A pocos sorprenderá la existencia de esta secuela tras el éxito de 'Padres por desigual', que se coló entre las diez películas estrenadas en Navidad más taquilleras de toda la historia de Estados Unidos. Por lo tanto, en los despachos de Hollywood la siguiente asociación de conceptos no tuvo que tardar demasiado tiempo en surgir. ¿Por qué no redoblar la apuesta con los padres de ellos y ambientarla directamente en fechas navideñas? La fórmula era evidente y se han limitado a cumplirla en esta poco inspirada continuación, que sufre todos los males de las segundas partes y de las películas navideñas a la vez.
'Padres por desigual' volvía a unir a Will Ferrell y Mark Wahlberg, cuya gozosa dupla cómica había sido el gran e inesperado descubrimiento de 'Los otros dos'. En aquella ocasión el choque de roles entre ambos funcionó a la perfección, así que trasladarlos de la buddy movie a una comedia familiar era el siguiente paso lógico. El encargado de llevarlo a cabo fue Sean Anders, uno de los últimos directores en recoger el testigo de la Nueva Comedia Americana, que acababa de rodar 'Cómo acabar sin tu jefe 2' y que en 'Desmadre de padre' cruzó con inteligencia el humor de varias generaciones aprovechando el talento de dos cómicos tan diferentes como Adam Sandler y Andy Samberg.
En la línea de sus personajes inmaduros, perdedores y desconectados del mundo, Will Ferrell daba vida a un padre sobreprotector y pusilánime que fracasaba una y otra vez a la hora de conquistar el corazón de los hijos de su esposa, interpretada por Linda Cardellini, mientras que Mark Wahlberg representaba todo lo contrario, el irresistible triunfador al que adora su familia biológica. Una rivalidad por la que el humor más bestia y soez se daba la mano con los conflictos de la paternidad y la vida adulta. Al igual que sus protagonistas se terminaban entendiendo, y debido a su componente cartoon, había un equilibrio entre el humor de las producciones de Ferrell y McKay con el gusto del público más familiar. Algo que probablemente respondiera también a cierta verdad tras el proyecto, dado que el guionista principal, Brian Burns, se inspiró para escribir la historia en su propia experiencia como padrastro.
Más, pero de lo mismo
En esta continuación, ya sin Burns entre los guionistas, pero en la que de nuevo repite Sean Anders tras las cámaras, ese interés por tocar las claves de la paternidad desaparece. Muy pronto el argumento se convierte en una excusa, limitándose a encadenar situaciones de marcado tono navideño y a mimetizar los chistes que funcionaron en la anterior película. Por ejemplo, el gag físico de la motocicleta se repite ahora con un quitanieves de por medio, el personaje de Will Ferrell volverá a quedarse en paños menores y a sufrir una parada cardiorespiratoria. Por supuesto, la icónica llegada al aeropuerto del personaje de Mark Wahlberg, descendiendo las escaleras mecánicas, irrumpe con más fuerza si cabe con la aparición de su progenitor a ritmo del Thunderstruck de AC/DC, un Mel Gibson de cuya presencia e imagen pública cabría esperar mayor transgresión, pero que rápidamente queda cauterizado por las convenciones de todo producto de estas características.
En lo que por desgracia tampoco hay diferencia es en el irrelevante espacio que se dedica a los personajes femeninos, que solo parecen suscitar atención para pelearse entre ellas. Si ya en la primera película, debido a su rol de madre abnegada, Linda Cardellini parecía una espectadora más de las gamberradas y la competitividad entre "los hombres de su vida", ahora junto a la nueva pareja de Mark Wahlberg prácticamente son eliminadas del metraje, meros adornos del árbol de Navidad que forma la película, cuyo intento de mensaje de sororidad llega demasiado tarde.
También lo hacen el trauma que oculta el personaje de John Lithgow y el descubrimiento del amor por parte del hijo mayor. Son los dos únicos elementos desde los que 'Dos padres por desigual' trata de añadir turbulencias a la estabilidad familiar y las convenciones del género, pero no acaban siendo más que apuntes de una película demasiado conservadora, que en su tramo final hace una insólita apología de las películas navideñas en los cines de un centro comercial, que se nos venden como nuevo templo de la felicidad durante estas fechas. Eso sí, siempre con refresco y palomitas gigantes, que harán falta para poder reírse sin pensar en semejante talento desperdiciado.
Nota: 4
Lo mejor: El inmejorable casting de Mel Gibson y John Lithgow como padres de Mark Wahlberg y Will Ferrell respectivamente.
Lo peor: Que estén tan desaprovechados.