Ya lo dijo el filósofo Arthur Schopenhauer: "El odio es un asunto del corazón, el desprecio lo es de la cabeza". El cineasta libanés Ziad Doueiri goza de una interesante carrera como realizador. Tras las magníficas 'West Beirut', 'Lila dice' y 'El atentado', el realizador estrena 'El insulto', ganadora del Premio del Público en la 62ª Seminci de Valladolid, premio al mejor actor en el 74º Festival de Venecia y primer filme libanés en ser candidato al Oscar a la mejor película de habla no inglesa.
Tony Hanna es un cristiano libanés que vive en Beirut. Debido a que el canalón que está puesto en su terraza no es apto de estar allí, según una orden del ayuntamiento, se procede a retirarse. Sin embargo, un poco de agua cae sobre Yasser, uno de los obreros, un refugiado palestino, iniciando un conflicto verbal. La discusión sube de tono, llegando a las descalificaciones y el mero insulto y terminando en una grave pelea. Las ofensas de Yasser han sido muy graves para Tony, que decide llevar el caso a los tribunales. Lo que empieza siendo un conflicto vecinal, terminará en un largo proceso judicial que desembocará en un enfrentamiento a nivel nacional, en el que los musulmanes palestinos se enfrentarán a la minoría cristiana libanesa.
El odio dentro del agravio
Ziad Doueiri continúa expresando sus preocupaciones sobre el Líbano, así como también sobre la situación de Oriente Próximo, en sus largometrajes. Si en 'El atentado' el cineasta intentaba entender cómo una mujer de clase media y en un ambiente laico es capaz de radicalizarse y asesinar a un montón de personas en masa, en 'El insulto' el realizador, que coescribe el guion con Joelle Touma, plantea cómo un leve chispazo puede provocar un terrible incendio, con temibles consecuencias que evidencian que las heridas en la zona siguen muy abiertas.
Pupilo de Tarantino, fue asistente de dirección del cineasta estadounidense en 'Reservoir Dogs' y 'Pulp Fiction', Doueiri sigue teniendo una increíble habilidad para la estética, lo que lleva a su cine, de fuerte carácter social, a otro nivel. Doueiri, cuya vocación conciliadora y a favor de la paz le llevó a estar detenido por un tribunal militar en su propio país por "visitar al enemigo", en referencia a Israel, sabe de primera mano lo que es tener el odio y el rencor expuestos a flor de piel.
El conflicto entre Israel y Palestina
Con 'El insulto', el cineasta aprovecha para diferenciar el conflicto vecinal que origina todo en el proceso judicial en el que el hecho queda completamente enrevesado, hasta tal punto que la injuria inicial se convierte en un mero Macguffin. Sin embargo, Doueiri sabe gestionar muy bien los alegatos de los demandantes y demandados, logrando entrar en la psique del vecino calumniado y el obrero impetuoso, así como también en los abogados que los defienden. Es más, la entrada en escena de los letrados logra dotar al filme de mayores dimensiones en el que el realizador aprovecha para dejar varios planteamientos, como el cuestionamiento a los delitos de odio, la sensación de impunidad en ciertos sectores de la sociedad y la clara evidencia del frágil equilibrio existente en el Líbano actual.
Quizás no sea del todo perfecta la película, pero Doueiri, finalmente, actúa de forma similar a Hirokazu Kore-eda en 'El tercer asesinato', ¿acaso en un juicio importa realmente la verdad? Al final, el conflicto solo evidencia las heridas sin cerrar de ambos colectivos, unos hacen referencia a la matanza de Damour, otros lo hacen al Septiembre Negro. Puede ser que el cineasta no muestra una solución a corto plazo, pero sí logra acercar al público la complejidad de la situación política civil tanto en su país y cómo afecta el conflicto israelí-palestino a los países vecinos. Y en ello, 'El insulto' se convierte en una exquisita fábula ética y moral. Doueiri vuelve a firmar una magnífica película en la que invita al espectador a ejercer de juez, que no fiscal, sobre unos hechos y sus consecuencias. Maravillosa y comprometida, uno de los largometrajes más interesantes estrenados este año.
Nota: 8
Lo mejor: Su proceso judicial, que evidencia la grave fractura social del país.
Lo peor: No ser bien valorada por cierto público occidental que no entiende el contexto de la situación de Oriente Próximo.