Dos mujeres se casaron en La Coruña en 1901, más de 100 años antes de que se legalizara el matrimonio homosexual en España. La de Elisa Sánchez Loriga y Marcela Gracia es una historia real tan difícil de creer que uno simplemente tiene que aceptarla: tras una década de romance, la pareja decidió probar a casarse, para lo cual Elisa se transformó en un hombre, engañando al párroco de turno. Se enfrentaron a la Iglesia, a las autoridades y a los vecinos, y tras descubrirse el pastel tuvieron que huir a las Américas, donde parece ser que vivieron el resto de sus vidas, juntas. Es el relato de dos pioneras, un episodio de la historia a celebrar porque la libertad acabó imponiéndose a la injusticia, y debería alegrarnos que Isabel Coixet y Netflix se hayan decidido a contarlo en una película.
Ese es el principal objetivo de 'Elisa y Marcela': relatar la historia real de esta pareja de mujeres que se enfrentaron a lo establecido. Y está claro que tanto la directora barcelonesa como sus dos protagonistas, Natalia de Molina (Elisa) y Greta Fernández (Marcela), se ponen al servicio de tal cometido. Esta es una película sencilla desde el mismo guion, escrito por la propia Coixet, hasta su ejecución, con una fotografía funcional y una música centrada en subrayar lo que el guion está contando (ambos departamentos son liderados por dos mujeres con poca experiencia en el cine, Jennifer Cox y Sofia Oriana Infante).
La intención de Coixet y su equipo es buena, y sin duda este producto inofensivo, accesible y humilde encontrará su público en la plataforma de streaming. Y se puede reivindicar como lo que pretende ser: un canto a estas dos mujeres y a todas las parejas que han tenido que luchar contra la intolerancia para vivir en amor y compañía. No es casual que los créditos finales vayan acompañados de fotos de parejas homosexuales casándose, una forma de incidir en ese agradecimiento a Elisa y Marcela por parte de Coixet.
Lo malo es que la sencillez de 'Elisa y Marcela' se vuelve lamentablemente simpleza. Cualquiera diría que una historia como esta tiene el material bruto para convertirse en una película mucho más apasionada, mucho más dolorosa y tensa, mucho más oscura o más compleja (si no todo ello a al vez), pero Coixet firma un melodrama discreto, cuyo mayor error es acabar convirtiéndose en una página de Wikipedia.
La directora parece querer eliminarse a sí misma de la ecuación, y solo da rienda suelta a su creatividad en unos pocos momentos. Mientras que la mayor parte del metraje tiende a una narración natural y directa, hay un fragmento que parece querer ser videoarte, con las actrices recitando a cámara mezcladas con imágenes de la naturaleza. También hay escenas grabadas con cámara en mano en el río y secuencias de sexo muy estilizadas, instantes que chocan tanto con el estilo general de la película que rozan el ridículo por contraste, como ocurre con esas transiciones al estilo del cine mudo.
Aunque hay que agradecer a la directora que se arriesgue de vez en cuando y muestre esas inocencia e ingenuidad que caracterizan a su cine. Por ejemplo con esas escenas de sexo que buscan ser evocativas, mostrando dos mujeres a principios del siglo XX dejándose llevar por la lujuria hasta el punto de mezclarse con los elementos que las rodean, algunos de ellos muy relacionados con el papel tradicional de la mujer, ama de casa, cocinera, cuidadora.
Pero la película peca en su conjunto de una vaguería frustrante, no solo en su simplón tratamiento de la historia, sino también en la ambientación y la reconstrucción de la época. Lo más decepcionante es el poco esfuerzo invertido en trasladarnos a una Galicia creíble del siglo XIX, ni siquiera en el acento de la mayoría de los personajes; bien podría tratarse de un pueblo de Salamanca en los años 60 (y mejor no les preguntamos a los portugueses si Manolo Solo y Lluís Homar están convincentes como lusitanos). No ayuda la decisión de Coixet y su directora de fotografía de iluminar excesivamente todas las escenas (no hay tanta luz en Galicia, y menos con las ventanas cerradas para mantener la necesaria intimidad de las protagonistas), y rodar en un desafortunado blanco y negro, plano e injustificado, que convierte a 'Elisa y Marcela' en una cinta visualmente muy poco atractiva. Es más doloroso porque hace bien poco teníamos otros ejemplos que sí usaban con mucho gusto y sentido la imagen monocromática, como 'Arde Madrid' y la misma 'Roma' de Iñárritu en Netflix.
También pasa de puntillas por el odio y la incomprensión que rodea a las protagonistas, representado por unos pocos extras de fondo, un par de secundarios muy frugales y dos personajes que vienen a simbolizar de forma muy poco sutil la opresión del hombre sobre la mujer de la época: el padre de Marcela, interpretado por Francesc Orella, y un vecino obsesionado con ella (Tamar Novas, uno de los pocos con acento gallego del reparto). Estos personajes, junto con la madre de Marcela (María Pujalte), están pintados con brocha gorda y relegados a un plano secundario e instrumental. Hay oportunidades perdidas por todas partes, como ese momento en el que la madre de Marcela confiesa a su hija que lee libros en secreto: se extrae un ejemplar de Emilia Pardo Bazán de debajo del vestido, como si la revolución le surgiera en las mismas entrañas, una imagen que pasa por la película sin más aspavientos. Es una pena que el resultado sea tan superficial cuando la historia tiene un mensaje tan potente. Las escenas en las que el personaje de Tamar Novas acosa a las dos protagonistas podrían estar grabadas en la España de 2019, un mensaje que no se debe pasar por alto.
La fortaleza de Coixet nunca han sido las historias de amor, desde 'Mi vida sin mí' y 'La vida secreta de las palabras' hasta 'La librería': lo mejor es el mundo interior que tienen sus protagonistas y cómo está en constante conflicto con el mundo exterior que los rodea. Algo de eso se ve aquí, sobre todo en Marcela, la más introspectiva y frágil de las dos y la que tiene que enfrentarse a la mayor prueba, tanto física como emocional. Tenía ganas de ver a Greta Fernández en un papel de peso, que terminara de confirmarme la prometedora actriz que he visto en secundarios de 'Amar', 'La próxima piel' y 'La enfermedad del domingo'. Y la joven actriz expresa con su mirada y unos pocos gestos una profundidad de Marcela que no está necesariamente en el libreto.
Una película original de Netflix
Es curioso que Coixet se lance a las plataformas de streaming después de que 'La librería' fuera todo un éxito en taquilla y triunfara en los Goya. Pero la directora está preparando ya una serie para HBO y estrena esta cinta en Netflix, al parecer después de no encontrar financiación para poder producirla para las salas de cine. Una vez ya vista 'Elisa y Marcela', hay que agradecerle a la compañía de Reed Hastings que siga apostando por la diversidad y las minorías en su catálogo, pero también cabe preguntarse si la industria del cine cierra sus puertas a determinados proyectos por alguna razón.
'Elisa y Marcela' se estrena el 24 de mayo en cines y el 7 de junio en Netflix.
Nota: 5
Lo mejor: Que exista una película para contar esta historia
Lo peor: Que la propuesta no esté a la altura de lo que quiere reivindicar