En el ámbito de las grandes producciones se suele pecar de dejar de lado la construcción de los personajes a favor de una espectacularidad que en ocasiones puede acabar resultando excesiva y hasta cierto punto absurda. Por eso cuando se logra conjugar de una manera adecuada el factor humano con el visual en un blockbuster, como ocurre en 'Everest', resulta más sencillo disfrutar de la película sin una constante sensación de estar comprando humo o fuegos artificiales defectuosos.
Precisamente en un año en el que las producciones que más personas han atraído a los cines cedían el protagonismo a dinosaurios gigantes, coches paracaidistas y robots maquiavélicos, poder presenciar una historia en la que la epicidad reposa en un grupo de hombres ordinarios que buscan hacer algo extraordinario tiene un mérito a tener en cuenta. Obviamente los alpinistas no son los únicos protagonistas de 'Everest', ya que la montaña titular es la que pone a prueba las ambiciones de los personajes humanos. Pero ese prodigio de la naturaleza no es un antagonista o un recurso para dotar de espectacularidad trivial, sino que es el elemento que saca a la luz lo que son realmente esos individuos, que se revelan tal y como son en condiciones extremas.
'Everest' es un paso importante para la carrera del director islandés Baltasar Kormákur, que desde que saltó a Hollywood con 'Contraband' no ha demostrado una personalidad característica. En su tercer largometraje de producción estadounidense no deja una huella perenne -algo difícil en un blockbuster-, pero sí que demuestra un mayor estilo a la hora de formalizar el guion de William Nicholson y Simon Beaufoy. Aunque no resulta complicado imaginarse alguna tela verde de vez en cuando, la ambientación está bastante conseguida, con magníficos planos aéreos de la imponente montaña y sin dejarse perder en unas tormentas de nieve que se podrían haber convertido en un caos narrativo.
La amenaza de un mal mayor está presente durante todo el metraje, pero Kormákur sabe manejar la tensión centrándose en lo verdaderamente importante: hacer convincentes a sus personajes. De esta manera se crea un vínculo mayor entre el espectador y los alpinistas en el momento en el que la supervivencia cobra protagonismo. Los actores tienen una gran responsabilidad en esto, ya que tanto el Rob Hall de Jason Clarke, como los roles interpretados por Josh Brolin, Jake Gyllenhaal, Michael Kelly y John Hawkes, están definidos de forma que resultan interesantes individualmente y en conjunto. Así se compone un reparto coral en el que casi nadie desentona. Pero el mayor fallo de la película es que los personajes femeninos, a excepción del de Emily Watson, parecen metidos con calzador, con las escenas de Robin Wright y Keira Knightley dando la sensación de que han sido grabadas en un fin de semana para buscar la lágrima fácil en el espectador. Por suerte la mayor parte del tiempo se pasa en la montaña, por lo que no se nos saca de ese ambiente de manera frecuente y se mantiene la mirada centrada en la complicada travesía.
Término medio
Tanto Nicholson como Beaufoy tienen un currículum plagado de historias inspiradoras, como 'Gladiator' y 'Los miserables' para el primero, y 'Slumdog millionaire' para el segundo. Pero lo que tienen en común es que ambos han escrito un relato de supervivencia basado en hechos reales previamente. Nicholson es uno de los múltiples nombres que aparecen en los créditos de la decepcionantemente manipuladora 'Invencible (Unbroken)' y Beaufoy firmó junto a Danny Boyle el guion de la excitante '127 horas'. Por lo que el choque entre ambos puntos de vista podría haber resultado en un fracaso sin pies ni cabeza que diluyera el apasionante y dramático evento, pero han sabido darle un acertado tono y tempo a la historia. Han esperado al momento justo para introducir el detonante, y lo más complicado, la experiencia no llega a aburrir gracias a unos personajes bien elaborados.
'Everest' logra llevarnos al punto más alto de la Tierra en el que podemos mantener los pies en el suelo, pasando por cada etapa emocional y física de un reto en el que no se combate contra las fuerzas de la naturaleza, sino contra uno mismo.