Hay un mundo donde el tiempo transcurre de forma distinta, una isla repleta de plástico en la que sus habitantes sueñan con extraterrestres y una vida mejor. Es un centro de reciclaje en Williamsburg, Nueva York, donde quienes fracasaron en lograr el falso ideal del sueño americano han encontrado una segunda oportunidad. Adán Aliaga y Álex Lora retratan la vida de estas personas en 'El cuarto reino', un proyecto que iniciaron como cortometraje documental y al que han regresado un año después, consiguiendo varias nominaciones en el circuito de premios.
René es un migrante ilegal que sigue acudiendo a Alcohólicos Anónimos, pero que ha logrado salir de la calle gracias a Ana, una misionera española que acoge a aquellos excluidos de la supuesta tierra de oportunidades. En este entorno peculiar encontramos también a Walter, un enigmático y talentoso inventor, y a Pierre, un antiguo pianista de jazz. Todos tienen sus motivos para haber acabado en la marginalidad, de la cual han salido gracias al empuje de la ONG dirigida por Ana, toneladas de plástico y chatarra.
Un ecosistema particular
A la cámara no le interesa lo que ocurre fuera del recinto. No importan las calles de Nueva York, sino ese ecosistema propio, una suerte de Torre de Babel donde migrantes hispanos y chinos intentan entenderse con Google translator. Un lugar en el que lo mismo se divaga sobre los misterios insondables del universo que sobre el frío neoyorquino, y que constituye a la vez refugio y prisión para quienes se han visto despojados de sus sueños. Aliaga y Lora nos muestran esta realidad sin prisa, dejando a los protagonistas hablar y adueñarse de su propia historia. Sin embargo, no renuncian a imprimir una huella más personal mediante planos cargados de simbolismo y un conjunto de escenas oníricas, que sorprenden pero no desentonan con el tono narrativo.
"Somos como náufragos intentando mantener el equilibrio en un miserable tablón, pero una vez aceptamos eso, la vida nos resulta más fácil", reza un cartel colgado en la sencilla oficina del centro, que define muy bien a René y sus compañeros: ellos son los marginados de la primera potencia mundial, una sociedad donde el racismo y el clasismo continúan a la orden del día, un país donde la carencia de papeles y un seguro médico es una condena al ostracismo. Poco a poco van recuperándose a sí mismos, ante la firme y tranquila presencia de Ana. Ella los protege de la drogadicción, el alcoholismo y la pobreza, dándoles una ocupación, una rutina que les permite recuperar la dignidad. Nunca hubo tanta belleza en un trozo de plástico.
Nota: 9
Lo mejor: Su profunda sensibilidad y carga social sin renunciar a una cuidada estética.
Lo peor:El ritmo pausado puede no gustar a todo el mundo.