El detritus de la guerra echa por tierra cualquier vida sana (mental y físicamente), y así se ha encargado de mostrarlo el prolífico cine bélico a lo largo de la historia, especialmente el de sendas guerras mundiales. Ahora vivimos un pequeño resurgimiento que relanzó la vertiginosa '1917' y cuyo reconocimiento quedó bien latente con los 4 oscars con los que se alzó 'Sin novedad en el frente' en la pasada edición, constatando que aquellas dos tragedias masivas seguirán proporcionando toneladas de material a los creadores que decidan echar la vista atrás y reflexionar.
No obstante, el cine bélico ha subrayado continuamente que dentro de la miseria, el horror y la putrefacción, escarbando en el fondo, podemos encontrar camaradería, benevolencia e incluso, por qué no, justicia. Tratando de arrojar algo de luz en toda la oscuridad, este género ha querido rescatar esas virtudes que hacen del ser humano lo mejor, justo cuando está cometiendo lo peor. Entre el caos y la batalla, pueden darse amistades imposibles, como la que ocupa en 'El zorro', dirigida por Adrian Goiginger, que ha querido rendir homenaje a la vida de su bisabuelo en la guerra.
'El zorro' cuenta la historia real de Franz Streitberger (Simon Morzé), el bisabuelo del cineasta austriaco, mensajero en motocicleta del ejército austriaco que fue reclutado por la Wehrmacht tras la anexión nazi de Austria. Justo antes de un ataque al ejército aliado, Franz se encuentra en un bosque una cría de zorro y decide adoptarle. A partir de ahí, surge una amistad tan inusual como poderosa entre ambos seres, despojados de toda familia y hogar, deben vagar entre el terror y la incertidumbre, pero siempre juntos.
Solución efectista pero efectiva
La cinta no tiene mucho más que eso. Es decir, el resto de aspectos trabajan por y para la relación de amistad entre humano y zorro. Lo arropan una banda sonora y una fotografía sobresalientes, que demuestran el cuidado que ha puesto Goigingier en la ambientación y la puesta en escena de la historia. 'El zorro' es extremadamente importante para el cineasta, y es algo que se nota en cada plano.
Más allá de eso, Goigingier pone la mirada en la Austria de los años 20 y 30. La Europa de entre guerras estuvo dictaminada por la extrema pobreza y los albores del nuevo auge del nazismo. Por ello, 'El zorro' comienza con un flashback donde el joven Franz, aún un niño, convive con su numero familia en unas condiciones deplorables. Por el riesgo de no poder mantener la manutención de su hijo, el padre de Franz accede a que un granjero más pudiente se lo lleve. De esta manera, 'El zorro' sienta las bases de la complicidad entre protagonismo-espectador, sin dejar ni un resquicio para que el público piense que sea nazi y no un maltratado joven al que han secuestrado desde pequeño y debe sobrevivir a base de entereza y sufrimiento en un bando que no celebra.
Pero la película del director austriaco quiere desembarazarse de cualquier dilema moral o ético, ya no solo sobre si nazismo sí o si nazismo no (donde la respuesta está clara), sino también de cualquier dilema amoroso o fraternal. Franz tendrá ciertas relaciones a lo largo de esta aventura donde no sabe desenvolverse del todo, enfatizando así que su relación tan casual como pura con el zorro es lo único que le permite otorgar y recibir amor.
En definitiva, 'El zorro' es una cinta preciosa que fía toda su virtud a una relación previsible pero eficaz, con un sentimentalismo que no chirría dada la gravedad del asunto y con un cuidado técnico asombroso. Es una de esas magníficas películas en la que te esperas una bomba emocional que cuando efectivamente llega, por mucho que te sientas preparado, sueltas la lagrimita y no puedes hacer nada por evitarlo.
Lo mejor: La preciosa relación entre el zorro y el joven. La cuidada estética y la banda sonora.
Lo peor: Su previsibilidad. Para cierto público puede ser excesivamente lacrimógena.