Si tu primera película se convierte en un exitazo de streaming tras ganar el Festival de Sitges y el premio del público en la sección Locura de Medianoche en Toronto, junto a muchos otros premios técnicos, ¿cómo consigues que tu segunda película y secuela directa esté a la altura? El director bilbaíno Galder Gaztelu-Urrutia ha apostado por hacer 'El hoyo 2' mucho más estruendosa que su aclamada predecesora (quizás demasiado), con todo el apoyo y el sello de Netflix, donde se estrena directamente el 4 de septiembre.
Más mensaje
Entre lo mucho mantiene de la original, el guion del director con Pedro Rivero, David Desola y Egoitz Moreno destaca en su capacidad de hablar a nuestro tiempo: mientras que 'El hoyo' presentaba en plena pandemia una claustrofóbica alegoría de clases sociales, ahora nos damos de bruces con la polarización social por el fanatismo ideológico. Para evitar caer en el mensaje que tan explícitamente predica, la película ofrece una perspectiva sorprendentemente amplia de este extremismo, tanto el ultra conservador como el liberal, sin posicionarse en ninguno y jugando con todas sus caras.
Con esta idea tan potente, enseguida justifica su existencia como franquicia... y así de rápido también tarda en gastar todo su increíble potencial. Los primeros 10 minutos de metraje se dedican a situar la trama y su mensaje para nada escondido con una conversación tan intensa como frenéticamente editada. El resto de sus 99 minutos se dedica a repetir sus ideas con palabras a las que acaba por quitar el significado por explicarlas tantísimo, como "ley" o "revolución".
Este fanatismo explícito contagia a todos los aspectos narrativos (que no visuales, tristemente) del filme. Desde los puntos clave de la historia hasta los guiños nostálgicos hacia la primera o la innecesaria escena postcréditos, todo el guion se siente como la expresión popular: "por la cara". En ese camino para ser demasiado trascendente, consigue entretener solo a ratos, ya que tiene bastantes altibajos y demasiadas conversaciones con (no) personajes secundarios que sirven como meros altavoces.
Más personajes
Afortunadamente, la protagonista de 'El hoyo 2' se dedica más a mirar y a hacer que a decir, y ahí es donde Milena Smit se luce (como viene haciendo soberbiamente en absolutamente todas y cada una de sus películas). El guion sabe que ella es la película, a pesar de que la meta tanto en el drama social que se olvide hasta el final de darle el suyo personal, cuando ya es muy tarde. Ya sea escuchando contenida o repartiendo acción totalmente desatada, la actriz de 'Madres paralelas' se convierte en una de esas heroínas de acción memorables que pasa de estar impoluta a sufrir un desgaste y maltrato físico realmente exigentes. Con ella, más sí que es mejor.
En cuanto a su desaprovechadísimo compañero de reparto, más sí que era la solución. Hovik Keuchkerian llena la pantalla (del móvil, supongo) con ese abrumador talento corporal, exprimiendo al máximo esa fabulosa caracterización y los pocos minutos que le dejan antes de convertirse en un mero recuerdo sin el que la película podría haber transcurrido igual. Los secundarios robaescenas también aprovechan cada segundo y (en su caso sí) unas subtramas tan interesantes como trascendentes. Natalia Tena y Óscar Jaenada demuestran que sí ha merecido la pena ampliar el reparto para esta secuela.
Más espectáculo
Al igual que pasó con 'La casa de papel', Netflix ha sabido responder al fenómeno de 'El hoyo' apostando fuertemente por ampliar su factura visual. Que se vea el dinero invertido, vaya. La primera ganó el premio a Mejores efectos visuales en el Cine Europeo, los Goya, Sitges y Gaudí. Aunque la segunda no acabe de explotar el gore y los efectos tengan menos sentido (también "por la cara"), sí que hay más de todo: fuego, sangre, partes del cuerpo, escenas sin gravedad... Quién dijo que el cine español no puede lucir factura de blockbuster.
La otra cara de la moneda es que el sello Netflix también se nota en la fórmula de tener una premisa ambiciosa plasmada de una forma que no le llega a la altura, ya que aunque tenga más efectos chulos pierde el impacto o la inteligencia al usarlos. El gore se asoma sin llegar a explotar. Las metáforas visuales se insertan sin llegar a aportar nada. Las grandes escenas de acción se ruedan en planos medios o primeros planos (salvo algún general a cámara lenta para lucir los pocos que hay y algunos calcos de la primera).
'El hoyo 2' recoge todo lo mejor de la primera entrega en una sucesión de destellos tan ambiciosos como gratuitos: mensaje social, violencia, planos, personajes... Hay mucho más de todo, aunque no siempre sea mejor. Afortunadamente, contamos con unos actores patrios de altísimo nivel que salvan esta tesis de religiosidad comercial con la que podrá empatizar todo el mundo a partir del viernes 4 de octubre en Netflix.
