Ana Frank, cuyo Diario no debe quedar reducido a un mero objeto para lucir en un museo (la crítica más feroz está en este sentido). Para ello, Folman da vida a la amiga imaginaria de Ana en su manuscrito, Kitty, la cual se despierta en el Ámsterdam actual, en el que busca qué sucedió con su confidente, quien dejó de escribir justo tres días antes de que tanto su familia como los otros habitantes del Anexo fuesen descubiertos por la Gestapo.
Ari Folman trae el espíritu del Diario de Ana Frank a una nueva generación
Es a través de ella donde se plasma las contradicciones de una ciudad que homenajea constantemente a la joven y su familia, pero que olvida la importancia de su mensaje respecto a la acogida de refugiados y perseguidos por la guerra. Ahí, Folman no tiene reparos en hacer un paralelismo con la situación de los menores y sus familias que han huido de países en guerra en África o Asia.
A la par, el cineasta, quien firma también el guion, no olvida que está narrando la vida de la joven que anhelaba con ser escritora. Folman aprovecha la libertad de la animación para traer ese espíritu soñador de su protagonista, de esa Ana que fantaseaba con estrellas de cine, que no tenía reparos en hablar de los chicos que le gustaban o en cómo se expresaban sus mayores temores. Aquí, Folman plasma todo el poder del estilo tradicional de animación, con cierto toque vintage que ya se vio en 'El congreso' y que vuelve a mostrar un toque visual fascinante.
El resultado es la propuesta más amable de Folman, lo cual no la exenta de mostrar el lado más duro de lo sufrido por Ana Frank. Tampoco el filme se olvida de llevar su mensaje a las nuevas generaciones, mostrando lo importante de no olvidar, pues, a pesar de que la Segunda Guerra Mundial sea vea como algo lejano; sus ecos resuenan con mucha fuerza, especialmente en un momento tan delicado como está viviéndose en la actualidad, con la invasión de Rusia a Ucrania. Un nuevo logro en la carrera del cineasta, que continúa perfilándose como una de las figuras más vanguardistas e innovadoras de la animación europea.
Nota: 8
Lo mejor: Su estilo innovador de narrar la historia y el legado de Ana Frank.
Lo peor: Tras un inicio sorprendente, le cuesta algo arrancar la trama.