De vez en cuando aterriza en nuestras salas españolas alguna que otra muestra de ese tan desconocido cine africano para recordarnos que existen escenarios y retratos diferentes a los presentes dentro de nuestra cinematografía. 'Efraín', primera película etíope de la historia seleccionada para competir en el Festival de Cannes (en la sección 'Una cierta mirada' de 2015), es un claro ejemplo de ello.
Yared Zeleke debuta en el terreno del largometraje con un relato que nos habla de la pérdida de la inocencia, las imposiciones sociales y la capacidad de adaptación del ser humano. Y al igual que otras películas que abordan de lleno el tema del exilio y la nostalgia (desde la reciente 'Brooklyn' a 'El sueño de Ellis' pasando por una visión más light como la de 'Perdiendo el norte'), 'Efraín' centra su historia en un protagonista que se ve obligado a trasladarse a un nuevo lugar lejos de sus seres queridos y de aquel espacio que hasta el momento llamaba hogar. No obstante, pronto la narración adquiere los tintes más crueles y oscuros de la versión más tradicional de la 'Cenicienta'.
Porque puede que la idea parezca un poco variopinta, pero no resulta complicado encontrar ciertas similitudes entre la historia coescrita por Zeleke y el famoso cuento recogido a finales del XVII. Nuestro pequeño e indefenso protagonista debe enfrentarse al desprecio y el rechazo de una nueva familia que se opone a integrarle dentro de su seno. Motivo que le conducirá a buscar consuelo y distracción en actividades solitarias que le permitan evadirse de tan cruda realidad. En este sentido, la malvada madrastra del cuento original cobrará forma en el malhumorado e inflexible tío Solomon, los simpáticos ratones compañeros de aventuras del mítico personaje serán sustituidos por una ovejita llamada Chuni y la esperanzadora carroza de la joven encontrará su análogo en un autobús que nuestro Efraín soñará con coger todos los días.
A pesar de contar con esta reconocible premisa argumental, que nadie piense que 'Efraín' presenta las estrategias formales más habituales en este tipo de ficciones. Nos encontramos ante un tipo de cine observacional y contemplativo, carente de extensos diálogos y grandes florituras formales. Los inmensos y devastadores planos generales no solo contribuyen a reforzar la sensación de vacío y soledad experimentada por el pequeño protagonista, sino también delatan una intención del director por establecer cierta distancia respecto a lo narrado. Muy en la línea de ese tipo de cine con rasgos documentales asociado a cineastas como Ulrich Seidl o Jaime Rosales, 'Efraín' adopta algunas de sus estrategias de puesta en escena con la intención de añadir una mayor sensación de verosimilitud y objetividad al relato. Y en este sentido, la cinta de Yared Zeleke funciona a la perfección: las composiciones austeras, la ausencia de movimientos de cámara y el escaso hilo musical provocan que el espectador olvide por momentos que se encuentra frente a una ficción.
Conduciendo la mirada
No obstante, esto no significa que el cineasta no dirija el pensamiento del espectador hacia unas conclusiones muy concretas. Y ahí es precisamente donde se encuentra el principal fallo del film. Porque es irreprochable que su discurso se construye sobre unos personajes y unos esquemas tremendamente maniqueos. Si bien es cierto que con toda seguridad 'Efraín' refleja la nociva conducta de cierta rama de la población etíope, uno tiene la sensación de que al relato siempre le faltó una representación compleja y matizada. Asistimos a un viaje que se empeña en acumular de forma repetitiva impedimentos, obstáculos e injusticias que dificultan la vida del protagonista. Un mecanismo que entorpece y perjudica a la cinta, ya que eterniza y vuelve previsible el relato, desaprovecha la oportunidad de construir personajes secundarios sólidos e impide que alcancemos una lectura más interesante y devastadora que desde luego habría sido posible. Nos ofrece, a fin de cuentas, la interpretación más infantil y superficial del famoso cuento.
Amare es la película
Sin embargo, y a pesar de dejarse llevar por su pobreza argumental, el film escrito por Zeleke cuenta con varios elementos a su favor. Uno de ellos tiene el nombre de Rediat Amare, gran elección como rostro protagonista de un drama obligado a sostenerse sobre él. Porque, sin lugar a dudas, la credibilidad que emana de la cinta se debe a la carismática y espontánea interpretación de este desconocido muchacho. De hecho, tal es el grado de mímesis que alcanza el actor con su personaje que uno llega a preguntarse si realmente el joven sabrá que está siendo grabado. Una magnífica actuación que se desarrolla sobre un interesante y poético escenario de espectaculares paisajes y exóticas costumbres. Y en este sentido, la película alcanza algún que otro momento de grandeza gracias a la fusión entre la lírica recreación espacial del cineasta y el conmovedor retrato ofrecido por el preadolescente Amare.
En resumen, 'Efraín' es una cinta con muy buenas intenciones que utiliza mecanismos de narración realistas. No obstante, ni siquiera la fabulosa y natural interpretación protagonista consigue salvar a la cinta de una trama poco original que manipula emocionalmente a sus espectadores. Porque el estilo visual es el adecuado, pero su tramposo y manido argumento termina dañando de forma irreversible el material original.
Nota: 6
Lo mejor: un soñador y magistral Rediat Amare.
Lo peor: la pobreza argumental de la cinta y unos antagonistas mal dibujados.