La 'Trilogía del Baztán' de Dolores Redondo no ha llegado a best seller solo por ser un thriller altamente adictivo. Se le pueden sacar muchas virtudes la historia de Amaia Salazar y los misterios de su localidad natal, Elizondo. Ya para empezar, da prácticamente todo el protagonismo de una historia que normalmente estaría pensada para un hombre a una mujer. Además, aprovecha al máximo el escenario en el que transcurren, presentándonos el folclore navarro a los que no lo conocíamos, jugando de forma muy interesante con realidad y leyenda. Era un caramelito que estaba esperando paciente a ser trasladado a la gran pantalla.
Fernando González Molina, director de 'Palmeras en la nieve' o 'Tres metros sobre el cielo', ha sido el encargado de llevar a cabo la primera película de la trilogía: 'El guardián invisible'. En ella se nos presenta a Amaia, una inspectora de la Policía Foral de Navarra, que recibe un caso que podría suponer un paso muy importante en su carrera: investigar la muerte de una joven, encontrada junto al río Bidasoa en lo que parece haber sido un ritual o un asesinato con mucha parafernalia alrededor. Para ello tendrá que regresar a Elizondo, el pueblo en el que se crió, un lugar que volverá a despertar en ella unos recuerdos que creía tener bien enterrados.
González Molina es de Navarra, y se nota muchísimo por el respeto con el que trata en la película a la zona del Baztán y todo lo relacionado con las tradiciones del valle. Al igual que Redondo lo hizo en papel, el director convierte a Elizondo y alrededores en un personaje más de la película, con la ventaja de haberse podido trasladar hasta allí para el rodaje. Los bosques cobran vida y ayudan a crear una atmósfera de thriller cautivadora, ayudados por la eterna lluvia y un trabajo de fotografía que busca siempre colores fríos, consiguiendo que parezca un sitio tétrico, pero hipnótico a la vez. Difícil hacer tan atractiva una zona usando una historia centrada en asesinatos, pero Elizondo, por ejemplo, se vende sola con su canal en medio de la calle, sus casas de toda la vida y sus hoteles de estilo mucho más contemporáneo.
Hasta allí nos trasladamos con Marta Etura, que es la protagonista absoluta de la película. Ella lleva todo el peso de la historia, al menos del lado policial, ya que en la cinta gana todavía más peso si cabe que en el libro, en detrimento de Jonan, Iriarte, Zabalza y Montes, sus compañeros de investigación, que acaban encontrando papeles mucho más pequeños que en el libro. Es una pena sobre todo por Jonan, el personaje de Carlos Librado "Nene" (que se estrena de forma notable en la gran pantalla), cuya conexión con Amaia se queda solo en ser su ayudante y no se fragua una amistad que sería importante si la saga continúa con las siguientes películas. También se queda algo deslucido el arco de Montes (Francesc Orella), con mucho peso en la novela y aquí algo meramente anecdótico. Pero por algún lado había que cortar cuando la película sobrepasa las dos horas.
E igualmente, el principal problema que tiene la cinta es que no alcanza el ritmo trepidante que debería tener esta historia, y que sí tiene la novela. El primer obstáculo es una duración excesiva para un thriller que se hace bastante monótono, envuelto todo el rato en los mismos colores fríos y en la lluvia. Llega a un momento en el que perdemos la noción del tiempo (quizás buscado a propósito, pero poco efectivo en el objetivo de entretener) y la cinta solo parece salpicada por momentos álgidos que intentan despertarnos del tedio, algunos de ellos más efectivos que otros. Todo el pasado de Amaia, por ejemplo, sí que consigue recuperar nuestra atención y ayuda mucho a construir la personalidad de la protagonista. Con una buena fotografía y una dirección que va soltando miguitas para acabar sorprendiendo al espectador, estos flashbacks son de los puntos más interesantes de la película.
Luego tenemos el punto sobrenatural que tiene 'El guardián invisible'. En la novela, Dolores Redondo utiliza la mitología de la zona para hacer un poco más complicada la resolución del caso y enriquecer la historia. Aunque Amaia siempre ha vivido rodeada por la mitología, el folclore y la magia (su tía Engrasi, pilar maestro en su vida, echa las cartas del tarot), evidentemente tira más al escepticismo (aunque le dé por "sentir" el aura de los cadáveres con la mano), pero se topa con una sociedad muy arraigada a las tradiciones que cree todavía en las brujas y en los seres que protegen la naturaleza. Lo que empieza como el nombre que le da la prensa al caso, "los crímenes del basajaun", deriva en un relato en el que lo sobrenatural y lo real se mezclan como si fuera lo más normal del mundo. A pesar de que en la película está tratado con sutileza, sin convertirla en un relato de fantasía, habrá muchos que sentirán rechazo hacia esta inclusión, y la novela tiene la suerte de poder jugar un poco más con los dobles sentidos o el engaño en la narrativa, mientras que en la película esos momentos son mucho más directos y no pueden camuflarse de ninguna forma. En este caso quedaba mejor pensar el "haberlas haylas" de las meigas, como dicen por el norte, que verlas directamente en un contexto en el que, quizás, no pegan mucho.
Es una adaptación, pero no es un libro
Pero la principal barrera con el espectador es que, aun con sus ligeras modificaciones, nos encontramos con una adaptación prácticamente literal del escrito de Redondo. Lo que deriva en una serie de diálogos tremendamente antinaturales, en los que no se ha intentado ni adaptar la forma de hablar de los personajes de un tono más literario a algo más natural y fluido. Esto, de nuevo, no ayuda nada a mejorar el ritmo de la película. Tampoco que algunas tramas queden un poco colgando por falta de tiempo o explicaciones, como es el caso de todo lo relacionado con Dupree y el paso de Amaia por el FBI en el pasado, que cierto es que es una parte del suspense muy interesante en la trilogía, pero que en la película parece no hacer más que lastrar el desarrollo de la cinta. Y eso que Luiso Berdejo ha conseguido mantener esa sensación de desconcierto que siente Amaia, y que por tanto siente el lector o espectador.
A pesar de que la película tenga estos puntos flacos, cuenta con un poderoso reparto que, tanto si tienen personajes importantes como pequeñas apariciones, hacen justicia a sus papeles. Marta Etura, como dije, es todo el centro de la película, y realmente es lo que uno imagina cuando Dolores Redondo describe a Amaia. Maneja al personaje con mucho pulso, haciéndola metódica e implacable, pero dejando claro que es una persona con heridas sin cerrar, que rompen su barrera de profesionalidad en cuanto pisa Elizondo. La única que le planta cara, nunca mejor dicho, es Elvira Mínguez. Esta interpreta a Flora Salazar, la hermana mayor de Amaia, una mujer muy seca y autoritaria que le tiene mucho rencor guardado. Y se sale, totalmente. Roba cada escena con una fuerza arrolladora. De los secundarios, es sin duda la que más destaca. Y eso que contar con gente como Manolo Solo o Pedro Casablanc es un privilegio, por muy pequeño que sea el papel, cumplen más que de sobra.
'El guardián invisible' tiene todos los ingredientes, no solo para ser una buena adaptación, sino para ser un gran thriller. La atmósfera que ha conseguido Fernando González Molina es hipnótica, tanto por el aire de suspense nórdico sin caer en la sordidez, como por haber sacado todo el potencial que tienen los parajes de Navarra. El reparto es muy destacable y la película, aunque cierra el caso principal, deja con los suficientes interrogantes como para querer ver más de Amaia y los misterios que le esperan en Baztán. Este primer contacto con la trilogía tiene bastante que mejorar, sobre todo pulir el ritmo, discernir entre lo verdaderamente accesorio y darle una vuelta a la inclusión del folclore en una película como esta. Pero se nota el respeto por la novela y por los personajes, simplemente tienen que encontrar la forma de traducirlos mejor. Sería una pena que, ahora que conocemos el secreto más oscuro de Amaia, no seamos capaces de ver en la gran pantalla de lo que es capaz.
Nota: 6
Lo mejor: Elvira Mínguez. La atmósfera conseguida por Fernando González Molina.
Lo peor: El ritmo, demasiado irregular, la hace larga.