Que en pleno 2023 se estrene un western es algo tan inusual y extraño como ver un animal mitológico o encontrarte con un pokemon legendario en plena partida. El género vivió su apogeo entre los años 40 y 60 del pasado siglo con maestros como John Ford o Howard Hawks, tornándose ahora una rara avis muy difícil de encontrar, a pesar de haber tenido claros (y exitosos, aunque más por galardones que por dinero recaudado) ejemplos recientes como 'El poder del perro', 'Los Hermanos Sisters' o 'La balada de Buster Scruggs'.
Quizá porque es rarísimo que un western llegue a la pantalla grande, es más pecado todavía que el que lo haga sea uno tan flojito y estándar como 'El cazador de recompensas'. A los mandos de la dirección se encuentra Walter Hill, mítico cineasta más conocido por dirigir 'Los amos de la noche (The Warriors)' y por hacer las veces de guionista con 'La huida' o 'Aliens: el regreso'. No es el primer western que dirige Hill ya que en 1980 estrena 'Forajidos de leyenda', por lo que es un género que conoce y domina, algo que se nota en su última película pese a todo.
Para 'El cazador de recompensas', el veterano director de 82 años ha contado con un reparto excepcional (que sostiene la película) y una trama extremadamente convencional (que la hunde). Ambientada en Texas en 1892, narra la historia de una fuga o, mejor dicho, un secuestro. El exmilitar Elijah Jones (Brandon Scott) abandona el ejército tras llevarse consigo a Rachel Price (Rachel Brosnahan), una refinada señorita aristócrata. Su marido contrata los servicios de un legendario cazarrecompensas Max Borland (Christoph Waltz) para que la traiga de vuelta. Paralelamente a todo esto, Joe Cribbens (Willem Dafoe), un peligroso pistolero a sueldo, sale de la cárcel y jura venganza contra Max por haberle encarcelado.
Dos cabalgan... separados
Sin duda, lo mejor de la película es lo que cabría esperar de un western tan genérico como su título: su reparto. En especial, claro, el tándem Waltz y Dafoe. Por mucho que el guion sea flojo o argumente su razón de ser en completos tópicos y clichés del género, ambos actores demuestran lo buenos que son al salvar la papeleta incluso con unos personajes tan insulsos.
Waltz demuestra sus tablas (aunque sea un rol muy distinto) en un género que le dio su papel más memorable (con permiso del coronel Hans Landa en 'Malditos bastardos'), el de King Schultz en 'Django desencadenado'; mientras que el caso de Dafoe es simple y llanamente su buen hacer, su demostración de actor legendario y su capacidad para mimetizarse con su proyecto, sea cual sea el género, director o protagonismo.
Sin embargo, y como decíamos, es muy difícil sostener una película exclusivamente con las interpretaciones, y más si el libreto es tan formulaico y común como este. Waltz y Dafoe se proyectan como la antítesis el uno del otro, con un duelo en el horizonte cuya intención es que se cueza a fuego lento durante toda la película pero que resulta repentino, impostado y anticlimático.
Una parsimonia aburrida
Otra de sus virtudes es un clímax final que quiere replicar la esencia de esa salvajada sanguinolenta de 'Grupo salvaje' de Sam Peckinpah (aunque, claro, sin llegarle a la suela de los zapatos). Resulta, por tanto, bastante más encomiable su intención que su resultado, y pasa lo mismo con su guion. Al comienzo de la película, el personaje de Waltz augura una guerra por el secuestro de una mujer y señala los evidentes paralelismos con la legendaria guerra de Troya, prometiendo unos diálogos tan lenguaraces como este personaje.
Pero ni lo uno ni lo otro. 'El cazador de recompensas' se descubre como un western terriblemente típico y soso, con situaciones vistas en innumerables películas del Oeste y tropos narrativos del género como el pistolero que busca venganza, la señorita sofisticada que de sofisticada tiene poco o el duelo en mitad de la calle con ese plano detalle a la mano del revólver.
En resumen, Hill confecciona un western al más puro estilo clásico, con unos cortes y una utilización de la música de lo más tradicional, pero fía demasiado su éxito en las actuaciones de sus estrellas y se olvida de desarrollar una trama mínimamente carismática, innovadora o complementaria a lo ya visto miles de veces. Es muy difícil que una película de la actualidad aporte cosas nuevas al legendario género (algo que parece solo al alcance de Clint Eastwood y su 'Sin perdón'), pero desde luego que la cosa no va a cambiar con la aburrida parsimonia de 'El cazador de recompensas'.
Lo mejor: Las tablas de Waltz y Dafoe, su buen hacer en cualquier situación.
Lo peor: El guion, que parece sacado de una IA tras meter en la coctelera todos los westerns habidos y por haber.