Después de la sagaz pero muy ácida 'La gran apuesta', en la que se hacía una dura y cínica radiografía de cómo explotó la crisis inmobiliaria en Estados Unidos y de cómo provocó una crisis económica en todo el mundo, parecía que Adam McKay había tocado techo. Pues no, ya que esa estupenda película era el calentamiento para la brutal sátira que ha ido preparando estos años y que llega ahora. 'El vicio del poder' ha ganado el Globo de Oro al mejor actor de comedia, ha sido nominada a seis premios BAFTA, dos premios del Sindicato de Actores y es una de las favoritas de cara a los 91º Premios Oscar.
McKay relata la vida del exvicepresidente estadounidense Dick Cheney, del partido republicano, de cómo empezó siendo un negado que abandonó Yale y acabó convertirse en un burócrata que, a base de pisar mucha moqueta, terminó siendo uno de los políticos más importantes de su partido, hasta el punto de llegar a ser vicepresidente de los Estados Unidos durante el gobierno de George W. Bush. Sin embargo, lo que parecía un cargo menor, dada la política estadounidense, Cheney lo convirtió en un auténtico poder en la sombra, donde manejó una de las gestiones políticas más polémicas que se recuerdan en la historia reciente.
El poder en la sombra
Figura un tanto enigmática, dada su hermética personalidad, eso le ha permitido a McKay tener mayor libertad creativa a la hora de abordar la vida personal del exdirigente. Si en 'La gran apuesta' McKay convertía la crisis económica en un auténtico vodevil, donde quedó retratado un sistema corrupto que era mantenido por un círculo vicioso, ahora el director, que también escribe el guion, ha dado un paso más allá, convirtiendo el clásico biopic en una película a dos velocidades, en la que narra el ascenso del poder de Cheney, como también muestra un sistema político de arribistas que logran forjarse una carrera que dudosamente hubieran podido tener en otras áreas.
En esas dos velocidades, McKay continúa con la vena de romper la narración, introduciendo comentarios en off, escenas aparentemente inconexas, documentación real de archivo, incluso secuencias puramente paródicas, incluyendo un final con créditos a mitad de metraje. Sin duda, el cineasta está completamente desinhibido en su mordaz crítica política. Claro está, por un lado representa a un hombre oscuro, maquiavélico y tremendamente corrupto, en el fondo, siendo capaz de provocar una guerra para sus propios beneficios económicos.
Ahí entra la mirada más ácida, la más satírica. Sí, McKay tiene un enfoque muy subjetivo y personal, cierto, pero su retrato de Cheney como "villano en las sombras" se acerca mucho a una crítica a un sistema capitalista viciado -interesante doble juego de palabras en su título en inglés, por cierto- de tráfico de influencias, clientelismo, puertas giratorias y corrupción, en el que tiene más peso las relaciones empresariales y los lobbies que cualquier acuerdo diplomático o social.
Christian Bale y Amy Adams, el mejor tándem desde Macbeth y Lady Macbeth
Debido a la información de la que se dispone actualmente sobre la Guerra de Irak y sobre la gestión de Cheney como auténtico poder en la sombra (Bush hijo queda retratado como un títere pusilánime), llegándose a convertir en el vicepresidente más poderoso de la historia de los Estados Unidos, a McKay no le quedaba otra vía que narrarlo con cierto tono cómico, lleno de auténtico humor negro. Básicamente, porque no queda otra acción que reír, sino se quiere llorar ante actuaciones tan cuestionables.
En esa vena satírica funciona muy bien Christian Bale, que vuelve a transformarse logrando traer una de sus interpretaciones más aplaudidas. Sí, la caracterización le ha ayudado mucho, como sucedió con Gary Oldman en 'El instante más oscuro', pero el actor británico, como ocurrió con Oldman, va más allá, ofreciendo una mirada interesante sobre la forma de escalar en el poder. Bale va muy bien acompañado, Amy Adams es capaz de hacerle sombra, siendo una especie de Lady Macbeth venida a menos, dejando varias escenas que son de lo mejor de la película. Claro, no pueden faltar Steve Carell y o Sam Rockwell, cuyos papeles no gozan de momentos tan lucidos, pero que cuya profesionalidad ayudan a gestar este brutal sátira política que firma McKay. Ya le gustaría a la serie 'House of Cards' haber llegado tan lejos.
'El vicio del poder' es una película hecha para no dejar indiferente a nadie, su dividida recepción entre la prensa estadounidense es ejemplo de ello. Adam McKay lleva al terreno de la ficción el estilo y la forma del documentalista Michael Moore. Cierto es que, en algunos momentos, el director se pasa de frenada (el ataque a Hillary Clinton era completamente innecesario y delata su apoyo a la forma de actuar de Bernie Sanders), pero tan bien hilvanada está la comedia negra, que McKay consigue firmar una obra más ambiciosa de lo que fue 'La gran apuesta'. Eso sí, la crítica del director va un paso más allá al querer no solo representar la historia de un sistema viciado, sino de cómo los propios votantes, el pueblo, es el que lo sostiene conscientemente (la victoria de Trump es el ejemplo más evidente). De ahí, que el mordaz análisis de McKay sea más incómodo de lo que ya es, si cabe más.
Nota: 8
Lo mejor: La curiosa combinación entre biopic y crítica política en clave de humor satírico.
Lo peor: Hay momentos de auténtico caos por exceso de información.