El género que Stanley Kubrick, Ridley Scott y George Lucas se encargaron de encumbrar hace prácticamente medio siglo se sigue manteniendo como un refugio para cineastas que quieren contar sus historias sin reparar en los medios formales, pero la evolución de la ciencia ficción también ha servido para dejarnos grandes obras más íntimas como 'Her' y 'Eva' en los últimos años. Uno de los guionistas que con más éxito ha cultivado el género durante este siglo ha sido Alex Garland, artífice de los libretos de 'Nunca me abandones' y '28 días después', que debuta como director con 'Ex Machina', a partir de un guión firmado por él mismo.
Garland ha demostrado que se desenvuelve con soltura en la ciencia ficción, pero con su última película se mete en terrenos algo más movedizos que no había explorado todavía, los de la inteligencia artificial. Su ópera prima como realizador comienza con un joven programador, Caleb, que es elegido por un acaudalado inventor, Nathan, para participar en un innovador experimento con un robot femenino, Ava. La labor de Caleb se centrará en comprobar mediante el test de Turing hasta qué punto esa creación puede desarrollar e interactuar mediante las emociones humanas. Esa combinación de las emociones con el recurrente tema del hombre que ejerce de una instancia superior tratando de crear seres humanos con sus propias manos, es con lo que juega Garland. El personaje de Caleb es el que nos guía a través de la película y a la vez es probablemente al que menos partido se le saca, es básicamente un juguete que de vez en cuando tiene un destello de personalidad propia, pero que queda atrapado con demasiada facilidad en una trama que, a pesar de partir de un enfoque original, no consigue atrapar con la misma soltura al espectador.
El espacio único es uno de los recursos más típicos para generar tensión y centrarse al máximo en la intriga que envuelve a los personajes, y aquí también desempeña un papel importante. La moderna casa perdida en la inmensa propiedad de Nathan es como la Nostromo en 'Alien, el octavo pasajero', un lugar del que no se puede escapar a pesar de la amplitud total del espacio que le rodea. Tampoco es que Caleb tenga el deseo de huir, ya que Ava es aquello que despierta su curiosidad desde el primer instante en que la conoce. Si Spike Jonze jugaba con la inteligencia artificial emocional de una manera tan romántica y convincente que resultaba espeluznante, Garland no consigue tal nivel de conexión entre Caleb y Ava. Al quedar todo encerrado en un plazo de tiempo tan breve, una semana, puede resultar precipitado por momentos el transcurso de los eventos, que no llegan a aburrir porque la historia genera interés al encubrir bien sus intenciones, pero el personaje de Ava, interpretado por Alicia Vikander, no tiene la suficiente presencia como para que el espectador se meta en la piel de Caleb.
Aunque si hay algo que despierta el interés es lo bien que Garland contiene la amenaza de la rebelión de las creaciones del hombre, que siempre se encuentra presente en las historias de inteligencia artificial. En 'Ex Machina' la manipulación psicológica es la verdadera rebelión, orquestada tanto por el hombre como por la máquina, demostrando las escasas diferencias que hay entre un ser humano y el robot que se ha encargado de crear y que lo único que hace que parezca una creación artificial es su aspecto, ya que en el apartado emocional, que es el que realmente nos define, abarca un abanico de sentimientos más amplio que muchas personas. Por lo que la intriga surge entre los dos humanos durante la mayor parte del metraje, ya que el conflicto parte del atosigante juego de control mental en el que los dos se ven sumidos, con Ava en un segundo plano a pesar de su verdadera importancia. La confusión termina por dominar las relaciones entre estos personajes, ya que sus motivaciones se van disipando en el cargado ambiente de la casa y la resolución de la historia deja con una sensación de ligera insatisfacción, ya que a pesar de plantear una cuestión realmente interesante no resulta tan convincente como debería.
Pareja galáctica
Uno de los grandes atractivos de la película era ver a dos de los actores más interesantes en este momento, Oscar Isaac y Domhnall Gleeson, trabajando juntos. Ambos han llegado para quedarse y aunque los dos ya han trabajado con directores de renombre como los hermanos Coen, tienen todavía lo mejor por delante, con un horizonte repleto de posibilidades. En 'Ex Machina' ambos hacen un buen trabajo y sirve de muestra de sus habilidades en el género antes de verles en una de las cintas más esperadas del año para buena parte del público, 'Star Wars: Episodio VII - El despertar de la fuerza'.
Puede que 'Ex Machina' no aporte tanto como podía prometer, dejando con el pensamiento de que se le podía haber sacado un mayor provecho a la original idea, pero Garland consigue construir una atmósfera inquietante en su primera película tras las cámaras y no deja de ser una propuesta llamativa y que se desmarca de la mayoría de estrenos gracias a su singularidad.