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CRÍTICA

'El Imperio de la Luz': Sam Mendes firma una carta de amor al cine algo descafeinada

El filme pretende abarcar más de lo que realmente puede por una evidente falta de potencia en su guion, que no logra emocionar.

Por Gonzalo Franco Más 30 de Marzo 2023 | 19:26
Periodista especializado en cine y televisión a tiempo parcial, fan de Star Wars a jornada completa.

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'El Imperio de la Luz': Sam Mendes firma una carta de amor al cine algo descafeinada

Después de muchos años comprometido con las grandes producciones de acción como '1917' o la saga '007: James Bond', Sam Mendes regresa a los dramas íntimos. Lo hace con 'El Imperio de la Luz', una película con la que pretende rendir homenaje a la época en la que creció y desarrolló sus gustos, ideales y su amor por el cine. La película ya puede verse en cines.

'El Imperio de la Luz'

La trama de 'El Imperio de la Luz' sigue la historia de Hilary, una solitaria mujer de mediana edad que vive en una ciudad de la costa del sur inglesa en los años 80. Su vida transcurre entre las paredes del cine en el que trabaja. Un día, el joven Stephen es contratado en el complejo, y poco a poco empieza a surgir una bonita amistad con mucha química.

El retrato de una época

La verdadera intención de Mendes no es únicamente hablar sobre la chispa del amor entre dos marginados. 'El Imperio de la Luz' es un lienzo sobre el que el cineasta esboza sus recuerdos. Así, aspectos tan problemáticos como el auge de los skinheads y el violento racismo hacia las personas de color se transforma en potentes secuencias de gran tensión, más o menos explícita.

'El Imperio de la Luz'

Inglaterra era en los 80 un país que viviría una transición social muy importante. Los movimientos culturales disidentes e inclusivos afloraron a la par que desde los estamentos más conservadores se perseguía al diferente. A todo eso hace frente Stephen, pero también Hilary, la verdadera protagonista de la historia.

La soledad en la que vive se acentúa por un momento vital muy complejo y lleno de dudas. Problemas personales que nacen directamente de las experiencias familiares de Mendes, el romance con un hombre de raza negra y al que dobla la edad, un espíritu de rebeldía y hartazgo hacia quienes la han tratado como una marioneta... Sus dilemas emocionales son el pilar que vertebra la película, que en última instancia nos habla de esperanza.

'El Imperio de la Luz'

El cine, obsesión y vía de escape

La vida de Hilary y Stephen presenta un plano aún más trascendental e importante por su relación con el cine. Ella, pese a conocer de sobra los entresijos, se resiste a dejarse embaucar por el poder de la imagen. Él, por el contrario, se enamora perdidamente. Los momentos en los que ella le muestra los recovecos del edificio, las salas inutilizadas y la bucólica terraza son algunas de las secuencias más atractivas del filme.

Stephen descubre, se recrea en lo nuevo, que es el cine pero también la experiencia de una mujer a la que encuentra fascínate. Mendes, veterano, domina los mecanismos del género romántico para guiar su historia y construir su particular carta de amor al séptimo arte. Una fábula a la que dota del misticismo mágico de los grandes maestros gracias a una planificación y, sobre todo, a una iluminación hipnótica y absorbente en cada plano.

'El Imperio de la Luz'

Trazos difuminados

Sin embargo, el elogiable ejercicio de admiración y homenaje que realiza el director se queda sin fuelle a medida que el metraje avanza. Si bien los ingredientes planteados son sensacionales, Mendes es incapaz de darle chispa al conjunto. La nostálgica mirada que empaña 'El Imperio de la Luz' hace que todo se quede a medio gas con un guion incapaz de salir de su propio embrujo. Y la sensación de belleza poco a poco se entremezcla con la del aburrimiento.

El cine siempre ha hablado sobre sí mismo. Y solo en los últimos años se han planteado propuestas mucho más sólidas de directores que también han querido rendir homenaje al cine. Desde la reciente 'Los Fabelman' de Steven Spielberg hasta 'Érase una vez en... Hollywood' de Quentin Tarantino, por dar dos de los ejemplos más sonados. Lo mismo ocurre con historias románticas y dramas sobre inclusión y marginados. Mendes no consigue que nada destaque.

Uno de los grandes problemas que tiene la cinta es que pretende abracar tantos temas diferentes (la relación prohibida de los amantes, cine, soledad, racismo, mirada de esperanza...) que no se decide por ninguno. Todo queda sin concretar, como si las buenas ideas que se le iban ocurriendo al aclamado director las fuera apuntando con la esperanza de que el castillo de naipes se construyera por si solo. Los tres o cuatro puntos de giro resultan insuficientes para sostenerlo.

'El Imperio de la Luz'

Una historia de personajes

Quizá el cine, personaje con entidad propia indiscutible, no tenga tanta fuerza como cabría esperar. Pero 'El Imperio de la Luz' se mantiene en pie en todo momento gracias al arrojo y entrega de Micheal Ward y, sobre todo, Olivia Colman. Él lo logra con una sonrisa arrebatadora y una mirada llena de ilusión, pese a los constantes golpes que la vida le plantea. Ella con una actuación fabulosa, llena de sutiles matices con los que recorre los vaivenes y fantasmas internos de Hilary.

Lo cierto es que Colman ya acostumbra a esta siempre sobresaliente, pero no por ello deja de ser relevante. Es una de las mejores actrices de su generación y de las que más en forma están en todo el panorama cinematográfico desde hace varios años. En esta ocasión hace parecer fácil tanto los momentos más delicados como sus agresivos cambios de registro. Otra lección magistral de la intérprete, que merecía más reconocimiento del que tuvo en la pasada temporada de premios.

'El Imperio de la Luz'

El resultado final de 'El Imperio de la Luz' no alcanza las expectativas que genera siempre una película del director de 'American Beauty' o 'Camino a la perdición', pero tampoco es un trabajo flojo. A esta historia de amor, esperanza y cine le sobran motivos para interesar, aunque le falta garra para resonar, apasionar y perdurar en el tiempo y la memoria.

8
Lo mejor: Su planteamiento, propuesta visual y el tándem Colman-Ward.
Lo peor: En ningún momento consigue emocionar, le falta potencia.
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