Llega a los cines españoles 'El capital humano', undécimo largometraje de Paolo Virzi, un ecléctico cineasta cuya obra ha llegado hasta ahora con cuentagotas a nuestras pantallas. En esta ocasión, la exitosa trayectoria de su film por varios festivales como Sevilla (donde obtuvo el premio del público) y su triunfo en los David di Donatello en 2014, han permitido el estreno en salas, aunque con más de un año de retraso, de esta adaptación de la novela 'Human Capital' del norteamericano Stephen Amidon en la que Virzi ha cambiado Connecticut por la región italiana de Brianza.
Simplificando mucho, podríamos decir que 'El capital humano' es a la codicia lo que la oscarizada 'Crash' era al racismo: un fresco de historias que se entrelazan y nos invitan a reflexionar sobre las consecuencias de la avaricia en la sociedad actual, además de lanzar la pregunta de en qué medida los ciudadanos de a pie se convierten impulsivamente en cómplices de un sistema que aplasta al débil e invita a pisar al prójimo para asomar la cabeza un palmo por encima del resto.
De hecho, tras un prólogo en el que presenciamos el accidente que desencadenará el drama, Virzi se apresura a presentarnos en un dilatado flashback a los personaje de Dino (Fabrizio Bentivoglio) y Bernaschi (Fabrizio Gifuni), que encarnan respectivamente a un humilde agente inmobiliario con aspiraciones de clase a cualquier precio y a un poderoso magnate que ve peligrar su imperio. Ambos jugarán sus cartas en una partida que deja los escrúpulos en la puerta con el único afán de preservar su estatus.
La amoralidad de estos personajes, quizá los más extremos y antipáticos de la función, contrasta con las contradicciones de su entorno familiar y sentimental. Además del interesante retrato de los hijos como víctimas del legado de sus padres y las subtramas que les atañen, destaca el personaje de Valeria Bruni Tedeschi, fabulosa en su encarnación de la esposa de Bernaschi, una neurótica aspirante a actriz que se afana en la reapertura de un teatro financiada por su marido.
De la tragicomedia a la intriga
El humor y el enredo entran en juego con la aparición de la actriz franco-italiana, cuyo personaje alberga la única y muy burguesa inquietud de dotar su vida de un sentido artístico. Sin embargo, a medida que el film avanza, la tragicomedia con aspiraciones sociológicas abre paso a una intriga alrededor de un accidental atropello cometido por uno de los protagonistas que tensará las relaciones entre personajes y hallará fatídicos nexos entre las distintas historias.
A pesar de que la parte que atañe al thriller del último tercio resulta bastante previsible y por momentos amenaza con reducir el impacto de la afilada crítica social construida en el inicio, esta sobrevive gracias a un epílogo no por efectista menos revelador. En cuanto a la alambicada estructura narrativa del film, sus saltos temporales están en este caso orientados a pervertir el juicio de un espectador al que la información se le otorga de manera dosificada para sosegar su sentencia, de modo que este acabe en algún caso por señalarse a sí mismo, identificado en las miserias de alguno de los personajes. Una sugestiva invitación a la autocrítica de la audiencia como pieza, no tan inocente, de este perverso puzzle que es la sociedad capitalista.