Se estrena 'Dunkerque', la primera incursión del realizador británico Christopher Nolan en el cine bélico. Un género que, al igual que el western, a lo largo de la historia se ha encargado de darnos la medida precisa de cada cineasta. Mientras Anthony Mann situaba al ser humano y sus dilemas a escala con el paisaje o John Ford evocaba sentimientos soterrados a través del valor simbólico de la imagen, Nolan insiste en su obsesión por dilatar el espacio temporal del relato, que en esta ocasión lleva a cabo de forma más efectista e injustificada que nunca en su filmografía.
Para recrear uno de los sucesos más destacados de la Segunda Guerra Mundial, la evacuación de 330 mil soldados de la playa de Dunkerque, en la que franceses, belgas, británicos y canadienses se encontraban sitiados por el ejército alemán, Nolan se sirve de tres líneas narrativas desde las que fragmentar el relato: La costa francesa, refugio último del grueso del ejército británico a la espera de ser evacuado, una barca de recreo que parte desde Reino Unido al rescate de sus compatriotas y tres pilotos de cazas británicos.
Desde el inicio Nolan apuesta por una arriesgada planificación visual, prácticamente sin diálogos. A través de los ojos de un joven soldado que escapa del asedio, y como si de una colosal coreografía se tratara, seremos testigos de la desesperación de los cientos de miles de soldados que aguardan su destino en la playa. Una sinfonía muda filmada a gran escala que se encuentra entre los pasajes más ambiciosos de su obra, pero que no encuentra asideros en el resto del metraje, más pendiente de concatenar secuencias de acción, hasta poder ser considerada una película de catástrofes en lugar de una película bélica, que de abordar ese espacio metafísico en profundidad.
Entre los principales aciertos de su enfoque sobre la contienda, en la que recordemos se trata también de la primera película de Christopher Nolan inspirada en hechos reales, encontramos la decisión de no mostrar el punto de vista del ejército alemán, un enemigo invisible que somete de forma incesante las acciones de evacuación. Esta brillante decisión esquiva su cuestionable representación y multiplica la capacidad simbólica del relato, centrado en la superviviencia por encima del conflicto geopolítico. Del mismo modo, en las secuencias áreas la fotografía de Hoyte Van Hoytema alcanza un grado muy elevado de hiperrealismo, valiéndose de una multiplicidad infinita de tomas posibles desde las aeronaves.
Una cuestión que siempre ha estado presente en sus películas, quedando manifiesta en 'Dunkerque', es que Nolan no está interesado en la mise-en-scène de cada plano como los cineastas a los que admira, es un acumulador de imágenes que depende demasiado del montaje al elaborar la puesta en escena y la narración. Como si toda la película se tratara de un gran clímax, entremezcla de forma caprichosa las tres líneas narrativas, sacrificando la coherencia interna de la historia a costa de impactar con ensordecedores golpes de efecto cuyos dilemas no pueden resultar más elementales. El guion plantea diferentes situaciones límite: soldados que tratan de escapar a costa de su propio honor, pilotos jugándose la vida o marineros aficionados que se comportan como auténticos héroes, pero en el fondo se trata de diatribas que aborda superficialmente, simples recursos con los que crear tensión al espectador cuando conviene.
Sin escenas explícitas ni mostrar una sola gota de sangre, la cámara se recrea de manera inmisericorde en las imágenes de soldados saltando por la borda y en el estiramiento temporal de las situaciones, que no encuentran razón de ser más que a través de la banda sonora. El aturdidor diseño sonoro y la omnipresente música de Hans Zimmer cobran el sentido de un metrónomo que, simulando en ocasiones el sonido de los segunderos del reloj o los latidos del corazón, se antoja el elemento fundamental sobre el que está construida la película. Anteponer el conjunto a los efectos de sonido nos invita a pensar que 'Dunkerque' se encuentra repleta de imágenes espectaculares carentes de criterio y sentido estético, sin otro objetivo que el de manipular al espectador.
Caos narrativo y estruendo sonoro
El director de 'Memento' y 'Origen' antepone su visión a los hechos reales y a los seres humanos que pueblan la película, confundiendo a través del montaje la majestuosidad con el ruido. La decisión de establecer una narración no-lineal provoca un caos narrativo repleto de espectacularidad gratuita y sacudidas emocionales al espectador, que será secuestrado por una película cuyo afán de trasladar la estruendosa experiencia de la guerra en primera persona, acaba siendo más propio de un parque de atracciones.
Rodada no en vano en IMAX 70mm, un formato en el que no se podrá ver en España, 'Dunkerque' se presenta mutilada respecto a las ambiciones de su creador, que reposan en la idea de trascender con cada nueva, terrible y abrumadora imagen. La película ha sido recibida con unanimidad por parte de la crítica, y es cierto que probablemente la guerra nunca se haya reflejado así hasta ahora, pero nos queda una pregunta en el aire. ¿Aporta algo más allá de su espectacularidad? ¿Hay algo además del ruido que nos quiera contar? Cuesta creerlo.
Nota: 5
Lo mejor: Las ambiciones de Nolan son inusuales en el cine comercial y su capacidad para atraer la atención está fuera de toda duda.
Lo peor: Que utilice sus recursos estéticos y la historia para aturdir al espectador, confundiendo la experiencia cinematográfica con la de un parque de atracciones.