Cinco años después de su descarnado retrato de aquella generación de jóvenes que se vieron obligados a emigrar a otros países en la crisis económica de 2008 en la estupenda 'Las distancias', la barcelonesa Elena Trapé vuelve con 'Els Encantats (Los encantados)', en el que explora de nuevo el desencanto de la generación millennial a través de la maternidad y el divorcio. Un tercer largometraje que le ha valido el galardón al mejor guion en la 26ª edición del Festival de Málaga.
Si 'Las distancias' derrumbaba el idealismo que se tiene hacia lo extranjero, convirtiendo al protagonista en un auténtico MacGuffin que huye y dejando a su grupo de amigos (que llevaba tiempo sin reunirse) obligado a mirarse frente a frente; 'Els Encantats' opta ahora por mostrar frontalmente a su personaje principal y cambia al grupo de amigos por una huida hacia delante, fuera del mundanal ruido, pero que provoca un ejercicio similar. Y produce esa sensación porque obliga a la protagonista a lidiar con sus propios demonios.
La cinta comienza con la amarga despedida de Irene a su hija de cuatro años, quien debe pasar sus primeros días a solas con su padre, dado que la pareja está en trámites de divorcio y ella ya ha abandonado el hogar familiar. Trapé sabe crear una sensación de angustia, al convertir la nueva vivienda de la protagonista en una avalancha que se le viene encima, dado que debe experimentar vivir a solas y seguir digiriendo el duelo que supone estar viviendo una ruptura sentimental.
De ahí, que se vea lógica su huida hacia la casa que tienen sus padres en el pueblo, situado cerca de los Pirineos, donde se refugia para escapar de esa terrible sensación de angustia. Ya este movimiento, aunque comprensible, comienza siendo el inicio de una bola de nieve que termina convirtiéndose en un alud de emociones y que provocará que, debido a una serie de errores, la mujer se vea obligada a tener que enfrentarse a su nueva realidad.
La maternidad de la generación millennial
Trapé, quien firma el guion junto con Miguel Ibáñez Monroy, explora cómo la generación actual digiere las rupturas sentimentales cuando hay hijos de por medio. En una sociedad en la que se busca una mayor equidad, en la que la figura del padre se aleje de ser un mero proveedor, la cineasta retrata con sumo detalle cómo su protagonista asimila cómo su maternidad varía, al tener que compartirla y vivirla fragmentada. La directora rehúye de cargas las tintas, narrando con esmero la realidad y lo cotidiano, con un personaje principal con luces y sombras. En cierta forma, dado que este papel está encarnado estupendamente por Laia Costa, bien podría verse como la segunda parte de un díptico que hubiera empezado Alauda Ruiz de Azúa con 'Cinco lobitos'.
De ahí, que sepa crear un interesante contraste entre la libertad que existe en las montañas y la terrible sensación de opresión que vive Irene. También en crear una especie de diferencia generacional en la que la madurez no tiene por qué ir en sintonía con la edad, al irrumpir en escena el personaje de Gina, encarnado por la debutante Ainara Elejalde. Primero se ve en cómo Irene invita a un amigo, Eric, de manera prematura a su pueblo y luego en una reveladora tarde en el lago con Gina y sus amigos.
Trapé vuelve a ser una maestra a la hora de retratar la desafección de una generación demasiado curtida en la adversidad. Con la naturalidad que caracteriza a su cine, 'Els Encantats (Los encantados)' resulta una notable obra de una directora que fue pionera en la ola del cine reflexivo que tantas alegrías está dando a la cinematografía española actual.