El Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, en su aclamada novela 'Cien años de soledad', escribió: "Extraviado en la soledad de su inmenso poder, empezó a perder el rumbo". Macondo fue el pueblo ficticio que el autor colombiano mostró no sólo en la cita obra sino también en otros escritos suyos como 'Los funerales de la Mamá Grande' o 'La Hojarasca', una referencia para la dupla de directores conformada por Mariano Cohn y Gastón Duprat que convierten al pueblo imaginario de Salas en el lugar en el que tiene lugar 'El ciudadano ilustre', premiada en Venecia y la Seminci.
Daniel Mantovani, uno de los escritores más aclamados de Hispanoamérica, se convierte en el primer argentino en ganar el Nobel de Literatura. Tras ello, Mantovani decide volver al pueblo que le vio nacer, Salas, lugar en el que están ambientadas todas sus novelas. Lo que es inicialmente es una bienvenida por todo lo alto se va conformando en un odio y desprecio que convertirá el regreso del escritor a sus orígenes en un auténtico infierno.
Una sátira sobre las contradicciones de la sociedad argentina
Cohn y Duprat son especialistas en crear ácidas sátiras que muestran las contradicciones de la sociedad argentina de manera autocrítica. En el caso de 'El ciudadano ilustre', la película camina por varios lugares en los que se van mostrando no sólo las diferencias entre el autor, que huyó del pueblo y ha vivido toda su vida en las grandes metrópolis de Europa, y el pueblo, cuyo modo de vida está entre lo apacible y lo ranciamente conservador, mostrando un inmovilismo rural que, evidentemente, es sinónimo de los propios conflictos de la Argentina actual, que anhela reconocimiento internacional y cosmopolita pero que también tiene una identidad muy propia.
Conflictos de extrema complejidad que los realizadores saben tratar de la manera más irónica y cómica posible, mostrando una cinta en la que el público no podrá empatizar con nadie, ni siquiera con su protagonista, y disfrutará de un malicioso descenso a los infiernos de un hombre que se da cuenta no sólo de que "no es profeta en su tierra" sino que siente realmente un profundo rechazo a un estilo de vida rancio y que va en contra del progreso, una antipatía que es mutua al mostrar un pueblo que tiene el encanto decadente de Macondo pero combinado con el toque desquiciado de la magnífica 'Relatos salvajes'.
Óscar Martínez, merecidísimo premio en Venecia, es el maestro de ceremonias de una historia de un personaje con un profundo miedo a la soledad pero cuya arrogancia le hace víctima de sus propios demonios a la par que crea un retrato nada amable de las sociedades rurales en la Argentina actual. Una cinta que se disfruta no sólo por ver el lado más desquiciado del ser humano, sino también cómo los instintos más primarios son los que realmente llevan la batuta en una sociedad que, realmente, no desea progresar más.
Una de las mejores películas del año
Interesante reflejo y ácida autocrítica la que realizan Cohn y Duprat, que son capaces de hilar más fino ante una película extrema en la que se puede ver cómo la realidad y la ficción están más unidas de lo que la gente puede llegar a pensar, convirtiendo a 'El ciudadano ilustre' es su mejor película hasta el momento y en el mejor ejemplo de la incómoda realidad que se vive en Sudamérica entre metrópolis, exilios al extranjero, vetustas zona rurales y desigualdades que van más allá de lo económico, especialmente en lo referente en lo cultural y social.
Esto hace a 'El ciudadano ilustre' una de las mejores películas de este año, como lo fue en su momento 'Relatos salvajes', una brutal y maliciosa sátira que se disfruta cual deseo culpable, un crudo y directo golpe tanto a la arcaica vida rural como a la arrogante y egocéntrica élite cultural, sencillamente magistral en su transversalidad.
Nota: 9
Lo mejor: Su ácida crítica y Óscar Martínez, que está sensacional.
Lo peor: Su tono la hace parecer liviana, cuando es mucho más compleja de lo que aparenta.