Ver con perspectiva la historia más reciente es un ejercicio muy habitual en el cine. Sucesos ocurridos 20 o 10 años atrás suelen verse con mayor distancia, logrando crear propuestas reflexivas sobre dicho evento. El drama del conflicto en Irlanda del Norte y el IRA, aunque se sientan como algo del pasado, es una situación reciente que el Reino Unido ha logrado solucionar de una manera más o menos satisfactoria para ambas partes. En esas duras negociaciones, hubo dos protagonistas clave, Ian Paisley y Martin McGuinness, ese diálogo sirve de base para 'El viaje', película presentada fuera de concurso en el 73º Festival de Venecia.
Año 2006, el primer ministro británico, Tony Blair, ha logrado reunir, en Escocia, a los líderes más importantes del conflicto en Irlanda del Norte: Ian Paisley, pastor protestante que se convirtió en el líder de los unionistas del Ulster; y Martin McGuinness, líder católico del Sinn Féin. Sin embargo, antes de las negociaciones, Paisley debe regresar a Belfast para celebrar su aniversario de boda, lo que obliga a aplazar unos días las reuniones. Debido al mal tiempo, un coche le llevará a otra ciudad para poder coger un avión en condiciones. El líder del Sinn Féin acepta el cambio de planes con una condición, debe viajar también con Paisley. Ambos líderes, enemigos acérrimos, se verán obligados a compartir viaje en coche hasta llegar al aeropuerto. En este viaje, Paisley y McGuinness aprenderán a dejar un lado sus diferencias, la paz en la región está en juego.
Diálogo entre dos enemigos
Aunque la película se sitúe en unos sucesos reales que ocurrieron en 2006, lo cierto es que la situación del viaje es ficticia. Eso, realmente, no es lo importante, sino el cómo se desarrolla el guion, que contiene inteligentes diálogos de sus dos personajes protagonistas. Son precisamente sus actores principales los que hacen de 'El viaje' una propuesta notable. Timothy Spall y Colm Meaney se meten en la piel de dos adversarios que, gracias a la diplomacia y a su propia humanidad, consiguen acercar posturas. No se trata de una negociación fácil, la cinta deja bien claro las décadas de odio y resentimiento entre ambas facciones, sin olvidar mencionar que Meaney tuvo estrechos lazos con miembro del IRA.
Y en ese acercamiento de posturas, Spall y Meaney derrochan química y buen hacer. Uno de forma más distante, el otro de manera más empática. Su discusión recuerda mucho a 'Diplomacia', el elegante filme de Volker Schlöndorff sobre cómo el cónsul de Suecia en París logró evitar que el General von Choltitz hiciese explotar la capital francesa tras la ocupación alemana y la llegada de los soldados aliados. Recuerda en el sentido de que el poder de la palabra, del verbo, es lo esencial para lograr empezar a negociar un acuerdo. También porque, pese a las muchas escenas de exteriores, el filme no deja de tener un toque teatral muy propio para este tipo de filme.
Un duelo interpretativo entre dos grandes actores
Pese a los finos diálogos entre ambos personajes, cierto es que la resolución final del guion escrito por Colin Bateman no logra ser del todo creíble, especialmente por haber dejado bien claro desde el inicio que son dos personajes más que antagónicos. Es como si el famoso conflicto entre las familias Hatfield y McCoy se resolviese durante un paseo por el bosque de los patriarcas de ambos clanes. He ahí el principal fallo de una película que hubiera podido ser un juego dialéctico sagaz. Tampoco ayuda los personajes secundarios, que lastran a una película que parecía destinada a ser un verdadero duelo interpretativo a dos. Es más, los personajes interpretados por Freddie Highmore y John Hurt (tristemente fue uno de sus últimos papeles en cine) están de más en algunas escenas. Quizás, en lugar de un viaje, el planteamiento hubiera funcionado mejor en un solo escenario, hubiera sido más teatral, pero también más hipnótico.
Pese a las magníficas actuaciones de Timothy Spall y Colm Meaney, 'El viaje' es sólo un correcto acercamiento al drama del Ulster. Quizás sirve como advertencia de cómo las nuevas generaciones son capaces de vivir con un odio irracional y eso fue lo que obligó a dos enemigos, que sí tuvieron sus motivos para enfrentarse, tender puentes para evitar que la situación se tornase imposible. Pero, aunque se agradece la advertencia, no quita la sensación de que la película hubiera podido ofrecer más.
Nota: 6
Lo mejor: Las interpretaciones de Timothy Spall y Colm Meaney.
Lo peor: Sus personajes secundarios y que su resolución es demasiado sencilla.