Cegados por el brillo del Universo Cinematográfico Marvel, los ejecutivos de Universal quisieron montar su propia franquicia de películas interconectadas con sus propiedades intelectuales: los monstruos clásicos. La cosa empezó y terminó con 'La momia', una película protagonizada por Tom Cruise que no tuvo el éxito esperado en taquilla. Se estaban planeando remakes sobre la Novia de Frankenstein, el Hombre Invisible y otros monstruos de Universal, y se llegó a publicar una foto promocional en la que posaban Cruise y Sofia Boutella junto a Johnny Depp, Javier Bardem y Russell Crowe. El monstruoso proyecto nació muerto, claro, y al tiempo Universal anunció sus nuevos planes: habría películas sobre los clásicos personajes del terror, pero en vez de ambiciosas producciones protagonizadas por superestrellas serían cintas de presupuestos modestos con claras visiones autorales. Es decir: aplicarían la fórmula Blumhouse, la de 'Déjame salir', 'Insidious', 'Paranormal Activity', 'Sinister' y otras tantas rentables cintas del género.
Y llega ya, con la celeridad y la eficiencia que caracterizan a las películas producidas por el Rey Midas del Terror Jason Blum, la primera película de esta renovada fórmula: 'El hombre invisible'. Dirigida y escrita por el australiano Leigh Whannell (actor y guionista en 'Saw', guionista en 'Insidious' para su buen amigo James Wan, director en 'Insidious Capítulo 3' y 'Upgrade'), este nuevo acercamiento al personaje de H.G. Wells tiene como novedad que él no es el protagonista. El científico loco que se volvía invisible a sí mismo y aterrorizaba al mundo en el clásico de 1933 dirigido por James Whale se hace un lado, y el foco de la historia se pone en su víctima directa: su mujer.
Elisabeth Moss, que es un poco estrella también pero de la tele ('Mad Men' y 'El cuento de la criada'), encarna a Cecilia, una mujer maltratada que decide escapar de su marido en plena noche. Pero él (Oliver Jackson-Cohen, de la maravillosa 'La maldición de Hill House') es un psicópata multimillonario que la tiene encerrada en un castillo de marfil. La película empieza con unos imponentes planos en los que Moss recorre una mansión con vistas al mar, un primer tramo en el que ya se intuye la que será la mejor baza de 'El hombre invisible': la tensión que no explota. La sombra de este monstruo muy real seguirá a Cecilia en la búsqueda de su libertad, más aún cuando se entere de su supuesto suicidio: Cecilia empezará a sospechar que la muerte de su exmarido es un montaje y que ha encontrado la forma de volverse invisible para acecharla.
Desde la propia premisa se ve lo que Whannell pretende: entre susto y susto, reflexionar sobre el trauma que viven las mujeres que han sufrido maltratos. Al estilo de las sátiras sociales de Jordan Peele 'Déjame salir' y 'Nosotros' (producidas por Blum, de hecho), y como tantas otras cintas de terror, género perfecto para hablar del mundo real mediante alegorías. Y hasta cierto punto la propuesta es interesante: durante la primera mitad, 'El hombre invisible' juega a la tensión calmada, a la amenaza escondida, se para en los espacios vacíos para generar incertidumbre y nos pone en la mente de esta mujer con síndrome de estrés postraumático. Contra toda evidencia, sentimos que hay un peligro.
Por supuesto, ayuda tener a Moss como protagonista, aunque cualquier espectador de 'El cuento de la criada' se conocerá de memoria sus primeros planos con cara de sufrimiento. Pero Moss es buena en esto de llevar a sus personajes a la locura, adentrarse en la oscuridad y hacernos participar de su angustia. Su interpretación es la única destacable en un reparto que cumple sin más: a Jackson-Cohen lo vemos poco, huelga decir, y los fans de 'Euphoria' reconocerán a la hermana pequeña de Zendaya en la serie, Storm Reid, pero poco más.
De la ambigüedad al susto más simplón
Es una pena que, tras una primera mitad más ambigua y atmosférica, 'El hombre invisible' se entregue al terror más ruidoso y simplón, el de los sustos de estruendo musical. Porque entonces pierde mucha fuerza su metáfora de los peligros del patriarcado: de convertir el trauma de una mujer maltratada en una película de casa encantada, una propuesta en principio interesante, pasa al thriller de acción espectacular con giros de guion cuestionables y secundarios planos al servicio de aquellos. No tiene la potencia de la terrorífica 'Custodia compartida'; ni la solidez de 'Hush', aquel slasher de Mike Flanagan en el que una mujer sorda tenía que protegerse de los ataques de un asesino enmascarado en su propia casa; ni la mordacidad feminista de 'Nación salvaje' (precisamente de Sam Levinson, el creador de 'Euphoria').
En los mejores momentos de 'El hombre invisible', Leigh Whannell parece estar haciendo un capítulo de una antología de terror televisiva, y probablemente le habría venido bien quedarse en ese terreno: una película a menor escala, menos ambiciosa y más concentrada en sus aciertos, que los tiene. La escena más inquietante de todo el metraje es un plano fijo de una cocina vacía. Ese miedo a una amenaza invisible, quizá parecido al que siente una mujer cuando camina sola por la calle de noche, es la idea más terrorífica que puede dejar una película de miedo, y no los sustos facilones.
Nota: 6
Lo mejor: Los momentos más tensos en los que Leigh Whannell juega con los espacios vacíos.
Lo peor: Que deje toda ambigüedad y complejidad fuera de la mesa.