La historia del racismo en Estados Unidos últimamente es al cine norteamericano lo que la Guerra Civil al español: un tema muy recurrente. En ambos casos tenemos ejemplos de sobra para comprobar que todavía cabe la originalidad en estos escenarios, pero que también hay un riesgo de caer en el convencionalismo y en discursos demasiado escuchados. 'El mayordomo' tira más hacia lo segundo, por muchas estrellas que se junten para adornarlo.
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Lee Daniels adapta a la gran pantalla la historia real de un mayordomo que sirvió a un buen número de presidentes de Estados Unidos, en los años clave de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos. Para ello escoge a Forest Whitaker como un particular 'Forrest Gump' que mezcla acontecimientos reales con su propia trama familiar para movernos por décadas de la historia norteamericana. Al igual que la cinta de Robert Zemeckis, Daniels quiere que, a través de sus ojos, además de los de su hijo, nos acerquemos un poco más a acontecimientos de gran calado en el país norteamericano.
Sin embargo, a diferencia de 'Forrest Gump', tanto su historia personal como la Historia con mayúscula sufren un acusado efecto "montaña rusa", con unos capítulos más acertados que otros. Por ejemplo, el comienzo nos muestra algo muy prometedor, con una gran ambientación que, por suerte, se mantiene generalmente en todo el largometraje. Tanto el vestuario como los escenarios muestran una calidad suficiente para que nuestros ojos viajen de una época a otra con soltura.
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Es evidente que la parte interpretativa está cubierta con creces. Lo que impide que 'El mayordomo' no llegue a ser la gran película que podría ser es la excesiva carga melodramática y el patriotismo de propaganda con el que Lee Daniels juega a lo seguro. A medida que nos acercamos a la segunda mitad del metraje, la vertiente política se vuelve realmente condescendiente, dejando a gran parte del personal que ha pasado por la Casa Blanca como inocentes de las matanzas e injusticias, casi a modo de lavado de cara oficial. Quizás la película está demasiado dirigida a agradar a los americanos, dándoles el punto justo de culpabilidad, pero el discurso del cambio, de la evolución, se torna en un spot publicitario de cualquier campaña política, con unos momentos finales algo vergonzosos.
Entre una mujer y ocho presidentes
Si la parte política no nos termina de enganchar (hay que tener una cierta noción de historia estadounidense porque, lógicamente, no hay tiempo para explicar la infinidad de acontecimientos que presenciamos), siempre nos queda la familiar. Y aunque es fantástico el triángulo "amoroso" entre Cecil, su esposa y su trabajo, también hacia el final de la película nos cargan con movimientos tan convencionales y de lágrima fácil que consiguen precisamente lo contrario de lo que buscan. Incluso el hijo al que interpreta Oyelowo, con toda su historia como activista, no llega a conmover ni a calar lo suficiente. El mensaje de dos luchas por el mismo objetivo, una silenciosa y la otra directa y ruidosa, convergen en unos últimos momentos llenos de barras y estrellas, pero no aciertan en esa empatía que deberían haber llegado a cultivar en nuestros corazones. Tan cerca y a la vez tan lejos.
Lee Daniels ha demostrado en el pasado que no tiene miedo al riesgo, que es capaz de cruzar líneas por el bien de una historia. Y una tan importante como la de los derechos civiles merecía un poco más del riesgo que ha tomado. Si bien es una cinta que no se hace pesada y que cuenta con dos protagonistas que saben como brillar entre tanta estrella, su excesivo convencionalismo reduce 'El mayordomo' a un melodrama con fines propagandísticos. Y en un escenario tan utilizado como éste, lo necesario era precisamente, todo lo contrario.