En 2019, los hermanos Russo cerraron su etapa en el UCM habiéndonos dejado cuatro de las mejores películas de la saga: 'Capitán América: El soldado de invierno', 'Capitán América: Civil War', 'Vengadores: Infinity War' y 'Vengadores: Endgame'. Seis años después, sus caminos volverán a unirse con la sensación de que ni Marvel Studios ni los propios directores han tenido un éxito remotamente parecido por separado.
Del UCM ya todo el mundo ha hablado largo y tendido acerca del fracaso de la Fase 4 y de los altibajos de la Fase 5. Pero menos se ha comentado sobre la cierta indiferencia que ha despertado el trabajo posterior a 'Endgame' de Anthony y Joe Russo. Después de dirigir la segunda película más taquillera de la historia del cine solo superada por 'Avatar', era lógico pensar que los Russo iban a marcar el paso en el cine comercial de la próxima década.
Y volverán a hacerlo con 'Avengers: Doomsday' y 'Avengers: Secret Wars', pero no con las producciones que ha habido entre medias, a pesar de los potentes nombres con los que han trabajado, muchos ligados al propio UCM, y del dinero invertido por las plataformas de streaming que han llevado a cabo los proyectos. Primero Apple TV+ se gastó 80 millones de dólares en 'Cherry', protagonizada por Tom Holland. Un año después, fue Netflix la que sacó la billetera con 200 millones para crear 'El agente invisible', con Ryan Gosling, Chris Evans y Ana de Armas en el reparto.

La repercusión de una película en el mundo del streaming sigue siendo mucho menor que en las salas de cine, pero lo cierto es que 'Cherry' pasó sin pena ni gloria y 'El agente invisible', a pesar del cast y de ser la película más cara de Netflix por aquel entonces, solo es la séptima más vista en la historia de la plataforma, y las críticas fueron muy tibias.
No pareció importarle esto a la gran 'N', que redobló sus esfuerzos y le dio otra película a los Russo con todavía más actores y actrices de primer orden y un mayor presupuesto: 320 millones ha costado 'Estado eléctrico', el nuevo filme más caro de la historia de la compañía. Y lo cierto es que, junto a la reciente victoria de 'Anora' en los Oscar, 'Estado eléctrico' vuelve a demostrar que tener más dinero no es equivalente a hacer una mejor película.
El mayor pecado en una película de robots
'Estado eléctrico', basada en la novela gráfica homónima de Simon Stålenhag, se sitúa en la década de los 90 de un universo alternativo en el que los robots se han sublevado contra los humanos por sentirse maltratados, iniciando una revolución que los humanos solo pueden doblegar gracias al innovador invento de Ethan Skate (Stanley Tucci). Un invento, eso sí, que ha cambiado para siempre la forma de relacionarse y de percibir la realidad.

En este panorama desolador, Michelle (Millie Bobby Brown) se sumerge en una aventura por el suroeste estadounidense después de que aparezca en su casa Cosmo, un adorable animatrónico que parece estar controlado por su hermano, a quien creía muerto. Los acompañarán Keats (Chris Pratt), un exmilitar que vive alejado del mundo actual con su compañero robot Herman.
La premisa es más que llamativa, así como la manera más Disney de dar forma a los robots, contrario a lo que se nos puede venir a la cabeza con otras rebeliones del estilo, como 'Yo, Robot'. También el situar la acción en los años 90 y no en el futuro es positivo para la trama por el mero hecho de desmarcarse de lo habitual en el género.
Sentadas las bases, el problema viene a partir de que la cinta comienza a desarrollarse y caminar por sí misma, porque lo hace de una forma tan lenta, monótona e insulsa que, irónicamente, es probable que provoque el efecto que ella misma intenta criticar: que la gente termine desconectando y mirando el móvil en vez de prestar atención a lo que sucede.

La gran carencia de 'Estado eléctrico' proviene de un guion previsible en todo momento, vacío de alma y de profundidad alguna, que sobreexplica lo que sucede, limita el potencial de los personajes y provoca la nula conexión con el espectador. Solo el de Michelle, interpretado por Millie Bobby Brown, nos despierta empatía real y nos saca un poco de la indiferencia. La actriz de 'Stranger Things' es la gran valedora de la cinta, la única que saca verdadero provecho a su personaje y la que mejor parada sale de este batiburrillo de ideas mal ejecutadas. Porque lo último que puede ser una película de acción y de ciencia ficción es aburrida.
Entre desaprovechados y estancados
Hablemos del resto de interpretaciones. Como decíamos antes, 'Estado eléctrico' tiene un dream team de actores de renombre, ya sea con presencia física (Chris Pratt, Ke Huy Quan, Stanley Tucci, Giancarlo Esposito) o poniendo la voz a los robots (Brian Cox, Woody Harrelson, Anthony Mackie, Jenny Slate, Alan Tudyk, Hank Azaria, Colman Domingo...).
Centrándonos en los primeros, el que tiene un mayor peso real en la trama es Tucci en su papel de Ethan Skate, un magnate tecnológico que parece haber salvado al mundo de la destrucción. Skate, que bien podría ser un Elon Musk noventero (aunque el propio Musk luce más noventero que él), tiene una buena trama alrededor que termina diluyéndose al no querer ahondar en sus grises para dejárselo más mascado a la audiencia. Tampoco Tucci hace mucho por reconducir la situación, actuando con el piloto automático activado, muy lejos de lo que le vimos recientemente en 'Cónclave'.

Otra comparación actual podemos hacer con Giancarlo Esposito. En este caso, vemos cómo en 'Estado eléctrico' se repite el mismo patrón que en 'Capitán América: Brave New World': su personaje está completamente desaprovechado. Al menos aquí le dan un arco argumental, aunque siga siendo menor de lo que se merece un actor al que Hollywood se empeña en estancar en un rango de papeles concreto sin darle la oportunidad de brillar como podría hacerlo.
En el tema de estancarse en un mismo rol, mención aparte merece Chris Pratt, cuya carrera pide a gritos un cambio de estrategia para que dejemos de verle como Star Lord. No será en 'Estado eléctrico', donde parece que hayan usado diálogos eliminados de su etapa en el UCM para incluirlos aquí y hacerlos pasar por otro personaje. Intenta ser el alivio cómico de la película, pero la ausencia de un guion mínimamente gracioso (la película funciona mejor cuanto más dramática se pone) le sobreexpone y le convierte en el eslabón más débil de la cinta.
Quedémonos con lo positivo
Porque sí, también hay cosas buenas de la película. Habíamos hablado de que la premisa llamaba la atención, en parte por la lograda ambientación y estética de los años 90 que devolverá a muchos a la infancia y a la juventud. No obstante, donde mejor vemos el poderío de esa época es en la banda sonora, uno de los dos grandes puntos fuertes de 'Estado eléctrico', al estar plagada de temazos legendarios de aquella época.
El otro punto fuerte está relacionado con los espectaculares efectos visuales. La caracterización de los robots, sus movimientos y su forma de hablar o de luchar están muy logrados, a la altura de las mejores producciones de los Russo. En este sentido se notan los 320 millones de presupuesto, pero al menos en lo que se refiere a los efectos visuales tenemos la certeza de que han sido bien invertidos, algo que no ocurre siempre con las megaproducciones.
Todo ello, sumado a la gran labor de Millie Bobby Brown y al planteamiento de cuestiones esenciales como el papel de la tecnología en la sociedad, el amor hacia los hermanos y la importancia de saber decir adiós a los seres queridos, consiguen salvar el resultado, especialmente en la última hora de la película, que mejora el nivel. Aun sí, es obligatorio exigirle más a quien puede darlo, en este caso a los hermanos Russo, cuyo tríptico de películas entre un período marvelita y otro no nos deja precisamente en un estado eléctrico, sino frío.
'Estado eléctrico' ya está disponible en Netflix.