Iván Petróvich Voinitski, conocido como el tío Vania, dijo en la célebre obra de Antón Chéjov: "¡Oh, si pudiera vivir el resto de mi vida de una manera nueva!... ¡Despertarme en una tranquila y clara mañana sintiendo que empezaba a vivir otra vez y con todo el pasado olvidado y disuelto como el humo!" Mucho se ha hablado de 'Drive My Car', la adaptación cinematográfica que el prolífico Ryûsuke Hamaguchi ha hecho del relato corto homónimo de Haruki Murakami, disponible en el libro 'Hombres sin mujeres', desde su triunfo en la pasada 74ª edición del Festival de Cannes, donde obtuvo el premio al mejor guion y el FIPRESCI.
Desde entonces, no ha parado de ganar premios y es una de las favoritas para los Oscar, cuyas nominaciones se conocerán este 8 de febrero. En el fondo, no hay que hacerse tantas preguntas sobre por qué ha logrado ser una de las principales candidatas en diferentes certámenes y galardones. En cierta forma, es la culminación de una carrera constante, en la que Hamaguchi ha demostrado un perfeccionamiento de su cinematografía, pues consigue estar a la altura de 'Happy Hour', su producción más laureada, en un ejercicio magistral de condensación y que supera, aunque por muy poco, a esa otra joya que realizó en 2021, 'La ruleta de la fortuna y la fantasía'.
Hamaguchi expande en un universo complejo y sereno lo que Murakami dejaba intuir en su relato de apenas 44 páginas, en el que narraba las confesiones de un actor y su chófer, la cual llevaba al intérprete a sus talleres y a sus obras de teatro debido a que este ya no podía conducir al sufrir un glaucoma. Son unas conversaciones breves, directas y concisas, que sugerían una realidad que Hamaguchi ha sabido ampliar de una manera tremendamente intuitiva.
Conversaciones de la vida conyugal y personal
Y lo ha hecho de manera pausada y serena, sin por ello pecar de contar con secuencias contemplativas. A pesar de sus tres horas de duración, Hamaguchi demuestra tener un control excepcional de los ritmos, no decae en ningún instante. El cineasta, en cierta manera, realiza esa división por episodios tan característica de su filmografía, al comenzar con un extenso prólogo que sirve de previo para preparar al público para la trama real del filme, que sucede dos años después. Un capítulo inicial que sirve para conocer los entresijos de esa relación conyugal que marca del devenir del protagonista. Hamaguchi narra con sublime elegancia la intimidad de esa pareja, la cual forma un tándem artístico virtuoso. Él es un afamado actor de teatro y ella una reconocida guionista de televisión, cuyas ideas surgen tras vivir noches de pasión con su marido.
Una relación con tintes del cine de Bergman cuyo final abrupto invita a entrar completamente en las divagaciones existenciales del protagonista, Kafuku, el cual, dos años después del prólogo, aún vive un proceso de duelo personal. Aquí comienzan a entrar cuestiones sobre los secretos de un matrimonio, los conflictos conyugales, las crisis personales, la pérdida inesperada de seres queridos, el sentimiento de nostalgia, de soledad, de culpa, la necesidad de redención. Todo ello cuidado con el más mínimo detalle, con los que Hamaguchi aprovecha para darle una dimensión más a su obra, trasladando esa pesadumbre personal de Kafuku a 'Tío Vania', obra cumbre de Antón Chéjov.
Mencionada muy por encima en el relato de Murakami, Hamaguchi aprovecha dicho comentario para contraponer, como si de un juego de espejos se tratase, la desdicha del Vania de Chéjov con la que vive Kafuku, cuyo apellido, paradojas de la vida, significa 'familia', 'casa' y 'fortuna'. Es fascinante la manera en la que Kafuku ensaya los diálogos de la obra y cómo las réplicas, grabadas con la voz de su mujer, son las que exteriorizan el drama que vive el actor en solemne silencio.
Una sublime obra maestra
Pero 'Drive My Car' no es solo el proceso de duelo de su protagonista, un fascinante Hidetoshi Nishijima, huelga decir, el cual vuelve a ofrecer una interpretación dramática sublime, haciendo gala de una austeridad que es capaz de ofrecer múltiples interpretaciones y que ya pudo verse en 'Dolls' y 'El teléfono del viento'. Hamaguchi convierte el filme en un largometraje chejoviano en todos sus personajes. Antes de entrar a mencionar a los secundarios, toca hablar de la otra gran protagonista, Tôko Miura, la cual podría ser una Sonia contemporánea y japonesa, cuya vida también ha estado marcada por la tragedia y que reconoce a un semejante en Kafuku. Es fascinante cómo Hamaguchi va tejiendo la relación de amistad improbable entre los dos, surgiendo un afecto casi paterno-filial.
Ahora bien, es interesante cómo Hamaguchi ha convertido Hiroshima en un escenario ideal para el texto de Chéjov, creando una atmósfera que provoca la sensación de todo sucede pero que aparentemente no se aprecia cambio alguno. Debido a la pandemia, el filme tuvo que rodarse en Hiroshima en lugar de Busan, la ciudad coreana que iba a darle un mayor toque internacional a la cinta. Sin embargo, tras ver el resultado, no había ciudad más idónea para traer ese espíritu de pesadumbre y de esperanza tardía. A ello se le suman unos secundarios cuyas funciones encajan a la perfección en el engranaje del largometraje, muy especial por el destino de Kôji Takatsuki, interpretado por Masaki Okada, un papel entre cínico y taciturno, cuya ira interior sirve de contrapunto a la crisis existencial de Kafuku.
Hamaguchi trae la esencia del teatro a la gran pantalla, con un 'Tío Vania' internacional que es interpretado en múltiples lenguas, como ejemplo de que los sentimientos, las sensaciones, las emociones carecen de idiomas. Eso le da alza, más si cabe, a una película que, finalmente, es una oda a la vida y a seguir hacia delante sin mirar atrás, recordando que cada momento, cada exhalación, tiene que sentirse, porque solo hay una vida y esta debe disfrutarse. Como esos vinos que se deleitan poco a poco, dejándolos respirar, paladeándolos, permitiendo así que los sabores penetren en el sentido del gusto, 'Drive My Car' es un largometraje exquisito, una obra maestra, de esas que recuerdan que el cine aún tiene maravillas para degustarlas en la gran pantalla.