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CRÍTICA

'El cuento de la princesa Kaguya': La aflicción de la doncella

La gran obra maestra de Isao Takahata, 'El cuento de la princesa Kaguya', llega a los cines españoles tras haber triunfado en festivales como los de Cannes, Annecy o San Sebastián. Un lienzo japonés que cobra vida.

Por Miguel Ángel Pizarro Más 17 de Marzo 2016 | 17:03
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Imagen de 'El cuento de la princesa Kaguya'
Imagen de 'El cuento de la princesa Kaguya' (Vértigo Films)

"(...) Y cayó ella, con sus trofeos

floridos, en aquel arroyo de lágrimas. Extendidos

sus ropajes en el agua, salía a flote cual sirena

y cantaba estrofas de antiguas canciones,

inconsciente del peligro, o como hija del agua,

acostumbrada a vivir en el propio elemento."

William Shakespeare. Hamlet, Escena XXIV, Acto IV.

La dama trágica, aquella mujer víctima de su propio destino, una veces por culpa de terceros y otras veces por haberse atrevido a vivir su propio camino en una época equivocada. Rara vez se pueden ver este tipo de heroína en el cine actual. Sin embargo, 'El cuento de la princesa Kaguya' de Isao Takahata evoca a aquellas mujeres de la manera más delicada y sentida posible.

El cuento de la princesa Kaguya

Pasaron catorce años desde la experimental 'Mis vecinos los Yamada', un tiempo en el que el maestro Takahata ha confeccionado en forma de largometraje uno de los cuentos populares más antiguos del Japón. 'El cuento del cortador de bambú' narra la historia de un honorable anciano que se dedica a talar bambúes para vivir. Un día encuentra en un tallo de bambú una hermosa flor que guarda a una bella niña que resulta ser la princesa de luna. El hombre y su esposa, a los que se les había negado la posibilidad de tener hijos, ven la llegada de la criatura como una señal de la providencia. Debido al rango innato de la pequeña, el vetusto matrimonio decide criarla como la princesa que es, gracias a la propia ayuda que la naturaleza les aporta.

La hermosa perla de la luna

El cineasta con este filme culmina su ascenso a la expresión de la animación japonesa, dejando de lado los alardes de perfección de los que Studio Ghibli es modelo. Un camino en el que el maestro busca la belleza y delicadeza del boceto, de la imperfección, una forma de volver al origen de la pintura. Cada detalle de 'El cuento de la princesa Kaguya' está trazado al mínimo cuidado, ofreciendo prácticamente un retrato en vivo de la maestría del dibujo oriental.

El cuento de la princesa Kaguya

El telón se abre, el largometraje muestra una presentación que evoca al estilo yamato-e de la clásica pintura japonesa. Una forma ya de crear un aura de nostalgia que imperará a lo largo del relato. Con la influencia de los monocromáticos en tinta al estilo sumi-e, Takahata traerá de vuelta lo hermoso de lo austero, de la melancólica sobriedad. Un forma clásica de narrar, una manera de dejar claro que la joya que enseña es un cuento popular, en el que la complejidad de sus personajes es medida más por sus actos que por sus actitudes. Los subtextos y las diferentes lecturas que esconde esta antigua gesta tienen la mínima actualización necesaria para evitar que pierda su esencia y aroma añejo. Pocas veces se ha visto un largometraje tan apartado de los cánones de su propia animación.

El veterano cineasta tiene experiencia en observar, siempre con una respetuosa mirada, la aflicción de la infancia. Ya lo demostró en series como 'Heidi', 'Marco' y, especialmente, 'Ana de las Tejas Verdes'. Esta hermosa perla es la historia de una heroína abocada a la tragedia, que tuvo la osadía de cometer el crimen de querer elegir su propio destino en una época en la que no podía y que debe pagar por su atrevimiento. Una crónica sobre el libre albedrío de una muchacha, un debate sobre la alegría y la eterna nostalgia a través de sus tonalidades florales entre el otoño y la primavera. Una representación femenina alejada, incluso, de los arquetipos de la filmografía de Studio Ghibli y de ejemplos tan importantes como 'La princesa Mononoke' o 'El viaje de Chihiro', creados por su colega y contemporáneo Hayao Miyazaki.

El canto del cisne

El cuento de la princesa Kaguya

La solemnidad con la que se muestra a su heroína alude al tiempo perdido, al amor no correspondido, a la injuria de la calumnia; aunque también a la excelencia de la naturaleza, a la confianza en la bondad humana, a la redención de la disculpa. Todo ello cobra forma en una frágil y etérea protagonista de increíble belleza visual que, hace que sólo pueda compararse con obras maestras occidentales como 'Blancanieves y los siete enanitos', 'Las aventuras del príncipe Achmed' o 'La bella durmiente', en que cada escena era arte en estado puro y una declaración de pasión a la animación.

Takahata evoca también a los clásicos narradores del cine japonés, Yasujiro Ozu o Kenji Mizoguchi, con su estilo costumbrista y magníficamente pausado. Se trata de la culminación de toda una carrera. 'La tumba de las luciérnagas' fue el testimonio de aquella infancia ultrajada; 'Recuerdos del ayer', la sonata para los tiempos del pasado y la evolución del presente; 'Pompoko', la celebración de las decadentes causas perdidas; y 'Mis vecinos los Yamada', el necesario intermezzo para el día a día. Con 'El cuento de la princesa Kaguya', el cineasta cierra el círculo y deja el mejor testamento en vida que un maestro puede crear. Esta obra es puro caviar, una manjar para deleitarse, un lienzo del Japón que cobra vida en cada equinoccio.

El canto del cisne empieza a sonar, como si de una ópera romántica se tratase. La fábula se clausura cerrando una obra marcada por la desdicha. La doncella trágica se marcha con una despedida llena de cánticos, lágrimas, honores, alegría y tristeza. La joven paga el precio de su destino en una noche plateada. El telón se cierra y con él, el fin de una etapa.

10
Lo mejor: Todo su conjunto, una joya de orfebrería confeccionada por y para el arte.
Lo peor: De narrativa clásica y solemne, no gustará a los fans más acérrimos del estilo fantástico de Hayao Miyazaki.
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