La filmografía de Robert Zemeckis cuenta con grandes joyas, muchas de ellas con su justo espacio en la historia de las últimas décadas del cine de Hollywood. Salvando sus últimos experimentos con el CGI, quizás bastante incomprendidos, gran parte de sus películas han conquistado a un amplio espectro de personas. Pero su gran secreto son los personajes que las pueblan.
"Whip" Whitaker tiene la complicadísima tarea de codearse con nombres de la talla de Marty McFly, Roger Rabbit, Forrest Gump o incluso la pelota llamada Wilson. Gracias a la capacidad de Denzel Washington para poner a sus personajes al límite, el protagonista de 'El vuelo (Flight)' mantiene sin problemas el legado del cineasta, que por fin regresa al cine que no debería haber abandonado.
En 'El vuelo', Whitaker es un piloto que no tiene reparos en beber alcohol o esnifar cocaína antes de un trayecto. Uno de esos días, Whip consigue hacer aterrizar un avión que sufre una avería, salvando a la mayor parte de los pasajeros y miembros de cabina. El piloto se convierte en un héroe instantáneo, pero las pruebas que realizan en el hospital pueden dar pie a que le culpen de negligencia, iniciándose la investigación.
La historia de la película es una de las más convencionales que podemos encontrar en el trabajo de Zemeckis, pero permite a Washington lucirse con su personaje, que se hace con toda la pantalla sin problemas. El actor construye a un alcohólico que no quiere rehabilitación porque en todo momento ve su actitud completamente normal. Denzel Washington vuelve a conseguir un realismo máximo con una interpretación para la que hubiera sido muy fácil caer en la sobreactuación.
Aunque pese decirlo, el trabajo de Washington luce mucho más, teniendo en cuenta que el resto de la película no abandona ese tono convencional que no es necesariamente perjudicial, simplemente no llega a destacar. Zemeckis inicia de forma soberbia la historia con la mañana en la que el avión se precipita contra el suelo. Una escena perfectamente rodada, realmente intensa, y que a pesar de haber visto los hábitos de Whip, conseguirá impresionar al espectador para que se pregunte qué pesa más, la negligencia o la destreza.A partir de ese momento entramos en un camino de mentiras en las que se va ahogando el personaje, la aparición de personajes secundarios que, como en el resto de trabajos de Zemeckis, pondrán al protagonista contra las cuerdas más que el propio accidente. John Goodman, Kelly Reilly y Don Cheadle, todos ellos están igual de "podridos" por dentro que Whip, pero sin ellos no podría avanzar su proceso de caída hasta el punto más profundo de su infierno personal. El debate está prácticamente asegurado tras esta película, y eso es una muy buena señal. Una pena que la interpretación de Washington eclipse tanto a los demás, que parece que todos los personajes terminan sobrando a su lado.
Melodías embriagadoras
Otro punto que no puedo dejar de mencionar, uno por los que particularmente adoro una película de Zemeckis, es la banda sonora, un personaje más de la historia, una narración paralela. Cada canción está escogida al milímetro como acompañante perfecto para cada momento, como ya sucedía con el recorrido de la historia musical norteamericana de 'Forrest Gump'. Una de las escenas que mejor lo representa sucede en un ascensor, con la sutil melodía de los Beatles de fondo. Pequeños detalles que siguen separando a 'El vuelo' de un simple drama sobre las adicciones.
Sin embargo, el final de la película no termina de concordar con todo lo que se muestra anteriormente. Aun siendo predecible, aun sabiendo que no puede ser de otra forma, es una conclusión que llega sumamente forzada y devuelve a la cinta a su estatus de "convencional". Después de las idas y venidas morales del personaje, parece eliminarlo todo para convertirlo en un anuncio de Alcohólicos Anónimos.
Sin embargo, no se puede criticar 'El vuelo' de forma negativa sólo por sus últimos minutos. Además del impresionante trabajo de Denzel Washington, Robert Zemeckis vuelve a hacer toda una historia de personajes, situados en un crudo drama bañado en alcohol que resulta tan amargo como impactante. A pesar de la duración, los mencionados pequeños detalles, como la banda sonora o el montaje, mantienen la calidad que siempre ha tenido el director, y que ya echábamos de menos.