Tras 33 años colaborando, los hermanos Coen se separaron para dirigir sus primeras películas en solitario. Joel Coen se lanzó al drama con 'La tragedia de Macbeth', una ostentosa adaptación de la obra de William Shakespeare; mientras que, tras un documental de Jerry Lee Lewis, Ethan Coen se queda en la comedia desvergonzada de tramas vertiginosas y villanos incompetentes. Y vistas una y la otra, podemos entender el por qué de la separación. Sea o no temporal.
Además de dirigirla, Coen firma el guion de 'Dos chicas a la fuga' junto a su mujer, Tricia Cooke, y nos invitan a un viaje por carretera hacia Tallahassee en el que dos amigas esperan solucionar sus crisis existenciales. Jamie (Margaret Qualley), un espíritu libre, quiere centrarse tras sufrir una (otra) ruptura amorosa y la tímida Marian (Geraldine Viswanathan) necesita desesperadamente dejar de estar tan amargada. La cosa se complica cuando encuentran una mercancía en su coche de alquiler que unos delincuentes totalmente negados para el negocio tienen que recuperar. Una road movie de lesbianas ambientada en 1999 y habitada por personajes tan exagerados que se acercan al nivel caricatura.
Porque eres viejoven
Qualley y Viswanathan disfrutan de sus personajes por separado, pero les falla la química. Jamie es una texana muy texana, desinhibida y emperrada en obligar su amiga a ser tan salvaje y disfrutona como ella; Marian una mojigata recatada que por lo visto no se ha dado ni un pico en 4 años. Abrazamos el hecho de que 'Dos chicas a la fuga' esté protagonizada por lesbianas jóvenes que viven, hablan y disfrutan del sexo sin complejos, pero los diálogos se desviven tanto por hacerlas carismáticas, concretamente a Jamie, que es imposible entenderlas ni a ellas ni su relación. Ethan Coen es un señor heterosexual de 66 años intentando que la Gen Z piense que es guay y el mayor aliado LGTBIQ+ metiendo un PEC o servir coño en cada conversación.
Además, como si quisiese revisionar su propia filmografía e ir reclamando autoría marcando con un sellito de identidad cada aspecto de la película, 'Dos chicas a la fuga' es la versión adolescente (que no para adolescentes) de 'El gran Lebowski'. Desde la trama - protagonista disfuncional que acaba enredado con unos mafiosos tan peligrosos como torpes - al humor genital o las escenas de ensoñación psicodélica. Si en 'El gran Lebowski' El Nota tenía un sueño surrealista y alucinaba tras consumir «ruso blanco», aquí estas secuencias son interludios que poco a poco se descubren como una especie de flashbacks de los 60 o los 70 con cameo de Miley Cyrus incluido. Salvando las distancias, en ocasiones sus personajes, el montaje y hasta la composición de planos tienen reminiscencias de 'O Brother!', 'Arizona Baby', 'Fargo' o 'Quemar después de leer', pero se queda a medio gas de todo lo que ya nos habían ofrecido antes con más empaque.
Le pasa un poco como cuando van a venir amigos a cenar y te da por recrear una receta de estrella Michelin que has visto en Tiktok. Puedes tener todos los ingredientes, pero como no los mezcles con exacta precisión, como te falle la técnica, te podrá quedar bien, pero no vas a impresionar como esperabas. 'Dos chicas a la fuga' lo tiene todo para ser una buena película de los hermanos Coen menos a uno de los hermanos Coen para equilibrar el sabor, y eso se nota. Nada de paladares sofisticados, aquí hay demasiado glutamato.
En sus 84 minutos de gamberradas, probablemente sin más pretensión que la de divertir, cabe una trama política, chistes irreverentes, penes, un cachito del talento para la comedia de Beanie Feldstein, Matt Damon, Pedro Pascal con referencia a 'Juego de Tronos', un misterio y pocos complejos. Demasiadas cosas que resultan en un viaje que, aunque simpático a ratos, no llega nunca a su destino: es menos entretenida, ingeniosa, provocadora y atrevida de lo que pretende. Los chistes de pedo, caca, culo, pis - o en este caso consoladores, cunnilingus, coños y republicanos - no son suficientes (ni la gente joven es tan básica).