Mientras que en España parece que nos da pavor enfrentarnos a nuestro pasado y es imposible hablar abiertamente del régimen fascista de Franco sin que alguien saque a colación la falsa coletilla de que nuestra industria solo sabe hablar de tetas y la guerra civil, o peor aún, que se tilde a los responsables de esas películas de rojos y de remover la historia; en Alemania, con mucho más por lo que sentir malestar que nosotros, Hitler y el nazismo son tratados en la pantalla con mucha más naturalidad. Los espectadores tendrán sus dilemas y conflictos internos, pero eso no es excusa para que su cine pueda mirar al pasado y enriquecerse de lo que, por otro lado, es un mar inmenso de opciones cinematográficas.
En estas se sitúa 'El caso Fritz Bauer', cinta centrada en dicho fiscal y en su lucha para llevar a los nazis ante la justicia en una Alemania que vivía su particular transición en una renovada democracia que todavía intentaba reponerse de las secuelas de una recién finalizada guerra. Si bien Fritz Bauer es sobre todo conocido por su trabajo para lograr que Auschwitz fuera llevado a los tribunales, esta película se centra en un caso anterior, por el que luchó hasta la extenuación y por el que hasta muchos años después no se le reconoció el mérito que se había ganado.
'El caso de Fritz Bauer' se mete de lleno en una sociedad que aún no ha terminado de definirse. Acaba de salir de un régimen fascista y una guerra que la ha machacado, y poco a poco se va curando las heridas. Sin embargo, en su aún débil democracia conviven leyes y decretos nazis que chocan con la ansiada libertad. Es una sociedad en construcción y las contradicciones son palpables. En este aspecto resulta muy interesante, pues a través de la figura de Fritz Bauer el director analiza la situación de una Alemania en la que determinados líderes nazis aún seguían teniendo cierta impunidad (algunos incluso habían rehecho su vida sin mayores problemas, ocupando puestos de relevancia en gobierno y sector privado), pero colectivos como el homosexual debían esconderse y eran poco menos que repudiados por el resto.
Estilo noir
Lars Kraume construye su película adoptando los códigos del cine noir más clásico. Lo que se traduce en un completo acierto, ya que sumerge de forma mucho más eficaz al espectador en el relato. Desde la puesta en escena a la fotografía (que va cambiando de tonalidad según estemos en la fría e incómoda Alemania, o en lugares como Israel o Argentina), o la música, con un componente de jazz muy marcado. Se refuerzan así también arquetipos del género como el del héroe contra el mundo y la sombra de la sospecha, cualquiera puede ser un aliado y traicionarte a la vuelta de la esquina. Pero este envoltorio no se come el discurso que plantea el director, que se reserva un par de secuencias para exponerlo ante la audiencia.
Para darle verdad a todo esto, el director cuenta con un veterano actor al que hemos pdido ver en películas como 'Good Bye, Lenin!' o 'La cinta blanca', Burghart Klaussner. El intérprete encarna a un hombre que se resiste a darse por vencido ante la infinidad de obstáculos que se encuentra, aunque la edad y la, en muchas ocasiones, falta de resultados, le ponen en una situación límite. Y es en esta lucha interna entre la razón y lo que le pide el corazón lo que enriquece verdaderamente al personaje. Kraume tiene buen ojo al cargar todo el peso de la historia sobre este personaje, por más que cuente con un par de secundarios escudándole.
Nota: 7/10
Lo peor: Algún bajón de ritmo durante el segundo acto.
Lo mejor: Su envoltorio noir.