Para su ópera prima, el austríaco David Wagner ha querido hacer un ejercicio de retrospectiva para mirar hacia su tiempo en el ejército. No obstante, lo hace desde la distancia, dado que opta por llevar a la gran pantalla la historia real del coronel Charles Eismayer, quien salió públicamente del armario y se casó con un soldado de su escuadrón, Mario Falak, abiertamente homosexual y quien le animó a su marido, cuando eran novios, de asumirse públicamente.
Su historia era ideal para narrar en el celuloide y se es lo que ha sucedido con 'Eismayer', galardonada con el premio a la mejor película en la Semana de la Crítica en la 79ª edición del Festival de Venecia. Wagner muestra a la cinta como un sincero ejercicio de deconstrucción sobre la dureza que existe en el ejército, así como cuál debe ser el concepto de la masculinidad en un ambiente cargado de testosterona. En medio, un ambiente en el que la homosexualidad tiene una relación ambivalente y eso es algo que Wagner, quien también firma el guion de su ópera prima, sabe transmitir.
Y es porque hay rechazo pero, a la vez, una precaria tolerancia y eso se refleja en cómo viven de manera contrapuesta los dos protagonistas. Antes de hablar de Eismayer y su gran homofobia interiorizada, toca destacar esa ambivalencia, que se refleja con el papel de Luka Dimic, el actor germano-croata encarna a Falak, el cadete que vive abiertamente como hombre gay y se lleva al mundo por montera, dándole igual el qué dirán. Es su actitud la que perturba al otro protagonista y le fuerza a enfrentarse a sus propios miedos.
Un notable debut de un cineasta que sabe retratar las consecuencias del odio hacia sí mismo
Y en esa evolución, Wagner refleja un papel muy complejo y lleno de matices. Eismayer tuvo fama de ser un instructor excesivamente severo, se rumoreaba durante su época que hizo volar a una vaca con una bazuca y que un hombre murió en las duchas por su culpa. El retrato del cineasta no es amable precisamente y carga parte de responsabilidad en la homofobia interiorizada y el rechazo a sí mismo que tenía el propio coronel. No justifica, sino que muestra las consecuencias de lo que significa odiarse a sí mismo. Y lo hace con un hombre humano, que no busca caer bien. Una honestidad valiente por parte de Wagner, quien opta por quitar cualquier idealismo en un relato con un final que ya se sabe al estar basada en hechos reales.
Wagner tiene el reto de crear una historia con final feliz con espíritu real y verosímil. Lo consigue también por sus actores protagonistas, magníficos Gerhard Liebmann y Luka Dimic. Ambos tienen una química curiosa, que muestra cómo el odio puede tornarse en deseo por lo prohibido y cómo ese morbo puede transformarse en algo mucho más constructivo como amor y un porvenir. El punto dramático viene cuando el cáncer irrumpe en la vida de los amantes. Pero, una vez más, Wagner rehúye de cualquier exceso de dramatismo, para mantener ese espíritu de coherencia en el relato.
Con una cuidada fotografía, obra de Serafin Spitzer, quien tuvo anteriormente el desafío de retratar el pérfido mundo que Ulrich Seidl perfila en 'Sparta', el cual sabe transmitir los colores apagados del ejército y llevarlos a un aspecto más luminoso con la irrupción del amor. 'Eismayer' es un debut de un realizador prometedor, que sabe atrapar (aunque a menor escala) las consecuencias de la represión y del odio hacia uno mismo de forma similar a la que tuvo Sebastian Meise con 'Great Freedom (Gran libertad)' y Eytan Fox en 'Yossi y Jagger' y su secuela 'Yossi'.